En 1949, cuando Simone de Beauvoir publicaba su libro más famoso, El segundo sexo, y Europa se reconstruía luego de la Segunda Guerra Mundial, en México había una gran efervescencia cultural que buscaba darle al país un rostro definido necesario después de la Revolución. Entonces, un nutrido grupo de artistas e intelectuales, entre los que se encuentran Frida Kahlo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, entre muchos otros, se lanzaron al rescate de los valores y costumbres nacionales: música, danza, gastronomía, sitios arqueológicos…
En cuanto a Frida Kahlo, decidió no sólo amar profundamente al muralista más importante que ha dado México, Diego Rivera, sino ayudar a la formación de la identidad mexicana del siglo XX. Entonces fue en busca del pasado precolombino y recuperó aspectos que hoy nos resultan naturales. Están, por ejemplo, el empleo de una vestimenta regional, la ilustración de la cosmogonía mesoamericana y el rescate de una raza perruna casi extinta en su momento, el Xoloitzcuintle.
Tanto en su pintura como en su vida cotidiana, la pintora estuvo cerca de este símbolo de la cultura prehispánica y personificación del Más Allá, como ocurre con una de sus obras más conocidas: El abrazo de Amor del Universo, y la Tierra (México), Diego, yo, y el Sr. Xolotl, misma que pintó para su exposición en el Salón de la Plástica Mexicana en 1949, momento en el que había adoptado plenamente el estilo nacionalista que hoy en día se le reconoce.
En cuanto a la obra, tiene tinte autobiográfico y expresa los asuntos más esenciales para la autora: su vida íntima y sus inquietudes nacionalistas. La composición presenta, al centro, su relación con Diego y, sobre ellos, está la madre tierra azteca “Cihuacóatl”, quien los toma entre sus brazos y, en la parte frontal, aparece su mascota, el Sr. Xolotl.
La importancia de su labor radica en que este perro, representativo de la cultura azteca, se encontraba al borde de la extinción cuando emprendió su rescate y reincorporación a la cultura mexicana como parte de un legado proveniente de un pasado prehispánico. Asimismo, decidió tenerlo como mascota e incluirlo en su obra pictórica y, de esta manera, exponer su importancia en la cosmogonía precolombina y en la cultura propia.
El perro tomó relevancia de tal forma que hacia 1954 la Federación Cinológica Internacional organizó la Expedición Xolo la cual consistió en la búsqueda de ejemplares salvajes para recuperar la especie, de los hallados se seleccionaron diez de los cuales se desprenden la mayor parte de los actuales. El comité fue encabezado por Wright, autor de la primera norma oficial para la raza emitida el 1° de mayo de 1956, por lo que la raza fue reconocida en México y, a partir de ahí, en todo el mundo.
El Xólotl en la cultura prehispánica
Xolo, palabra proveniente del náhuatl, significa deformidad, monstruosidad o monstruo y se relaciona con las características físicas del cánido, así como de personas que eran consideradas anormales: aquellas con defecto físico: joroba, estatura baja, y los gemelos. En su tiempo, tuvo un lugar probado en la vida de los antiguos mexicanos. Entre sus funciones estaba la de llevar las almas de los seres humanos hacia el inframundo; en esencia se trataba de un perro psicopompo porque encaminan al muerto hacia el Mictlán ―por ello formaba parte fundamental de los rituales mortuorios de los pueblos nahuas. La creencia era que el perro ayudaba a sus antiguos dueños a cruzar ríos; siendo el bermejo el único capaz de realizar esta tarea.
En ocasiones era consumido como alimento sagrado en ceremonias donde era sacrificado por medio de la extracción del corazón. En la cosmogonía nahua, Xólotl es una deidad representada como perro, y es el hermano gemelo de Quetzalcóatl. El Xoloitzcuintle es su representación animal relacionada con la muerte, el movimiento, la oscuridad, lo doble y el inframundo ―y la otra faz de Quetzalcóatl. Era estimado como el dios del juego de pelota, patrón de los brujos y vinculado al fuego y su creación, elementos simbolizados en El abrazo de Amor del Universo… de Frida Kahlo.
Quetzalcóatl era el encargado de la salida del Sol, en tanto Xólotl el responsable de acompañarlo en su recorrido por el reino de la muerte. De ahí la función otorgada por los nahuas a los xoloitzcuintles de acompañar y ayudar a sus amos en los caminos y obstáculos rumbo al Mictlán. En suma, es una deidad astral, símbolo religioso, sustituto ante los dioses en el sacrificio y el héroe cultural que le da el fuego solar y, con él, la civilización al pueblo, a decir de Mercedes De la Garza en su texto El perro como símbolo religioso entre los mayas y los nahuas.
Causas de su disminución
A la llegada de los españoles, el xoloitzcuintle fue descrito por cronistas como Gonzalo Fernández de Oviedo, como animalillos incapaces de ladrar y que sólo emitían leves gruñidos. Tenía una gran cantidad de funciones en las distintas sociedades prehispánicas, desde animal doméstico, de criadero hasta pasar por alimento sacrificial.
En el interesante Diario del primer viaje, Colón los describe de la misma manera empleada posteriormente por Oviedo o Gómara, cronista como «Bestias de cuatro pies no vieron, salvo perros que no ladraban», aludiendo al carácter dócil del perro indio, lo que explicaría, quizá, el imaginario desarrollado por los europeos respecto al xoloitzcuintle y su casi extinción: ser frágiles, silenciosos y comestibles.
En efecto el xoloitzcuintle empezó a consumirse de manera masiva e indiscriminada por los españoles, según registros, y no por los nahuas quienes lo criaban y resguardados para degustaciones sólo religiosas. Esta tendencia fue común durante el periodo colonial. El perro mexicano dejó de tener contacto con la población, huyó a cerros y lugares solitarios y ahí permaneció siglos hasta que fue recuperado por Frida Kahlo y Diego Rivera, principalmente, aunque no fueron los únicos artistas interesados en su rescate.
Su recuperación en el siglo XX
Hoy en día, el Xólotl goza de una presencia, interés y aprecio cada vez más constante por parte de la población del centro de México. El 12 de agosto de 2016, el Gobierno de la Ciudad de México declaró al xoloitzcuintle como “patrimonio cultural y símbolo” de la Ciudad. Actualmente existen criaderos oficiales en la Ciudad de México y Colima. El museo la Casa Azul, lugar donde nació y murió Frida Kahlo, contiene piezas fotográficas de este perro con la artista; en el Museo del Anahuacalli y el Dolores Olmedo hay arte precolombino producido por culturas del Occidente de México ―proveniente de Jalisco, Colima, Nayarit y Michoacán― que muestran la vida cotidiana de los pueblos en las que se hallan referencias a este perro pelón.
La labor de Frida Kahlo, respecto de este bello perro, prueba el compromiso de una mujer preocupada por los problemas sociales de su época que resolvió a través del arte y de la recuperación de la memoria histórica del pueblo. Por fortuna, dejó una herencia sólida cada vez más reconocida por la crítica internacional a través de su obra y de los lugares donde vivió, además de intervenir para que una especia animal fuera hoy en día más común que en su época y representante internacional del gran pasado prehispánico de la región de Anáhuac.