KOMODO
En lo que esto se escribe
operan otras formas de lenguaje
absortas como un pulso de hoyo negro.
Corren por delante del poema:
ese viejo dragón de Komodo
se limpia las arrugas con neuronas.
Absortas como un pulso de hoyo negro.
Árbol,
paisaje,
dragón de Komodo
deformes por la fuerza expansiva
que los aspira en lo oscuro.
¿Y cuánto va a ser baba,
pura baba de entropía
a la hora de escribir que siempre no?
Ahora mi cabeza de bisonte
flota en el impulso
de un fuego de células muertas.
Mi posición cardinal es luego evidente
para aquello que avanza,
metaboliza,
no repara en la turista que pregunta
por el halo boreal
que carcome la isla:
infecta de infomerciales. Devora baterías de los autos.
Toma por rehenes a un grupo de paseantes
en la cima del volcán.
Una fata morgana/
en el pecho de magma de otra fata morgana.
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NUEVAS CONDICIONES PARA EL ATERRIZAJE
La saliva del dragón de Komodo
el neón de la bacteria
en la mordida
en la saliva
del dragón de Komodo
no mata.
Es un mito.
La mordida desgarra
puede carburar como sierra.
La fuerza del veneno
explota bajo el ruido
de un helicóptero de emergencias.
Invade los ojos
con su iris movedizo.
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TEUCHITLÁN
Pasé miles y miles
de páginas magma para llegar hasta aquí.
Una aureola
morada
orla el tallo de los hongos:
su velo resguarda
entre las ondas de murciélago
el ducto de energía
que va desde la bosta hacia el espasmo del cielo
flotando por el lago hasta volverse mirada:
agua rala concentrada
en un golpe de agua oscura
sobre ozono del corazón.
¿Dónde estaba el cuerpo antes del cuerpo?
Corría por la pradera de huesos perforados
que reescriben deseo hasta cuajar en espuma:
la crin como baba de onda,
de bruma de color
(agua-
miel
que reinicia las nubes).
Una legión de nahuales cruza en cámara lenta
hasta chocar en las cámaras
de una cueva de nómades
igual que las hormigas que pulsan
en la bóveda del cráneo
y producen colores, rutas,
fractales del eco sobre la palabra eco.
Cada cuerpo se encargaba
de cruzar su propio estrecho de Bering
hasta una Siberia extinta a la orilla del cerebro.
La música de esa No-tierra nos llamaba
desde una muesca gris titanio
abierta en la amenaza de lluvia.
Cruzamos miles de luciérnagas
para llegar hasta aquí
un límite del cuerpo nos sostiene
como lo hace un mosquito
en la tensión superficial
del lago abierto.
Para Gaps, con agradecimiento.
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CROMO VANADIO
La nube cubrió el sol
como un filtro pseudobarroco
y juntos templaron la herida violeta
en la que expira el día,
mira, miríadas de mini-
olas
grumos de haikú en el pico de gaviotas
olas de río, de rima de carbono,
infinitesimales
versiones del ruido del puerto
en las ondas armónicas
del cadáver del tiempo:
un hombre dejó enfriar una pizza
junto a su scooter,
nosotros dejábamos en hielo
el filo del ojo en el filo con mella
de las cosas y cuerpos que guardan
los contenedores:
la baja batería
de lo animal en el fondo
cromo-vanadio del cuerpo
el mundo es un allí difuso
el azul que no distingue
ya si es agua o es cielo.
Nota: Tres poemas de Komodo (Herring Publishers, 2023), un poema inédito (Cromo Vanadio).
Daniel Bencomo (1980, SLP, MX). Escribe poesía y traduce poesía del alemán.