Alfredo Espinosa nació en Delicias, Chihuahua. Es junto a Jesús Gardea, Carlos Montemayor, Ignacio Solares, José Vicente Anaya, Víctor Hugo Rascón Banda y otros chihuahuenses, uno de los grandes escritores representantes del Estado.
Amargo animal es un libro de poemas ganador del Premio Iberoamericano de poesía que lleva el nombre de la insigne y ya retirada de la vida, la gran poeta de Santa Teresa de Jesús, Minerva Margarita Villarreal, 2022. Dividido en tres partes, Humo triste, Un poco de polvo en la luz danzando y Amargo animal, el poemario resalta una profunda nostalgia por la vida. Colocado el poeta en el umbral del fin de todo, se sumerge en las profundidades de la existencia con una mirada plagada de tristeza. “Seas de jade o pluma de quetzal, de oro / o polvo, lo que eres se desvanece”, nos dice la voz poética, “Somos en la línea del sino /un sobresalto del azar / Cosa caída que la tierra acoge/ sustancia del tiempo, río que pasa, / humo triste”. El sinatroísmo del poema nos aglomera una serie de elementos: tierra, aire, agua y fuego que nos resumen y absorben en un vacío sin fin. Las figuras retóricas se ponen al servicio de la pluma del maestro que se gobierna por una sentida y apesadumbrada inspiración. A lo largo de este libro tan condensado, tan girando en torno al eje de lo que se acaba, de lo efímero de la existencia, cual filósofo estoico, escribe:
Ese polvo que el aire levanta
pudo ser una vasija de barro desmoronada
por la conciencia de su propia finitud.
O un dios que fue de oro y piedras preciosas,
las trémulas caderas de una hetaira, los papiros proféticos,
el ombligo de un opulento mercader, las promesas
eternas de los amantes, el world trade center
o los sueños de Basho que ruedan en el desierto.
Ese polvo, pues, que pudo ser, en una aglomeración de conceptos, vasija, dios, caderas, papiros, ombligo, promesas, sueños, ese polvo “Mira las almas sin sosiego; escucha tu voz / entre las voces perdidas y escribe en el desierto / tu biografía y tu epitafio: / vuelve lo que de aquí partió volando. Y se cierra el poema con unas palabras clave de rima asonante: epitafio, volando. Para luego iniciar el texto “No son misterios para mí”, donde las palabras insisten en conjuntarse en una enumeración que dota de autonomía a las cosas que viven porque el poeta las creó y al mismo tiempo se desatan del ser creador para vivir por su propia cuenta: los libros, los hijos, los demonios. Reconociendo que “antes o después de mí se perderán / sus formas en la noche”, pues el poeta sigue en esa anagnórisis en la que se sabe proveniente del silencio y decide retornar a él.
“Todo sucede en el cuerpo” conjuga la aliteración, la anáfora y de nuevo el sinatroísmo. Con “las siegas de las uvas delirantes” el sonido de la -s nos conduce a rememorar las mieses cortadas en un campo verde-violeta; con “el puñado de sueños que al ser desvelan / el recuerdo de una música que no alcanza, / el arte del viento en el follaje…”, la repetición inicial en los versos (el puñado, el recuerdo, el arte) formando una figura anafórica dentro de otra figura retórica predilecta del poeta: el sinatroísmo, que nos lleva a una concepción poética del ser: pues si bien algo trasciende los territorios de la corporeidad, “todo misterio sucede en el cuerpo, / incluso el alma, esa carne imaginativa / y sensible, en cuyo vuelo de agazapan / los huesos de la muerte” (p. 15), nos dice la voz.
Con plena consciencia de la finitud de lo existente, cual otro Séneca, nos revela que “La vida viaja en trenes rápidos, / de una estación a otra, deprisa […] del péndulo al círculo […] del corazón ardiente a los cabellos blancos, del país de los espejismos al valle de las sombras”, para culminar en una desencantada anagnórisis diciendo: “Sucede el tren como las nubes. / Tú eres quien se detiene”. Porque le resulta claro como el agua que quien deja de avanzar es el hombre, descubriendo finalmente la atosigante finitud de lo existente. Y, sin embargo, el tren continuará su ruta relampagueando, bufando hacia un destino de paradas diversas, donde los tripulantes se van deteniendo inexorablemente. Porque “Lo que dicen es cierto: somos nada, / hebras de humo, desvanecidas sombras”, de tal suerte que solo nos queda apresurar el borramiento, el desdibujamiento de lo que hemos sido.
Resignado al olvido, el poeta no pide la gloria de los otros que la recibieron, pues su premio radica en habitar la poesía, el súbito destello, el ebrio canto. Comparativamente, Séneca afirma en su libro De los beneficios, que la recompensa de hacer un favor es justo eso, haberlo realizado. Así, a Espinosa le basta con haber sido llamado por las musas en una leve voz que tan pronto como llega se instala para luego esfumarse, en un círculo que solo acabará con la vida del poeta.
Para Espinosa “La poesía es un arma destartalada” que “no produce alimento para los pobres”, “ni redime a los limpiadores de letrinas”, De ese modo, en el reconocimiento de la futilidad de la poesía, escribe: “Poeta es un oficio inútil / poesía es un vicio que no mata / pero ayuda”, la razón de la sinrazón, una verdadera paradoja, la de la inutilidad que ayuda. En “To Sir Without Love”, emplea la construcción latina de colocar el verbo al final de los sintagmas versales:
…Las líneas
que alentaste reconoces y las palabras
que puliste
Ahora que tu mano premiarlas puede
contra ellas vituperas
Con orgullo tu discípulo me nombrabas
mas cuando el tiempo contigo púsome
a competir, mal aprendiz
a mis espaldas me llamabas
Mucho tiempo llevaría hablar de todo el poemario. Ya usa figuras de repetición en poemas anafóricos como “Otro poema de los dones”, donde la preposición -por- traza un vínculo entre el café y los sueños, el corazón, la niebla o Shakespeare. Versos de Holderlin en “Un poco de polvo en la luz danzando”; otro poema polisindético donde la conjunción –y es la que aglutina los elementos de los versos, para terminar con una expresión coloquial que resalta la sensibilidad estética. Dice: “Uno odia y desea / y ama en raras ocasiones / Uno sabe que la vida duele / y trabaja / envejece y muere persistentemente / Uno se sienta fuma y recuerda / y no cree / Uno sueña ruinas / Uno sufre y miente y aborrece / y teme / Uno ya no se aguanta ni solo”.
El libro finaliza con un breve poema, asindético, donde el autor expresa:
Cierro los ojos y veo un hoyo
No duermo ni sueño. Un hoyo negro,
el fondo insondable de un pozo, el ojo
de un huracán, el culo de alguien, la cuenca
de una calavera, la boca de un arma
En la mesita de lado, una taza de café
y debajo de ella una nota: no
se te olvide suicidarte
Y sin punto final, alertando al lector de que la creación poética continuará, de que las musas volverán a visitarlo, cierra el libro, un libro que invitamos a todos a disfrutar, a gozar en el conocimiento de que llegaremos al no ser.
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Ysla Campbell [Manjarrez] es una investigadora y académica mexicana. Licenciada en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). Doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México (Colmex). Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI).