LA MENTE PARPADEANTE
No, Señor, no sos vos,
soy yo la que está ausente.
Al principio,
creer era una dicha
secreta, con la cual
me escabullía sola
en lugares sagrados:
una mirada rápida y furtiva
en todas direcciones.
Hace ya mucho tiempo
que pronuncié tu nombre, pero ahora
eludo tu presencia.
Pienso en vos, y mi mente,
como una mojarrita,
se lanza hacia las sombras,
a los destellos que agitan sin cesar
la trama en movimiento de las aguas del río.
Ni un segundo mi mente
podrá quedarse quieta,
sino que vagará por cualquier parte,
girará donde encuentre
algún recodo. No sos vos,
soy yo la que está ausente.
Y vos sos la corriente, el pez, la luz,
la sombra palpitante,
sos la presencia inalterable, en la que todo
se mueve y cambia.
¿Cómo puedo fijar mi parpadeo, percibir
dentro del corazón del manantial
el zafiro que sé que está allí oculto?
INTIMACIÓN
Esta luz, estas ramas, me impacientan.
Por más azul que esté, el cielo se entromete.
Porque empiezo a notar
que hay algo más que debo hacer,
y no logro encontrar el ritmo de los días
al que en otros inviernos podía moverme bien.
Cortaron aquel árbol alto,
el que el amanecer doraba –ese fervor
de pájaros y querubines
callados. La sequía
había apagado el verde
en muchas de sus hojas.
Porque sé
que una necesidad nueva ha empezado
a echar sus redes desde mí hacia
un lugar desconocido. Busco
un silencio que está casi presente,
huidizo en los latidos de mi corazón.
Los tiburones
Y bien, entonces, el último día aparecieron los tiburones.
Aparecen aletas oscuras, inocentes
como una advertencia justa. El mar se vuelve
siniestro, ¿están por todas partes?
Te lo digo, dejan una estela de seis pies en el agua.
¿No es éste el mismo mar, y ya no
podremos jugar más en él?
Me gusta claro y no
demasiado en calma, con bastantes olas
para abalanzarme sobre él. Por primera vez
me desafié a nadar en lo profundo.
Atardecía cuando llegaron, en el instante
en que el mar aún era resplandor cobrizo,
no lo suficientemente oscuro
para la luz de la luna, todavía
lo bastante claro para verlos fácilmente. Negro
el afilado izamiento de las aletas.
Denise Levertov nació en Inglaterra el 24 de octubre de 1923 y falleció el 20 de diciembre de 1997. Desde muy temprana edad mostró dotes para la escritura. Una de las anécdotas más conocida de la autora sucedió cuando apenas tenía doce años. Se le ocurrió mandarle algunos de sus textos a T.S. Eliot, quien le respondió con una carta de dos páginas. Cinco años después, a los 17, publicó su primer poema. Se nacionalizó estadounidense.
En 1947 se casó con el escritor estadounidense Mitchell Goodman con quien vivió en Nueva York. Tuvo un hijo y se divorciaron en 1975. Vivió un tiempo en México, donde murió su madre, en 1977.
Durante su estancia en Estados Unidos se hizo conocida no solo por su poesía, sino también por el gran volumen de cartas y ensayos que escribió, en los cuales exploró las características de la poesía de su tiempo.