Ricardo E. Tatto, escritor y periodista, con su mirada afilada y su pluma siempre dispuesta, nos ofrece una de esas joyas literarias que confirman que la bibliofilia no es un simple gusto, sino una forma de vida. En su más reciente obra, Bestiario del bibliófilo (Nitro/Press, 2023), el comunicólogo y promotor cultural da forma a un universo donde los libros no solo son objetos de devoción, sino personajes, compañeros y en ocasiones, hasta víctimas del amor obsesivo que provoca su presencia.
Con una escritura que transita entre el ensayo y la narración, este autor —quien ya ha hecho su nombre en el campo del periodismo cultural y el cuento— se adentra en los recovecos más insólitos de la bibliofilia, esa extraña enfermedad que le lleva a coleccionar no solo libros, sino experiencias, aforismos y minificciones.
Pero no se engañen, el autor no es solo un narrador que se deja atrapar por el brillo de la tinta, también es un incansable editor, ensayista y gestor cultural. Su labor como columnista en medios como La Jornada Maya, Milenio y Por Esto, lo ha llevado a explorar, sin miramientos, las fronteras de la cultura local y la universal. En la redacción, su pluma se desliza por las páginas con un estilo mordaz que no deja de interpelar al lector, provocándole, a cada paso, una nueva reflexión sobre el arte, la literatura y el entorno cultural.
No es de extrañar que haya ganado el Premio de Ensayo de la Fondo Editorial del Ayuntamiento de Mérida y el PECDA en periodismo cultural. La misma mirada que pone en su obra, esa que observa con desconfianza, y al mismo tiempo con reverencia, el mundo de las letras, la pone al servicio de su país y su gente. También es presidente de la Red Literaria del Sureste y director de la revista Soma, Arte y Cultura.
Bestiario del bibliófilo, publicado por la reconocida editorial mexicana Nitro Press es, por tanto, más que un libro: es una reflexión sobre el culto y la devoción hacia los libros, una invitación a pensar, como diría el propio autor, que la literatura no es solo un escape, sino una forma de comprendernos a través de las palabras. Un verdadero festín para los bibliófilos que, sin duda, marcará una huella en el panorama literario contemporáneo.
A continuación presentamos la entrevista completa:
¿Qué te inspiró a crear Bestiario del bibliófilo?
Mi profundo amor por los libros, aunque suene un tanto cursi. La idea fue tomando forma primero en mi columna de opinión en Milenio Yucatán, en donde comencé a escribir los esbozos de esta colección de ensayos, ya con la intención u objetivo de que más tarde se convertirían en un libro. Debo confesar que este plan de trabajo se lo copié a Emmanuel Carballo, a quien tuve oportunidad de entrevistar poco antes de su muerte.
El gran crítico literario me contó que, siempre que publicaba en periódicos y revistas, escribía sus textos bajo esa premisa: que esos artículos serían reutilizados o integrados a un plan integral para conformar un libro. Así que, desde entonces, comencé a poner en práctica el mismo plan. Ahora que esta publicación en la editorial Nitro Press ya es una realidad, me doy cuenta de cuánta razón tuvo el viejo francotirador con ese consejo.
¿Cómo defines las diferencias entre el lector voraz, el polígamo y el promiscuo?
Bueno, el lector voraz es bien goloso; se la pasa leyendo obsesivamente, es decir, tiene el hábito —o más bien vicio— de la lectura. El lector polígamo es el que lee varios libros a la vez, a diferencia del monógamo, que solo lee uno y no pasa a otro hasta acabar el que está leyendo. Por otro lado, el lector promiscuo no tiene criterio ni discrimina, lee cualquier cosa que caiga en sus manos; en pocas palabras, le gusta todo y le mete a todo…
¿Qué tan profundo es tu amor por los libros?
No, pues imagínate, escribí un libro en torno a la bibliofilia, la pasión por los libros. Yo diría que eso define qué tan grande es mi querencia. Te diré algo: esa obsesión me ha traído problemas con mis parejas. Por ejemplo, una exnovia, cuando le dije que mi relación con ella me quitaba demasiado tiempo para la lectura, me gritó:
-¡Pues cógete a tus putos libros…!
Pero no todo es malo. Ese amor bibliófilo también tiene un componente erótico. Tuve una amante que adoraba encontrar libros en mi cama, y cuando teníamos sexo me pedía follarla sobre los libros, o que le diera nalgadas con el ejemplar que tuviera a la mano, que la pusiera contra el librero de mi habitación… Cosas por el estilo que sabiamente fue incorporando en nuestra vida carnal. Como ves, el amor por los libros tiene su lado bonito, claro que sí.
En un país donde el hábito de la lectura es bajo en comparación con otras naciones, ¿qué papel juega tu obra para fomentar el amor por los libros?
No sé qué tanto se pueda inculcar o fomentar la lectura; soy bastante cínico al respecto. Creo que la lectura no es para todos, aunque los programas o salas de lectura puedan odiarme por decir esto. La lectura es un placer, no una obligación. Y, como todo vicio, hay quienes lo tienen y quienes no. Tampoco creo que leer nos haga especiales, aunque claramente existe algo llamado capital cultural que muchos no entienden o valoran. Esto significa que el conocimiento y la educación son una moneda de cambio. No basta con tener dinero; hay que tener un bagaje cultural, si nos queremos poner aspiracionales.
Aunque no todo es negativo. Escribí mi libro desde el punto de vista de los lectores. Los que lean mi obra se encontrarán con ensayos irreverentes y humorísticos en torno al mundo libresco, con un lenguaje accesible para hacer la lectura más digerible. Deliberadamente me quise apartar del tono académico o snob porque quería que mi libro se leyera y se gozara, que fueran textos que se disfrutaran y devoraran de un jalón.
