Durante tres años, Chiapas fue escenario de una lucha violenta entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Los enfrentamientos, los desplazamientos y el miedo parecían haber arrebatado el sosiego a las comunidades. Sin embargo, 2025 ha sido distinto. De ser el último lugar en percepción de seguridad en 2024, la entidad pasó al primer lugar en 2025, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2025).

Durante la conferencia encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el pasado 7 de octubre, la secretaria ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad, Marcela Figueroa, informó que en septiembre de este año Chiapas registró una disminución del 73 por ciento en los homicidios dolosos respecto al mismo mes de 2024.
Y con esto, surgió una pregunta: ¿qué está cambiando en Chiapas?
La respuesta, según distintas voces y sondeos, no está solo en los reforzamientos policiales como la creación de la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal (FRIP), ni en los operativos conjuntos con la Federación. Está también en la cultura, en la reconstrucción del tejido social a través de los libros.
Chiapas tiene un gobernador lector. Eduardo Ramírez, apasionado por la historia, la poesía y la filosofía estoica, ha encontrado en la lectura una brújula para el gobierno. El estoicismo —esa corriente que enseña a mantener la calma y la virtud en medio de la adversidad— se ha convertido en una especie de filosofía práctica para un estado que en administraciones anteriores ha debido resistir la violencia y el abandono.

“¿Qué hacer después de la ‘tierra quemada’?”, se preguntó Ameht Rivera, coordinador operativo del Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas (Coneculta), recuerda que “esa fue la pregunta que nos hicimos luego de la estrategia frontal que implementó el gobernador Eduardo Ramírez. Y la respuesta fue clara: usar todas las herramientas del Estado para consolidar la paz. Una de esas herramientas es la lectura, porque convoca, crea comunidad y promueve el diálogo.”
Así nació el Programa Estatal Leyendo por la Paz, una iniciativa que une esfuerzos del gobierno estatal y el Fondo de Cultura Económica (FCE), bajo la dirección de Paco Ignacio Taibo II. El convenio fue firmado en mayo de 2025, el mismo día que se conmemoró el centenario natal de Rosario Castellanos, como un gesto simbólico: la voz de una escritora chiapaneca que vuelve a resonar, ahora como estandarte de reconstrucción social.
El plan contempla la movilización de librobuses, la revitalización de bibliotecas, una fuerte inversión estatal en acervos literarios para escuelas de todos los niveles , y la creación de un ‘Nodo Lector’ en cada uno de los 40 municipios que serán benficiados. También incluye visitas guiadas, debates sobre historia de México y la publicación de obras en lenguas maternas, con el propósito de fortalecer una cultura de lectura incluyente e intercultural y crear un ecosistema lector al rededor de los acervos donados a la comunidad.
De acuerdo con Rivera, 40 comunidades de las regiones de Valle Zoque, Metropolitana, Frailesca y Sierra Mariscal serán benficiadas. A través de bibliotecas escolares, nodos lectores y biblitecas comunitarias, se distribuirán más de 115 mil ejemplares de las colecciones del FCE, alcanzando a unas 233 mil personas. “Se trata de un hecho histórico”, subraya el funcionario.
El programa cuenta también con un nuevo acervo: la colección “Chiapas Puede Leer Contigo”, una serie de diez cuentos, iniciativa de la Secretaría de Educación, que invitan a la reflexión y al aprendizaje con un lenguaje claro, comprensible y que alude a la cosmovisión de la comunidad.
Pero la verdadera fortaleza de este proyecto no está en las cifras, sino en las personas. “Los mediadores de lectura, los escritores locales y las bibliotecas comunitarias son el corazón del programa”, explica Rivera. “Ellos no solo serán la vía para que el libro encuentre a su lector, sino quienes transmitirán a los nuevos lectores ese fuego inapagable que es el amor por la lectura.”
En los pueblos donde no hay bibliotecas oficiales, se crearán bibliotecas comunitarias con acervos semilla de 100 títulos, los cuales serán gestionados por las propias comunidades y guiados por promotores de lectura del estado. En muchos casos, las lecturas se realizarán bajo los árboles o en los atrios de las iglesias. Allí, los libros sustituirán al ruido de las balas por la voz pausada de quien lee en voz alta ante una comunidad atenta y organizada.

El gobernador Ramírez lo resume con una idea clara: la cultura no es un lujo, sino una necesidad para reconstruir la convivencia. Junto al fomento a la lectura, el gobierno impulsa el programa Chiapas Puede, que busca alfabetizar a 500 mil personas en todo el estado. “No solo es una estrategia educativa, sino también un esfuerzo para hacer de la educación un derecho accesible para todos, ya que alfabetizar significa concientizar” ha declarado al respecto el secretario de Educación, Roger Mandujano Ayala.
La esperanza se siente en las calles. En Tuxtla, los artistas ofrecen su talento para sumarse al programa; en las comunidades, los maestros se organizan para abrir clubes de lectura en biblitecas que habían estado abandonadas; y en las plazas, los niños esperan a las carpas del programa “Leyendo por la Paz” con la emoción de quien —como escribió Dostoievski— ve por primera vez el mar.
En Chiapas, la literatura ha comenzado a funcionar como un espejo. Refleja las heridas, pero también las ganas de sanar. “El poeta —dice Rivera— forma parte de la conciencia colectiva del estado. Sin embargo, nunca antes se había instrumentado desde el Estado el uso de la literatura como una herramienta de sanación social. Ese es nuestro reto.”

Hoy, el estoicismo del pueblo chiapaneco se traduce en acción: resistir sin odio, aprender del dolor y reconstruirse desde la palabra. En un territorio históricamente olvidado, los libros vuelven a ser promesa. Los librobuses iniciarán un largo recorrido, que dejará huellas de tinta y esperanza sobre los caminos de tierra.
Y quizás, en ese gesto simple —un niño que abre un libro, una madre que escucha un poema, un adulto mayor que vuelve a leer su lengua—, Chiapas esté escribiendo su página más luminosa.

