CAROLINA ZAMUDIO
Una isla desierta
No navegues mis mares,
otros lo hicieron y se ahogaron;
puedes verme levitar desde la orilla
—a veces lo consigo—,
es un truco no adquirido. Dejo
en todo caso que mires
esa inmensidad que no soy ni tengo
tendiéndose de lado sobre la pierna
doblada en que sin peso
descansa la mano izquierda.
¿Acaso no oyes las olas que rugen
en el corazón?
En la arena blanca de una sábana
el océano solitario se adormece.
Querido, hay mil formas de sobrevivir
a las tempestades de mi amor.
Yo duermo y sueño que devoro
todas las costas y caigo
en el sosiego
de una isla desierta.
Escúchame callar tras la ventana
Este es el tiempo, cariño,
un insensato. Hay varias formas
de dejarse ir del mundo. Elegimos
pasar el día en este sueño
de peces tras la burbuja.
Ven, escucha
ya casi va amaneciendo
y es dentro de mi piel. Allí un universo
se descubre florecido y canta.
No te descuides. Nada,
en realidad, nos pertenece.
Acaso fuimos nosotros
quienes vimos a trasluz
el dejo de un aliento deshaciéndose.
Ahí viene el día
y su delirio de celestes;
también, de allí seremos
y haremos del pan
nuestro refugio. Como la sombra
que pronto dibujará otros cuerpos
en esta calle, y otras más
de estos nosotros.
Ven, escúchame callar
tras la ventana.
No es cosa del tiempo,
ese insensato.
Es solo que ahí
va la vida.
Cuando fuimos granos de arena
Los ojos clavados en el libro
como el buzo que guarda el aire
en busca de la presa.
Dicen que a ellos el sol se les instala
en la espalda y deja marcas,
yo nado por una línea sin rumbo,
recuerdo vidas pasadas
en las que el hombre fue un pez
y yo su trofeo. Él poco sabía
aún de mareas ni carnadas,
incluso antes, cuando fuimos
granos de arena amalgamándose
unos con otros que —como ahora—
se desprenden de este mar
al sur del mundo
y llegan a la página.
En tiempos de sequía
Yo, que prefiero absorber luna
a tomar el sol. Regar la noche
de recuerdos y enhebrarlos
en farolas de una calle cualquiera.
Destender el mantel con los restos
y buscar los símbolos en las migas,
subir las escaleras cuantas veces sea
a temer desandar los pasos dados.
Ser vampiro en la niebla, merodear
la casa mientras todos duermen,
ser ama de la noche, esculpir
los deseos en las nubes pálidas.
Que soy pez en tiempos de sequía,
flor insólita en invierno,
búho que descree de su suerte,
señora a merced del viento.
No sé adónde vamos ni porqué
y cada mañana me ahogo
hondo en una página en blanco.
En esta casa que hay en mí
En esta casa que hay en mí
a menudo música se oye,
junto a la orilla de este puente
que es mi cuerpo
habitan seres ciertos
—a veces se quedan—,
las paredes no precisan
cubrirse casi de lluvia,
no de sol, no de rocío.
Se está plácido a veces aquí.
Sólo debes saber, querida,
una sombra
se refleja a ciertas horas
y somos así únicas, completas.
Carolina Zamudio (Curuzú-Cuatiá, Corrientes, 1973). Vivió y trabajó en Emiratos Árabes Unidos, Suiza, Colombia y Uruguay, donde reside en la actualidad. Poeta, periodista y ensayista. Fundadora y Directora de la Fundación Cultural Esteros y de Esteros, Revista Literaria, y del Encuentro Internacional de Poesía Esteros. Publicó: «Seguir al viento», Ediciones Último Reino, 2013 (Argentina); «La oscuridad de lo que brilla», edición bilingüe español/inglés, Artepoéticapress, Estados Unidos (2015) y Bolivia (2023); «Doble fondo XII», Musgonia Colección, 2016 (Colombia); «Rituales del azar», bilingüe español/francés, Éditions Villa-Cisneros, 2017 (Francia); «Teoría sobre la belleza», Imaginante, 2017 (Argentina); «La timidez de los árboles», Hilo de Plata, 2018 (Colombia) y Yaugurú, 2022 (Uruguay); «El propio río», Colección Lima Lee, 2020 (Perú) y El Ángel Editor, 2022 (Ecuador), «Vértice», RaffaelliEditore, 2020, edición bilingüe español/italiano (Italia) y «Las certezas son del sol», Valparaíso Ediciones, 2021 (España). Fue traducida al inglés, francés, italiano, árabe y guaraní. Periodista por (UCA) y Magister en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos (UADE). Premio Universitarios Siglo XXI del Diario La Nación, Corona al Poeta en el Eiseddfod del Chubut y Senado de la Nación.
