A inicios de la presente década, una noticia intentó sacudir las composiciones del artista zaragozano Enrique Bunbury. Una persona publicó un libro en el que, básicamente, calificaba la metodología de composición del exlíder de la banda Héroes del Silencio como plagio.
Un par de años antes, un servidor, junto con mi hermano, habíamos publicado un trabajo registrado en el Indautor de nuestro país bajo el título La dialéctica Bunburyana (Mora, 2018). El estudio, enmarcado en la lógica de los llamados culturales, fue parcialmente difundido a través de diversas revistas digitales del país. Además, al ser distribuido gratuitamente en su formato digital, el libro llegó a los lugares más recónditos del mundo, despertando interés por sus postulaciones.
De esta breve introducción, destaca un hecho que a continuación se rescata, con el propósito de subrayar que lo sostenido por el autor del libelo mencionado en el párrafo anterior no pretende, ni pretendió, “descubrir el hilo negro” en la lírica del artista en cuestión. El mérito de Bunbury, ampliamente reconocido en el ámbito global por su contribución a la música en español, sigue sorprendiéndonos hasta hoy.
En el trabajo que desarrollé junto con mi hermano, existe un apartado titulado De Bukowski a Tolstoi (Mora, 2018, págs. 50-57), donde abordamos muchas de las referencias que podrían estar presentes en las composiciones del español. Sin embargo, en nuestra consideración, estas son meras referencias, ya que el contexto en el que se sitúa la lírica transforma el sentido de las oraciones dentro de un marco y una época totalmente distintos.
Todo lo expuesto en este artículo cuenta, desde 2018, con un registro de propiedad intelectual ante las autoridades. Esto respalda que lo aquí presentado tiene una notable antelación respecto a lo que se planteó en 2020. Con ello, sostenemos algunas influencias que Enrique Bunbury ha tenido a lo largo de su carrera y que, sin duda, seguirá teniendo mientras continúe componiendo, al igual que ocurre con todos aquellos que incursionamos en la literatura, la academia o el arte en general.
Comulguemos pues, que el artista ha escrito infinidad de letras cuyo auge es innegable, sus influencias son variadas, recordemos estas pequeñas letras expuestas en Doscientos huesos y un collar de calaveras:
Y yo que dormido a tu lado puedo afirmar, que hasta las más pequeñas
discusiones fueron contigo algo estupendo (Bunbury, 2008, Pista 7)
Esta influencia no puede venir de ningún otro lado, que no sea de aquel maravilloso poema del escritor norteamericano Charles Bukowski titulado Confesión:
Todas las noches que he dormido a su lado, incluso
las discusiones más inútiles, siempre fueron
algo espléndido (Bukowski, 2017)
Cosa análoga puede conjeturarse en la letra que reza Jamás te recuerdo porque nunca te olvido (2006), lo cual nos remite de forma inmediata a la tragedia del poeta inglés William Shakespeare: Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar (2016). Este juego de palabras cobra un sentido similar y su influencia resulta evidente, al menos en esta pequeña estrofa. También es observable en la expresión: La fe es un grave sufrimiento, es como amar a un extraño en vano (2010, Pista 1), una idea similar al aforismo de Nietzsche: La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el sufrimiento de los hombres (1986). Asimismo, podría relacionarse con una influencia análoga casi al final de la espléndida novela Piel de Zapa del fabuloso escritor francés Honorato de Balzac: El sentimiento que más difícilmente soporta el hombre es la piedad (1979).
Otra influencia notable se encuentra en la conocida alegoría del título del álbum El Espíritu del Vino (1993) y su canción El camino del exceso (1993, Pista 9), claramente inspirados en El libro de las bodas del cielo y el infierno del artista inglés William Blake, donde, en la sección de los proverbios del infierno, se afirma: El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría (2000).
Podríamos llenar páginas enteras identificando alegorías y referencias entre las influencias de Bunbury, pero dejemos al lector la libertad de concordar con lo expuesto o, en su lugar, tomar la sabia decisión bunburyana de luchar contra todos los que digan lo mismo (2008, Pista 1). Esto nos recuerda la máxima lacaniana: Si se cree haber comprendido, seguramente se está equivocado. Así, cuando creamos haber entendido a Bunbury, será solo una mera especulación, una forma de mitigar nuestra pulsión del saber.
En el músico encontramos cientos de influencias que abarcan literatura, historia, psicología, filosofía, entre otras disciplinas.
Cabe mencionar también una tercera versión de Salomé, después de su exposición implícita en las Escrituras (2009) y de su modificación en la tragedia escrita por la ingeniosa pluma de Oscar Wilde (2017). La letra del español, si bien puede apegarse más a la tragedia del esteta irlandés que a la tradición bíblica, expone una versión tan sui generis que permite interpretarla desde ambos legados literarios, conformando así una hermosa trinidad literaria.
