Son las 5:40 de la mañana. Los destellos de luz entran tenuemente a la habitación. Me enfada perder el tiempo dando vueltas en la cama, así que me levanto a buscar las pantuflas y mi bata favorita de seda japonesa. Camino a la cocina para encender un cigarrillo directamente de la estufa, luego pongo a calentar la ollita con agua para hacer el café. ¡No hay forma más placentera para iniciar el día!
Desde que mi exmarido se fue, me siento liberada. Estaba harta de su manía por rascarse la asquerosa urticaria, sus quejas sobre la comida o mis vicios. Era un debilucho de pies a cabeza, ni un hijo me pudo dar… Bien lo dijo mi madre antes de morir, ese inútil con el que te casaste resultó ser pura pistolita de agua, por su culpa no tendré la dicha de conocer a un nieto mío. Lo único bueno que me dejó ese matrimonio, fue una buena pensión y este departamento, es céntrico y tiene una vista encantadora, ubicado justo en la esquina de un edificio estilo colonial. La mayor parte del tiempo la paso en la salita del segundo piso, entre los cristales puedo ver el movimiento de la calle: sus negocios, la gente y el incesante tránsito mientras estoy comiendo o echando humo.
Todo lo que necesito está frente a mí. Don Tacho, el del minisúper, me trae personalmente la despensa y cualquier cosa que le pida, la consigue. El viejo coscolino de la carnicería tiene buenos cortes, he visto regalarle a sus clientas carne o queso extra si le siguen la corriente. Maicol viene cada mes a retocarme las raíces del cabello y cada quince días me arregla las uñas. A mi no me gusta convivir con esas mujeres que van a su salón de belleza, como él mismo lo dice, el que paga manda. Los sábados pasa la lavandería y para el lunes a primera hora llega la ropa limpia. En fin, tengo la vida resuelta.
Hace un mes rentó el departamento de enfrente una mujer y su pequeña hija. Al parecer está de romance con el chófer que le ayudó a la mudanza, porque viene seguido a visitarla. Llega a las 7:30 de la tarde y se estaciona a dos cuadras para disimularla, la vecina le da el pase y después cierran las cortinas para estar ahí un par de horas. Solo Dios sabrá lo que pasa en esa habitación, con ese hombre tan varonil y sus grandes músculos, formados por cargar tantas cajas y muebles… A pesar de que llevan poco de conocerse, su relación va en serio. El domingo pasado salieron los tres a pasear, caminaban de la mano mientras la criatura iba muy contenta comiéndose un algodón de azúcar.
Estos últimos días me ha resultado imposible sacarme de la mente a aquel sujeto. En las noches, un fuerte deseo por tener su cuerpo desnudo en mi cama, me espanta el sueño. Me imagino enredada en sus brazos, su olor y aliento, escuchando atenta a sus aventuras, riéndonos a carcajadas.
Al siguiente día me senté a leer a la orilla de la ventana, cuando lo vi llegar de sorpresa con unas bolsas del supermercado, tocó y lo recibieron con mucho entusiasmo. Dejé a un lado lo que estaba haciendo y salí hasta donde se encontraba el camión estacionado. Le di la vuelta buscando algo que pudiera darme una pista, traté de abrir las puertas y una de ellas no tenía seguro.
Discretamente entré y vi que había dejado su chamarra, la tomé sin pensarlo dos veces. Llegué agitada de tanto caminar, subir y bajar escaleras, y mientras recobraba el aliento revisé cada uno de los bolsillos… Julián Ramírez de Mudanzas del Valle y su teléfono de contacto. Recibos, tarjetas y una pequeña foto de la vecina, al reverso había un escrito adornado con unos ridículos corazones: con amor… Viridiana.
Amanecí impregnada del aroma de su chamarra, de muy buen humor y dispuesta a romper la rutina. Tomé un baño y me arreglé para salir a desayunar vestida de turquesa, tacones y bolsa dorada, labial rojo y el cabello suelto. Después entré a una tienda departamental a hacer unas compras y al medio día me tomé un descanso para tomarme un café. Frente a mí estaba la mesera recibiendo un pedido por teléfono, se acercó a preguntar si deseaba algo más y le pedí que me permitiera hacer una llamada, a lo que me respondió que sí. Saqué la tarjeta de mi bolsa y marqué…
—Bueno –contestó una grave voz masculina
—¡Buen día!, ¿se encuentra Julián?
—Sí, él habla, a la orden
—Amigo… ¿ubicas la Carnicería El trébol?
—Sí claro, la que está en Quinta y Libertad
—Sí, esa misma. Pues fíjate, que ese carnicero se está revolcando con la facilona de tu novia, la Viridiana. ¡Esos dos no duermen en toda la noche!
—¡Qué! ¿Quién habl…
Colgué el teléfono de prisa, a lo lejos le di las gracias a la señorita con una sonrisa y pedí la cuenta. Seguí haciendo mis compras, cuando salí del lugar ya estaba oscureciendo, así que me fui directo a la estación de taxis ubicada en la salida del centro comercial. De inmediato abrieron la puerta para que entrara y me ayudaron a guardar mis bolsas. Pese a que no me gusta convivir con nadie y menos extraños, la pasé muy bien a plática y plática con el chófer, era muy simpático.
—Seño disculpe que la interrumpa, pasó algo por su domicilio. Está la policía y también los que levantan a los muertos.
—¡Qué terrible! Esta ciudad cada día está más insegura. Tenga, quédese con el cambio.
—Gracias señito, deje le ayudo. Cuídese y que Dios la bendiga…
Ya van seis meses de aquella terrible matazón y aún no se renta el departamento, ni el local donde estaba la carnicería. ¿Quién podría dormir tranquilo en un lugar marcado por una tragedia tan sonada en la ciudad? Hay que estar al borde de la locura para hacer semejante cosa. Este mundo no es para los débiles, siempre hay que estar tres pasos más adelante que los demás, porque solo los más despiertos y fuertes sobreviven… Por eso a mí me encanta este lugar. Yo no soy como esas personas que se la viven pegadas al televisor, hasta que un día se mueren. Yo tengo esto y desde aquí soy testigo de los secretos más íntimos del vecindario y no lo voy a negar… que en algunas ocasiones me gusta jugar a ser Dios.
————————–
Minerva Ochoa González vio sus primeras imágenes en el Seguro Social del PRONAF en 1978, y como buena juarense y fronteriza, aparte de comer hartos burritos, cursó Diseño Gráfico y Teoría y Crítica del Arte en la UACJ. Le apasionan las artes visuales y la escritura; actualmente experimenta con el formato del cuento, con la intensión de llegar a la novela. Le interesan los temas de la frontera, política, post-verdad, historia y los medios electrónicos. Ésta es la primera publicación que Minerva tiene en una revista literaria.