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SELVA DIPASQUALE
AULLIDOS DESDE UN CLAVO OXIDADO
El cuerpo se dobla
y el hígado chorrea.
El corcho que un clavo
cruzó.
Peso lo que pesa el metal.
Vivo.
Pase alguien la mano por aquí.
Nubecitas
dibuja
la pelusa del agua.
La Risa Casual de un Clavo:
eso vivo
RETRÁCTIL
Estoy feliz
Entonces me pregunto:
¿No estaré completamente
equivocada?
Camaleón (1998)
***
2
Dulce de arce. El bosque da vueltas a mí alrededor. El alma es amarilla y sube, sube. Los animales agazapados, rodando van a venir como cuando la miel rebasa del vaso.
3
Canadian flag. Desde esa hoja rojo profundo modernos abejorros (acuosos y plateados) emergen dando vueltas sobre sí.
6
Dedos. El rastro de unas manos pegajosas se disuelve en el pasto. Uñas de nieve ¿Es el bosque o mi cuerpo el que despide un fermento gris?
Meditaciones en el Bosque (2007)
***
Cuando era joven
Oropélida
no pensaba nada.
Con una lamparita
la madre
le iluminaba
tanto el cerebro
el cerebro
que le era
imposible
ver
sus propias ideas.
El padre
no le dirigía
la palabra.
***
Pupé se engloba
y Oropélida
me mira
(yo
mutis)
Oropélida
mira a Pupé
se pincha
el globo
(yo
mutis)
Oropélida
llora
yo
la consuelo.
Sus lágrimas
tienen gusto
a limón
y un olor
seco.
La disipación (2012)
***
Lágrimas de ácido en el hueco de la memoria.
Raspar, raspar, raspar
pero nada, nada, nada.
Círculos de leche petrificados.
Los fantasmas no tienen
base de sustentación
sí talento para enroscarse
a las raíces oscuras de la hiedra.
Picar, golpear, destruir
encontrar la melodía
del frío de la noche.
***
En el centro de la flor
en el centro
de la sombra de la mano
brilla exacta
la yema del tiempo.
La sombra de la mano (2015)
***
Tiempo continuo
Varillas
se entrelazan
y sostienen
el mundo:
hoyos-nidos.
Cosquilleo
de florcitas
blancas
que no paran
de crecer.
Las varillas
rotan
fragantes.
A lo que avanza
veloz o lentamente
esta hora lo iguala.
Las raíces se doblan
contra los muros
todo es uno
los nidos se rompen
y unas criaturas blancas
intentan huir.
El mundo se doblega
lo recto
se curva
y es puro pasticchio
Velocidad y lentitud
son lo mismo.
***
Lluvia de cenizas sobre el mundo
De manera invisible
el cuerpo de algunos seres
se constituye
en cientos, miles de pequeñas
placas
carbonizadas:
brillantes
frágiles
crujientes.
Como el de la paloma gigante
en medio del patio.
El corazón absorbe
las partículas negras.
Nada lo detiene.
Agua turquesa (2023)
***
Llovió
y como una raíz en el patio
la imagen de la puerta se agiganta
en un acuoso infinito.
En apariencia inmóviles
las cosas
dan vueltas aquí arriba
al ritmo
de una música inaudible.
Para discernir la melodía
hay que raspar la cáscara
de esta esfera de cal
y espiarnos
en otro acuoso infinito.