Dicho sea de paso, la obra de Wilde, como se ha señalado previamente en diversos análisis, influye enormemente en Enrique. Incluso, la mayor especulación sobre el nombre artístico de Bunbury apunta al personaje homónimo creado por Wilde en la comedia La importancia de llamarse Ernesto (1999). En esta obra, Algernon, para escapar de las represiones que le impone la sociedad, inventa un personaje ficticio llamado Bunbury, un recurso que le permite justificar sus desenfrenos y escapadas bajo el pretexto de visitarlo por estar enfermo, a lo que llama «bunburizar». Este personaje sugiere un desafío al gran Otro lacaniano y, al mismo tiempo, presupone encontrar en Bunbury la realidad oculta de Enrique Ortiz.
En un video publicado en YouTube, Bunbury admite haberse inspirado en este personaje para adoptar su nombre artístico (2017, min 00:39). Lo mismo expresó en una entrevista realizada en la Ciudad de México, donde literalmente afirmó:
P.- Oye, cada vez que pienso en Bunbury, me recuerda una obra de Oscar Wilde…
R.- Es que viene de ahí, de La importancia de llamarse Ernesto. Era por esa obra,
yo era un fanático de Oscar Wilde y sigo siendo y hablábamos siempre de esa obra,
pero te hablo de cuando tendría 13 años o algo así y lo maravilloso de ese personaje
es que utiliza el nombre de Bunbury como máscara para ocultar una doble vida
y es que me parece un pseudónimo fabuloso. Y qué bueno porque yo lo que quiero decir
es que en mi vida privada soy Enrique Ortiz, que es lo que ponen en mi pasaporte,
pero en mi vida pública tengo esa máscara: Enrique Bunbury que me permite de cierto modo
tener como dos vidas diferentes. (Bunbury, 2002)
En su producción musical de 2018, Bunbury crea una letra magistral cuya influencia innegable proviene del escritor norteamericano Herman Melville (2015) y su entrañable personaje Bartleby. El título, incluso, no deja lugar a dudas: Bartleby (Mis dominios) (2017, Pista 8), logrando una genialidad alegórica entre el escribiente y una etapa específica tanto de Enrique Ortiz como de Bunbury.
En la novela del famoso escritor ruso Liev Tolstoi, La sonata de Kreutzer, el núcleo argumental se basa en torno a la pieza homónima del afamado músico austriaco Ludwig van Beethoven. En esta obra nos encontramos con una pequeña escena que presenta una disertación del protagonista, en la cual se atisban ciertos elementos que parecen emanar de la composición de la canción El anzuelo de Enrique Bunbury. A esta interpretación nos remitiremos con mayor profundidad más adelante, dejando constancia aquí de las diversas influencias que pueden dar vida a las creaciones del ya multimencionado artista ibérico.
Saben cómo hacer tragar el anzuelo a los hombres. Sólo nosotros, los hombres, no sabemos
–y no sabemos porque no queremos saber-, que el amor más noble, el más poético,
como decimos, depende, no de las prendas morales, sino de la intimidad tísica,
y también de la manera de peinarse, y del color y hechura del vestido.
Pregúntese a una coqueta experta que proyecta seducir a un hombre,
qué preferiría: si quedar convicta de falsía, de perversidad de crueldad,
incluso de vicio, en presencia del hombre al que desea seducir,
o presentarse delante de él con un vestido mal hecho o feo,
y siempre preferirá lo primero”. (Tolstoi, 2012, pág. 28)
La novela fue duramente criticada por su fuerte carácter misógino, generando un debate que, incluso hoy en día, puede encontrarse en diversos medios. En cuanto a la letra de Bunbury, poco se ha debatido, quizá porque se desconoce la génesis que le dio vida. Así, no hay debate o permanece incomprendida, como muchas otras de sus melodías.
Este asalto al parnaso idealizado, este coma de pronóstico reservado,
esta fellatio de amor caníbal, para al final morder el anzuelo y caer en una trampa.
Este infierno fatal y divertido, este vestido de nocturna soledad,
este canto de sirena exclusivo… (Bunbury, 2004, Cd. 2 Pista. 1)
Bunbury enfrenta lo idealizado del Eros, ese lugar al que lo ha entronizado la poesía, con las relaciones sexuales y su goce, el canto de las sirenas que solo Ulises fue capaz de desafiar. Así, finalmente, cual simple mortal, el artista refiere que mordemos el anzuelo, caemos en la trampa; los medios y mecanismos son diversos, pero finalmente tendemos a sucumbir.
Tanto la novela del escritor ruso como la letra del nacido en Zaragoza, España, no hacen sino reconocer y legitimar una sociedad machista y falocéntrica. Pero no es culpa ni atribuible a ellos; es una arbitrariedad cultural heredada. Así, los hombres, según se desprende de ciertas tradiciones, se enamoran de lo perfecto que una mujer luzca por fuera, de aquello que no es inherente a la feminidad ni a la esencia de la mujer, sino a una máscara prefabricada por la misma sociedad y su cultura.
