I
De nuestra oscuridad que da la respiración
y los pensamientos que dan a luz los hijos…
J.B.
No debí hacerme estatua mientras las muertes
pasaban alrededor de la casa.
Los cadáveres emergían
como hierba silvestre en el pavimento.
Tu no te hiciste roca al igual mío.
Con las uñas escarbaste las palabras
buscando la hermosura y el odio.
Abandonaste la mesa
y la vieja máquina de escribir.
Tu oído se aproximó al muro de la noche
para escuchar el nacer de los muertos.
Las aberturas extendidas
hasta el comienzo de Dios.
Aún sigues ahí,
preguntas a los muertos qué les duele.
Han sido tan tuyas esas heridas,
muchas heridas evaporadas
a diario entre los hombres.
Es tan sencillo decir
que me duelen tus poemas
-la tierra donde viven-
tus intentos de utopía.
Hoy también son míos
los muertos que has escrito.
II
Porque de culpa es su palabra/ de culpa
es su boca/ gran culpa es su mirada…
J.B.
Prendamos una hoguera.
Las memorias
iluminen el anochecer.
De cualquier forma
somos hijos o padres de algo.
Merecemos culpas
por esconder nuestros movimientos
en la puesta del sol.
Yo soy culpable
igual que otros.
No bastan estos trazos
para humedecer a la vida.
Aquí están
unas cuantas metáforas,
y un ardor asfixiante
en mis adentros
que no logro decir
en el poema.
III
Aprende la paciencia que tiene la resina
y no olvides que aquí los huesos son pulidos
esmeradamente por las hormigas…
J.B.
Ayúdame,
tu que has sido poeta
has de tener la fortuna
de creer
en las gaviotas y el océano
como dos seres verdaderos.
Lo que intuyo
tan rápido se aleja.
He comido
de este ácido lugar.
El mundo acampa en mí.
No se si he quedado ciego
o es demasiado oscuro
lo que atisbo.
Dame alguna señal
después de los poemas.
La noche nos aguarda
para buscar en ella.
IV
Donde se arbolarán el hambre y el ciclón
el odio y la esperanza y la frenética
imagen del dolor…
J.B.
Ayer vivió algún cuerpo
sobre el día
y el agua estuvo muerta.
Supe los rostros
de todas estas cosas:
esperanza, hambre,
dolor y herida.
Erré al haber escrito
ideas ilegibles
en el tronco del odio.
Por eso escribo esto,
una repetición
de la mirada abierta.
Y volveré a escribirlo
una y otra vez,
en el hurgar constante
de las alas del pájaro.
V
He querido escribir
algo más que la reiteración
de lo que has dicho ya.
Ojalá las metáforas
-además de beber de tu sangre-
logren acariciar las aletas del sueño
y lleguen al odio y al amor.
Son poco estas imágenes.
Las heridas que has escrito
me cercan.
De nuevo abro tu poemario
como si abriera el dolor de la vida.
“Puedo luchar con mi palabra/ darla
a los mares a las montañas y a los pueblos
para que ellos la multipliquen:
DETENGAN A LOS BARBAROS
J.B.
Leonardo Meza Jara. Parral, Chihuahua, 1975. Maestro, crítico, ensayista y poeta. Textos suyos han sido publicados en diferentes medios de circulación nacional y estatal. Tiene publicados los siguientes poemarios: “Canto al primogénito” (2003), “Las ventanas vacías” (2003), “Desescribir” (2004), “Poemas para niños no tan viejos” (2006), “Los bosques del poeta” (2008), “Los infiernos de Lázaro” (2011), “Más acá de la infancia están las cosas” (2013) y “No sé si aún te llames Carlos Marx” (2016), con el que ganó el premio Lationamericano Jorge Calvimontes y Calvimontes en el género de poesía. En el género del ensayó publicó el libro “Carlos Montemayor. La casa que se habita” (2010).