Claveles del aire, inédito
Selva Dipasquale (Provincia de Buenos Aires, 1968). Vive y trabaja en la Ciudad de Buenos Aires. Es abogada (UBA), poeta y curiosa de diversas artes. Traduce poesía italiana. PublicóAgua Turquesa (2023); La sombra de la mano (Zindo&Gafuri, 2015); La disipación (Recovecos, 2012); Ballyhoo (Ediciones Melón, 2012); Meditaciones en el Bosque (Ediciones en Danza, 2007); Paraselene (Ediciones Vox, 2005); Camaleón (Tsé-Tsé, 1998); Teoría de la Ubicación en el Espacio (Grupo Seis Sellos, 1994) y, junto a Tamara Domenech, Poética de los Oficios y Tallar te obliga a pensar en las cosas (Ediciones A Capela 2020). Integra diversas antologías de poesía argentina. Y en traducción, Fare la Luna, antología bilingüe que reúne a diez autoras argentinas contemporáneas traducidas al italiano: Marta Braier, Valeria Cervero, Sara Cohen, Selva Dipasquale, Laura Forchetti, Florencia Fragasso, Silvana Franzetti, Rita Kratsman, Liliana Ponce y Silvia Tocco (Ediciones a Capela, 2023). Coordina los sitios de divulgación: La Infancia del Procedimiento, y El Infinito Viajar: Revista-blog en la que lleva adelante la sección de poesía: Paraselene. Traduce poesía italiana para el blog El arte de una posibilidad. Y desde abril de 2020 administra una Biblioteca Virtual.
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GABRIELA SCHUHMACHER
CAMPESINA
Ella suelta una chispa en los campos. Yo aguardo que se nuble su visión y le prometo: tendrás cada árbol del paisaje de la infancia, familia y amigos. En medio de un horno a punto de estallar, le digo: volarán las mariposas a libar las flores de los prados, a trazar un rumbo de ida y vuelta entre el cielo y las hogueras. Antes de despedirse, ella me pide que acomode su delantal de cocina, la sartén que empuña y que la prepare para iniciar su primer viaje al humo espeso.
ESCENA
Llevo días de fiebre y decaimiento. El cuadro avanza. DulleGriet es reconocida como una mujer de Flandes a punto de arder. ¿Está loca? Qué paradoja, pienso, soy considerado un pintor de caseríos y ella se diluye como una gota de aceite en el brasero del pueblo.
De Teatro Brueghel
TRIGALES
Rembrandt, estoy en Auvers, frente a los trigales después de la lluvia. Acérquese a mis impresiones: tallos verdes y azules, hojas como cintas, espigas amarillas con reflejos en rosa pálido. Nada más que tallos, eso es lo que veo: una divinidad que se despereza por efecto de la luz y de la humedad. Cada etapa del ciclo de desarrollo tiene atractivos y el tiempo es breve. De un día para otro, nada se corresponde con lo que hoy le cuento. Por eso soy muy riguroso, como la vida lo es con una flor y con su semilla antes de que el viento la tome.
ÁRBOLES
Tres árboles en medio de la llegada de una tormenta. En un instante pudo plasmar el cambio de la luz, una alteración en el cielo. Así es el alma que nos fue dada: matices y violentos contrastes. La destreza del ánimo curtió sus manos, usted sabe, solo son tres árboles.
TERROSOS
Sigo hechizado por los terrosos de la carne en La lección de anatomía. Medito sobre los colores que el mismo ojo compone por estar ausentes en la tela, los contrastes necesarios para generar una visión partida y simultánea. Quiero decir, no todo se hace en la paleta, la materia del color hace lo suyo propio y también quien observa. Nada está prohibido. Hoy, tirado cerca de unas tumbas, envuelto en el olor de la trementina, le pedí al universo que me diera el tiempo necesario para huir de cada cuadro de la naturaleza. Me siento apresado.
De La tierra de los cuadros
Gabriela Schuhmacher (Santa Fe, 1970). Trabaja en la Dirección de Museos, Secretaría de Cultura de la ciudad de Santa Fe. Se encuentra trabajando en el proyecto de investigación ¨Cerca pasa el río, aproximación al basamento y a los componentes de la obra de Beatriz Vallejos del período 1946-1952”. Beca a la creación en Letras del FNA 2022. Coordina el espacio Mercado editorial (Municipalidad de Santa Fe, Sec. de Educación y Cultura). Co directora de Oficio del Esternón, editorial para reseñas de libros de poesía. Dirige Nashornmacher, taller de pequeñas publicaciones.
Publicó los libros de poesía Cantos del norte (2016), Puros e Impuros / Extensos Óleos (2018), Ahogada en otro Tíber (2018, Beca Creación FNA 2017), Golpe de frío (2021, Mención honorífica por obra inédita “Premio provincial de poesía José Pedroni” 2019) y Tres holandeses (2024, premiado en el Concurso de Letras, categoría Poesía, del Fondo Nacional de las Artes, 2022).