POEMAS DEL LIBRO PARCELA BLANCA DE KENIA CANO:
CÓMO EXPLICAR LA POESÍA A UN LEBRATO MUERTO
OSCILANTE Y PRECARIA O DEL AMOR SOMBRÍO (FRAGMENTO)
EDITOR: JOSÉ EUGENIO SÁNCHEZ
CÓMO EXPLICAR LA POESÍA A UN LEBRATO MUERTO
Antídotos contra la cacería:
el deporte de la línea entrecortada,
el misterio de esta liebre muerta.
Tu liebre aún tiene la cabeza unida al torso.
Este poema no se deja tocar por la violencia:
toqueteo, toques en la hoja.
Ecuación que aparta el desasosiego.
Joseph Beuyes arrulló, meció una liebre
mientras ordenaba sus ideas sobre la pintura.
De acuerdo a su gesto amoroso, deseaba revivir al roedor.
Daría vida otra vez al conejo de Durero.
Acarició por horas a un lebrato en Cuernavaca.
Si cubro mi cara con miel, como él lo hizo en Düseldorf,
¿las abejas del cuerpo de la liebre reanudarán mi escritura?
¿y el poema?
En el desbalance de los pies, el desequilibrio, la asimetría.
Uno de sus zapatos lleva una suela de fieltro atada.
¿De qué forma caminamos por vías paralelas?
Deslizarse no es lo mismo que avanzar.
Hacer un canal sobre la nieve o abrir una línea en esta hoja.
Joseph Beuyes acicala un conejo,
acomoda su piel con toda sobriedad.
Los sonidos aún no restauran el pelaje que aquí se lee:
su tersura, la tensión suave entre los vellos,
la rigidez que en el tamaño de este animal no asombra.
No así las tres cabezas desmembradas.
No llevaban miel protectora, tampoco polvo de oro.
Joseph Beuyes coloca una liebre en medio de la avenida,
el paseo central de este texto.
A dead hare, un lebrato muerto.
Hay que abrir el cuerpo de este poema:
su pelaje tupido, cuantioso, sus cambios de color…
la superficie brindada para esconderte,
aquello que sólo verás si te acercas.
Sus orejas aguzadas,
negras hacia la orilla,
listas para dar el paso a la sombra.
En este camuflaje escondes tu propia historia.
El miedo en esta carrera.
To hare, correr como un bólido.
El poema corre pronto a encontrarse con su nudo:
toca la piel del animal de estas letras.
Se eriza y piensa que la lentitud es bella.
(No hay prisa para que ría la quijada ostentosa.)
Harebrained. ¡Qué disparates!
No permitas tanta lejanía si no estás dispuesto a perderte.
Praderas blancas. ¿Quién detiene esta disposición?
Heladas y silenciosas. Sin hierba y sin lodazal.
Lo blanco en el ojo del conejo, la piel oculta del poeta.
Hay motivos para no explicar nada.
Ni siquiera aquellos disparaderos de luz.
(Él quería que mi blancura se clavara en su corazón.)
Untaré miel sobre tu cuerpo.
No me des de qué hablar.
Calza inestablemente, permite la asimetría.
Protege tu cuerpo para el viaje. Inicia un ritual.
Convoca a tus ancestros,
lava tu dentadura.
Liebre de labio leporino.
Joseph Beuyes acaricia las posibilidades del lenguaje.
Hace crecer abejas en un armario.
Toca objetos de parientes lejanos. No habla sin experiencia.
¿A dónde corre la liebre de este poema?
No la mates, no te creas tan astuto.
Joseph Beuys nos recuerda un juego de niños:
Hare and hounds, policías y ladrones. Corre, ¡aprisa!
Ningún lebrato en medio muere.
Nos guardaban en aquella celda imaginaria,
tras los barrotes, muertos de la risa.
Siempre una correría gozosa.
Inclínate, acércate:
ahora el lebrato y tú se miran a los ojos.
OSCILANTE Y PRECARIA O DEL AMOR SOMBRÍO
(FRAGMENTO)
Lo mortal permanece en la piel y en los huesos, lágrimas de las cosas…
Nuestra oscilante y precaria existencia está moldeada por la gravedad.
Isamu Noguchi
I
Disponible. Hábil talla del escultor. Escarbar madera, no la tierra que avisa y nos suspende. Cavar. No hay agujero disponible. La nota de una imagen que acaso recordara: cubo primario. Exhalación desde ese antiguo salón de clases. No todo remite a una historia personal. Matemática.
¿Cómo puede algo tan pesado aparecer ligero? Parecer sin perecer. Juanita Pérez. Las niñas también vestían muñecas. Desvestidas bajo el peso del bronce en Juárez. Qué tanto permitía el japonés que se colara.
El desierto en un minúsculo jardín de Queens. ¿Sabías que caminaba durante horas? Atravesaba toda la ciudad. Esas mujeres sólo volvían a casa.
El veinte de noviembre de 1996 alguien prestó su voz en aquella subasta. Los padres deberían mirar esta esbelta pieza estimada en 100 000, 50 000 más de un salto, hasta 150 muertas.
¿Sabes cuántas mujeres cruzan esta franja a diario?
Descripción del lote: Propiedad privada. Baldío. Algún empresario corrupto. Esta pieza no tiene tacha.
En el 62 aún no vestían muñecas. Martillo -alza del precio- sigue las instrucciones. Erguidas entre el cubo inicial y el cubo de aquella cruz que no sostiene el padre.
Firma incisiva, nombre grabado en lo frío de la pieza. Bronce con pátina verde. Aquí no hay hierba que crezca. Algo debe estar por salir.
De la colección del Dr. Frank Stanton. Madera de Balsa. Se pudo haber encontrado en el puerto de Veracruz. Aquella muchacha también emigró al norte. No hay nada que puedas hacer tan lejos.
Soledad. Ciertas piezas parecen equilibradas. Pátina negra. No hay posibilidad de que este desierto reverdezca. 194 x 29 x 32 centímetros. ¿Cuánto medía aquella muchacha? Los chambelanes nunca la vieron sola. Imagen no disponible.
Kenia Cano nació en la Ciudad de México y actualmente radica en Cuernavaca. Algunos de sus libros de poemas son Oración de Pájaros (2005), poesía y pintura de la autora, Las Aves de Este Día (2009) con una carpeta visual dedicada a Rodin y Audobon, Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer, Autorretrato con Animales (2013), Un Animal para los Ojos (2016), Diario de Poemas Incómodos (2017), poemas en prosa junto con un diario intervenido y Parcela Blanca (2023). Forma parte de varias antologías nacionales e internacionales. Poemas suyos han sido traducidos al francés, al inglés y al italiano. Ha expuesto obra pictórica en México, Francia y Estados Unidos. Ha sido becaria del Sistema Nacional de Creadores de Conaculta. Imparte talleres de Correspondencia entre las Artes. Practica yoga y el dibujo de figura humana.