Paradójicamente, el hombre es un ser indefenso; este habrá de tragar el anzuelo tarde o temprano, y es reducido a ser un pez cuya tarea es buscar las carnadas más apetecibles. ¡Pobre destino del hombre!
La mujer debe, a toda costa, competir por ser una carnada apetecible y suculenta. Así abarrotarán los gimnasios y salones de belleza, invertirán cantidades exorbitantes en productos que las hagan mejorar lo que la sociedad quiere que sean, recurrirán a estar en forma, no por estar saludables, sino por la estética que deben poseer para competir. Vestirán de una manera mejor no por comodidad, «embellecerán» un rostro no enaltecido por su belleza a priori, sino para ser un fetiche perfecto.
Lo anterior no hace sino reafirmar lo expresado por el filósofo esloveno Slavoj Zizek (2010), quien refiere cómo las fantasías son lo que constituye nuestro deseo, proveen sus coordenadas; las fantasías nos dicen cómo desear. Por lo cual, cabe decir que la mujer descrita tanto por el escritor ruso como por el intérprete zaragozano vive en una fantasía constante. Los deseos no son para satisfacción propia, sino del otro, de la sociedad encargada de caracterizarlas a su imagen y semejanza.
Revertir dicha lógica no es ya imposible; más bien, es menester hacerlo desde nuestra perspectiva e individualidad. Nos hará crecer, revertir la misma lógica escrita por Tolstói, pero reflejo de una sociedad hegemónica, aquello que escribiría:
Las mujeres, y en particular las que han pasado por la escuela de los hombres,
saben perfectamente que las conversaciones sobre asuntos elevados
no son más que conversaciones; que lo que el hombre busca
es el cuerpo y todo lo que lo presenta bajo la luz más falaz,
pero al mismo tiempo más atrayente. (Tolstoi, 2012, pág. 35)
Se podrá esgrimir que esto ha quedado obsoleto y que la lógica legada por Tolstói, latente en la letra de Bunbury, ya solo son residuos, algo que ha quedado a leguas de distancia. Bastaría echar un ojo a los grupos de las diversas redes sociales, donde en lenguaje coloquial “rolar los packs” de mujeres es un interés común, y cuyas comunidades son exclusivamente de estos «santos» hombres. La lógica imperante y enquistada de los roles de género en las cintas XXX, y un sinfín de ejemplos, pueden sustentar la preponderancia de estas prácticas y la vigencia de estas creencias. Prueba de ello es cómo Bunbury mismo ha caído en la trampa (posiblemente inconsciente) de generar una letra que cobra vigencia y legitima los roles.
Las mujeres deben luchar por emanciparse del lugar al que han sido férreamente desterradas. El hombre deberá aceptar que la deidad fálica a la cual se adscribe no lo hace superior, sino al contrario. La emancipación de la cultura y de los distintos movimientos feministas debería también encaminarse a no vivir en una fantasía constante.
Trabajos citados
Blake, W. (2000). El matrimonio del cielo y el infierno. Buenos Aires, Argentina: Elaleph.com.
Balzac, H. d. (1979). La piel de zapa. Barcelona, España: Editorial Bruguera, S. A.
Bukowski, C. (16 de Diciembre de 2017). Ciudad Seva. Obtenido de Ciudad Seva: http://ciudadseva.com/texto/confesion-2/
Bunbury, E. (15 de Mayo de 2002). Entrevista a Bunbury. (A. ICAL, Entrevistador)
Bunbury, E. (2006). El rumbo de tus sueños [Grabado por E. Bunbury]. El puerto de Santa María, Privincia de Cádiz, España.
Melville, H. (2015). Bartleby, el escribiente. Guadalajara, Jalisco, México: ámbar cooperativa editorial.
Mora, G. A. (2018). La dialectica Bunburyana. Juárez, Chihuahua: Independiente.
Nietzsche, F. (1986). Humano, demasiado humano. México, D. F. : Editores Mexicanos Unidos.
Santa Biblia. (2009). Salt Lake City, Utah, E.U.A.: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.
Shakespeare, W. (2016). Romeo y Julieta. Luarna.
Silencio, H. d. (1993). El espiritu del vino [Grabado por H. d. Silencio]. Chertsey, Londres, Inglaterra.
Tolstoi, L. (2012). La sonata a Kreutzer (Primera ed.). (L. A. Irene Andresco, Trad.) Madrid, España: Alianza editorial.
Wilde, O. (1999). La importancia de llamarse Ernesto. elaleph.com.
Wilde, O. (2017). Salomé. Jersey City, New Jersey: Freeditorial.
Zizek, S. (2010). El acoso de las fantasias . Buenos Aires: Siglo XXI.