El poeta Rubén Darío Galicia Piñón nació y murió en la Ciudad de México (1953-2019), es autor del poemario La Ciencia de la Tristeza (1994), y formó parte del movimiento infrarrealista (1975-1998), al lado de figuras destacados en las letras latinoamericanas del último cuarto del siglo pasado, tales como Roberto Bolaño, Mario Santiago Papasquiaro, José Vicente Anaya, entre otros. Sin embargo, Darío Galicia no se sentía parte del grupo, aunque su obra cuente con ciertos convidados estéticos.
En cuanto a los infrarrealistas, intentaron revitalizar la literatura de su momento y quitarse de encima el pesado lastre creado por el dominio ejercido por el premio nobel de literatura, Octavio Paz. Lo cual no resulta extraño, pues, como es sabido, Paz dictaba lo que era o no “publicable” en el México de la década del setenta. De ahí la consigna utilizada por ellos: “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”. El grupo se caracterizó por la búsqueda de una poesía libre y personal (en este sentido, neorromántica y muy cercana a Paz, pese a su molestia), que fuese capaz de expresar su postura al margen de las convenciones sociales. De igual manera supieron mantenerse al margen de las instituciones dogmáticas o de ejercer control y dominio de la cultura en México, cuyo caso más extremo lo representa Darío Galicia.
Por otra parte, el infrarrealismo le debe al dadaísmo cierta influencia, luego de que Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro viajaran a Europa (1977). Y, aunque Darío Galicia fuera renuente a llamarse infrarrealista, según lo señalado por Mario Raúl Guzmán (editor de La ciencia de la tristeza), luego de que le comentara durante una entrevista vía telefónica, que no pertenecía al grupo, sin duda puede hallarse en su obra cierto legado, ya sea debido a su contacto con Bolaño o bien a la época en la que se desarrolló su trabajo.
Los rasgos estéticos que pueden hallarse en la obra de Darío Galicia con la generación Infra, como hacían llamarse, son su persistencia para relatar lo íntimo y lo biográfico. No sólo Roberto Bolaño (1953-2003) plasmó su experiencia con el círculo literario en la novela Los detectives salvajes (1998, ganadora del Premio Herralde ese mismo año y el Premio Rómulo Gallegos en 1999), sino que Galicia también, aunque a su manera, como en el siguiente fragmento del poema:
Autobiografía: mándame a la silla eléctrica
Los tranquilizantes son el péndulo de mi mente
Aquí estoy encerrado
En mi crujía
Donde ningún alma late
¿La salud mental?… Es su invención
Psiquiatras asesinos
Enfermos carcelarios
Enemigos de la invención y la Utopía
A mi huelga de hambre
Pincha mis venas con comida artificial
Cada gota que cae es un gusto por mi náusea
Me es vetado el grito
Un golpe
Otro madrazo
En un psiquiátrico
Donde ronda mi cadáver
No espero mi Hiroshima
Soy un ciudadano desconocido
Son un expediente psiquiátrico
Donde no tengo nombre ni historia.
De igual manera, Rubén Darío Galicia Piñón mostró cierto desdén por las instituciones culturales. Su obra no fue invasiva como la de las otras generaciones, cuya tradición fue permanecer en el poder como ocurrió con El Ateneo de la Juventud, los Contemporáneos, los novelistas de la Revolución Mexicana o la Generación del Medio Siglo y, en este sentido, fue consecuente lo con planteado en el Manifiesto Infrarrealista escrito por José Vicente Anaya en 1975, que dice:
La belleza construida en el presente con justificaciones seniles ha nacido irremediablemente muerta, y se encuentra en un ambiente de farándula burguesa que la convierte en un objeto meramente suntuario.
Sin duda, la alusión no sólo raspa a Octavio Paz, sino a todos los escritores “burgueses” nacidos a partir de 1928, 1932…, como Juan García Ponce y su Generación. Continúa Anaya:
Esa belleza se ha asfixiado entre sus numerosos adornos: extensas disertaciones sobre la pureza de las formas, teorías sobre el color o las palabras “buenas” y “malas” que nada tienen que ver con el ser humano, innumerables panegíricos para los artistas vacuos, ediciones de poesía limitada con la firma del autor en cada ejemplar, cultismo confuso con información tan libresca que las computadoras se mueren de envidia.
El impulso estético no está sustentado en la sabiduría “libresca”, sino de la experiencia adquirida en la vida. En este sentido puede comprenderse la tendencia estética de Darío Galicia.
Asimismo, y por razones diversas (por su singular postura estética, su preferencia sexual y enfermedad), Darío Galicia forma parte de esa generación de poetas marginales mas no olvidados, pese a estar desaparecido durante largo tiempo y ser encontrado como indigente en una colonia de la Ciudad de México, al estar rodeado de escritores que lograron rasguñar una página de la historia literaria para escribir su nombre en ella (como Roberto Bolaño), Darío también lo hizo al publicar más o menos de manera esporádica hasta el año 2000, además de que nunca fue olvidado por sus amigos.
El autor publicó algunos poemas, traducciones, ensayos y cuentos en suplementos y revistas: Punto de Partida, Plural, Diálogos, El Búho, Sábado, Tierra Adentro, Gay Sunshine, Hora de Poesía, Rimbaud Vuelve a Casa. Y en fecha reciente se cuenta con la reedición de La ciencia de la tristeza, donde puede conocerse de mejor manera su obra.
Darío Galicia perdió de manera paulatina su capacidad intelectual, como consecuencia de una cirugía practicada en 1976, y con ello las posibilidades mínimas de trabajo, salud y su inventiva. También perdió contacto con la generación, sin embargo, como ocurrió con Nellie Campobello (también desaparecida), los amigos comenzaron a preguntar por él, a buscarlo, hasta que lo encontraron en la colonia San Andrés Tetepilco, Alcaldía de Iztapalapa, Ciudad de México. Ahí se le podía ver deambulando. Lograron contactarlo, pero no era el mismo, las condiciones de salud, carencias económicas y alimentarias se sumaron a la desgracia de su afectación mental.
Pese a ello, Darío Galicia pudo construir un legado poético personal y revolucionario para su época, donde destaca su preferencia sexual, con ello, adelantándose a su tiempo. Un poeta como Darío, sin duda, hoy en día puede ser mejor comprendido que en la década del setenta u ochenta. Además, muchos lectores podrán hallar en sus versos la brutal belleza que ofrece la verdad de un artista fuera de su tiempo, amante de la transgresión e inundado de tristeza.
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