Para mí, un buen ensayo debe ser un diálogo horizontal, que la persona que esté leyendo sienta que está conversando con un buen amigo, no recibiendo lecciones de un intelectual insufrible. Eso quise hacer al escribir mis ensayos: reflexionar conmigo mismo para entablar una charla con los posibles lectores. Si lo logré o no, el lector tendrá la última palabra.
¿Recuerdas tu primer contacto racional con un libro?
No estoy muy seguro, pero sí recuerdo claramente que, desde niño, me atraían los libros. En esa época, te hablo de los ochenta y principios de los noventa en Mérida, había muy pocas librerías, pero en los supermercados se podían conseguir los clásicos de Fernández Editores, así que cada vez que iba con mi familia les pedía un libro de la estantería. Sin embargo, el primero que recuerdo fue un libro llamado La vida privada de los dinosaurios, a raíz del cual albergué el loco afán de volverme paleontólogo. La literatura habría de llegar después.
¿Cuáles fueron los primeros libros que realmente te enamoró?
A los ocho años, hubo dos libros que me volaron la cabeza: Cuentos de así fue, de Rudyard Kipling, y Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga, los cuales se encontraban en casa de mi abuela, Elsy Vera Santamaría, a quien le debo muchísimo, pues incentivó en mí la lectura al permitirme tomar cualquier libro de los que tenía en su casa. Además, siempre me proporcionó lápiz y papel para escribir poemas, acrósticos, pensamientos y demás. Fueron mis inicios en la lectura y la escritura.
Menciona algunos hábitos de lecturas
No sé si mis hábitos sean inusuales o más bien comunes. Por ejemplo, suelo leer poesía en el baño, por su brevedad y porque la belleza de alguna forma equilibra lo escatológico de lo que ocurre en el trono de porcelana. También suelo usar post-its para marcar las frases y párrafos en los libros, ya que considero que escribir en ellos o subrayarlos de alguna manera los mutila, arruinándolos, quizá, para un futuro lector. Prácticamente cualquier cosa sirve como separador de páginas: boletos o vouchers bancarios. Además, suelo reordenar mi biblioteca de acuerdo con mi humor o los intereses del momento, y cuando ya no hay espacio, hago columnas de libros, algo que más tarde descubrí que es una costumbre japonesa llamada tsundoku, el arte de apilar libros. Todo ello lo menciono en mi libro Bestiario del Bibliófilo.
¿Por qué prefieres los libros físicos frente a los audiolibros? ¿O crees que ambos pueden coexistir?
Ambos coexisten, por supuesto, al igual que los libros digitales. No obstante, rara vez leo en formato digital; me cuesta mucho trabajo y me cansa la vista. En el caso de los audiolibros, no los consumo, no me llaman la atención. Necesito de la lectura para concentrarme y acceder a la abstracción literaria que ocurre en la imaginación y el pensamiento. Debo confesar que me da risa cuando alguien me dice que “lee” 4 o 5 libros por semana en formato audiolibro, mientras limpia la casa, maneja o realiza otras actividades. Eso no es leer, eso es tener ruido de fondo, sin prestarle atención al cien por ciento. Es el equivalente a escuchar música clásica mientras se lavan los platos o se revisa el celular; no tiene nada de malo, pero creo que tanto la música como la literatura exigen nuestra máxima atención. No son actividades complementarias, sino acciones que piden todo de mí, ya sea como melómano o como lector.
¿Cómo influyó tu infancia en tu desarrollo como escritor?
Mis padres no eran grandes lectores, aunque siempre había libros en la casa. Algunos de contaduría, otros de ciencia, debido a sus profesiones. También había algunas novelas y libros de superación personal, que, como niño esponja, fui absorbiendo. Aún así, nunca me negaron un libro, lo cual les agradezco infinitamente. Ya en la pubertad, seguí leyendo clásicos de la literatura, junto con los cómics, otra de mis pasiones. Al final, cuando eres un niño o un adolescente, lo importante es que haya lecturas a la mano; el gusto se va refinando conforme uno acumula bagaje literario.
¿Tienes algún proceso creativo específico cuando te sientas a escribir?
Algo que me ayuda mucho es leer antes de escribir, por lo general en las mañanas y con luz natural. Eso dispara las ideas, la creatividad e incluso el estilo, todo depende de qué esté leyendo en el momento. Siempre tomo notas de frases, ideas o conceptos, me empapo de ellos para luego incorporarlos en mi escritura. El otro proceso que sigo es incorporar cafeína a mi torrente sanguíneo, también un poco de nicotina, especialmente para abatir el hambre cuando ya ando encarrilado aporreando las teclas.
¿Quiénes son tus tres escritoras favoritas y por qué?
Marguerite Yourcenar, Patricia Highsmith e Irene Vallejo. Yourcenar, por su erudición y conocimiento del mundo clásico, plasmado de una forma diáfana y bella. Highsmith, porque es una escritora con mucha garra, recursos y malicia literaria. Y Vallejo, porque volvió a poner de moda el ensayo como género, con un libro sobre la historia de los libros que me resulta fascinante en estos momentos, ya que es el tema que abordo en mi libro.
¿Cómo pueden los lectores seguirte en redes sociales y dónde pueden adquirir tu libro?
Mi libro está a la venta en todo el país en librerías Gandhi (con envío gratuito si lo compran en línea), en el Fondo de Cultura Económica y por supuesto en la tienda en línea de mi casa editorial Nitro Press: https://nitro-press.com/9786078805365/