LA COLUMNA VERTEBRAL DEL QUE ESCRIBE
Vivimos la vida que más duele
con legañas viejas en el lagrimal,
labios inservibles, trozos de vacío urgente
alcantarillando un infierno sin salida.
En ese infierno
he descubierto a mis manos
jugando a detectives con el dolor que te anuncia
y deshila el trópico de la piel.
Con el parto natural de palabras inundando el frío
vamos subiendo el muro,
ladrillos famélicos unos sobre otros,
tú sobre mí, mi yo sobre el tuyo,
peldaños de la columna vertebral del que escribe
tan extensa como bulímica.
TODAS LAS EXCUSAS DEL POETA
Danza en aceleración, te celebro,
como celebro la sonrisa que estalla
a pesar de la costumbre,
la invisibilidad de las palabras viudas,
mi inacabable deuda litoral
y todo cuanto acontece
cerca de la mueca exánime
que se tensa ante el olvido.
Celebro también
la amplia geografía de mi cuerpo,
el nombre de las cosas,
la eutanasia a veces practicada
sobre perífrasis en mal estado,
la dignidad de la imaginación cuando muerde,
la vida a trozos y todas las excusas del poeta
para pujar por los dientes de Dios
aún a sabiendas de que
ningún blanqueador dental
cotiza en el mercado lírico de valores.
LOS PUNTOS CARDINALES QUE TE BAUTIZAN
Lo perdido juega a equivocarse,
nos confunde en el invierno innecesario
y nos tiembla, deja inerte la belleza,
suma narrativas de otoño
con el mar entero en las articulaciones.
Con el mundo encima
la lengua inventa bailes imposibles
donde termina el cuerpo.
Se desdice en telegramas,
con ojos parcos niega el desorden
de las letras y su zozobra
porque el anochecer tiene tus ojos
y eso hay que poder nombrarlo
para dirigirnos inocentemente
hacia los puntos cardinales que te bautizan
más allá de lo vivo.
INSTRUMENTOS DE CUERDA PARA SURCAR LAGOS
En la humedad del calendario
lágrimas de gatillo fácil
siembran de vinagre y ceniza el listin telefónico,
como quien busca una fiesta
donde esnifar azúcar tras romper el azucarero.
Derrotas, derrotas enviadas por correo urgente.
¿Para cuándo pasearnos por un poema de flores?
Quizá para otra vida.
Podríamos admirar el color de un monosílabo
bailar con los adverbios, malgastar verdades,
colgar geranios de balcones de almidón,
matar delicadamente, buscar instrumentos de cuerda
para surcar lagos, construir mares en la estepa
y elaborar un sin fin de remedios para la locura.
¿Podríamos?
Puede, pero todo debería ser mentira,
el nombre del naufragio,
la sangre de las petunias, el veganismo de los cocodrilos
y sus alcantarillas perfumadas,
cinco ramilletes de calles monocromas,
islas de mermelada,
mis rígidas províncias, los cuentos no natos,
bandas de ojos callejeros, todo,
absolutamente todo, todo menos tú.
ANTE LA PARÁLISIS INDÓMITA DE MI BIOGRAFÍA
Pocas lágrimas en la sala de urgencias
donde el mínimo escalofrío
subraya mi subordinación y me hago llave,
con la boca adúltera
y el paladar sujeto al poema,
tomo conciencia a tijeretazos
de las notas marginales que me orbitan.
Desasosiego cítrico en las axilas,
rasurada barba del verbo cargado de hombros,
trapecista en la antesala del pánico
ante la parálisis indómita de mi biografía,
todo y tanto para llegar con la muerte del viento
a mi sepultura.
CONJUGACIONES RÍO PARA TRADUCIR EL MUNDO
Migajas de luz como salpicadura de un crimen
cometido por las nubes al mecerse.
Conjuros, cicatrices, el asombro de los peces,
todo germina en el silencio de un perfume,
en la cesta vacía de una bici, en el frío de la carne.
Arpegios, melodías y tormentas,
hasta la gramática se comprime
en el entrecejo de la muerte.
Conjugaciones río para traducir el mundo,
enjuagues herbales y miserias en remojo,
demasiada toxicidad en las manos
para centrifugar la noche y regresar indemnes.
Todo, todo se aquieta en boca enemiga,
ese corazón velero que nos mira y sobrevive,
no importan los libros que llevemos en los ojos,
ni el lugar, el hambre, o la colmena.
UN AMULETO INESPERADO EN EL BORRADOR DE LA NOCHE
Mi cuerpo, que olvida siempre los zapatos
en tus bolsillos y centrifuga el trueno solo para ti,
me cuenta -con la palabra pegada a la cintura-
que hay domingos con sabor a lunes,
delfines en la solapa de mi chaqueta
y demasiadas miradas en la cuerda floja.
Las calles cambian de acera
por saberme tan loca, tan lucero
que reescribo la altura de mis ojos,
y los labios sin precintos de seguridad
son orquestas sumergidas en instantes íntimos,
donde el tiempo encoge y la intemperie de la sangre
cuaja sobre adoquines maduros.
Soy el lenguaje de la hoguera,
la arritmia en los espejos,
un amuleto inesperado
en el borrador de la noche.
(Todos los poemas pertenecen al libro inédito “Mi fonética de calcetín zurcido”)

Marian Raméntol, (Barcelona, 1966). Artista multidisciplinar, músico, poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea. Ha traducido a poetas contemporáneos al catalán y al castellano. Ha publicado diecinueve poemarios y ha sido incluida en diecisiete antologías. Ha sido premiada en diversos concursos nacionales e internacionales, y su obra ha sido ampliamente difundida en revistas especializadas donde ha publicado poesía, ensayo y artículos de opinión. Ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, rumano, armenio, portugués, búlgaro, bosnio, montenegrino y estonio. Su actividad en el ámbito artístico y poético le ha llevado a formar parte de festivales (tanto poéticos como de cinematografía), exposiciones, recitales y diferentes actos patrocinados por ayuntamientos, editoriales y otras entidades culturales.