Thor, el grafo del deseo y el cambio de posición del sujeto
El pelícano
El capitán Jonathan,
A la edad de dieciocho años,
Un día captura un pelícano
En una isla del Extremo Oriente.
El pelícano de Jonathan,
Por la mañana, pone un huevo muy blanco
Del cual sale un pelícano
Que se le parece notablemente.
Y este segundo pelícano
Pone, a su vez, un huevo muy blanco
De donde sale, inevitablemente,
Otro que hace lo mismo.
Esto puede durar mucho tiempo,
Si antes no hacemos una tortilla.
Robert Desnos. Chantefables et Chantefleurs
(Contes et poêmes)
Lacan ha legado el lacanismo sin dejar de ser freudiano. Tal parece que, a la postre, los lacanianos han dejado de ser psicoanalistas —al menos en la clínica—, dado que han enfocado sus elucubraciones en tratar de interpretar a Lacan mediante el análisis del sujeto. Es por ello que, incluso, algunos dicen que el francés fue un epistemólogo; otros dirán que fue un filósofo; incluso el propio Lacan se definió como sofista. Para otros más, será un sociólogo, un lingüista —quizá por ello Chomsky diga que fue un charlatán (2013)— o un antropólogo. El análisis del grafo del deseo (Lacan, Seminario 6: El deseo y su interpretación, 19 de noviembre de 1958) es la constante aquí y allá para determinar las posiciones del sujeto y del propio analista. Por lo tanto, Lacan se ha vuelto más un objeto de estudio que una corriente psicoanalítica cuya práctica clínica aporte soluciones tangibles a los individuos inmersos en una sociedad cada vez más neurotizada.
Se ha dicho también que estudiar a Lacan es un multiverso, dado que no existen los poslacanianos, como sí existieron los precursores de Freud, Klein, Dolto, Winnicott, Bion o Meltzer. No existe una escuela que siga la práctica clínica legada por Lacan, sino que los esfuerzos se han enfocado en descifrar su pensamiento. El propio Lacan dijo que el neurótico era el sujeto de análisis por excelencia, pues este no sabía qué quería el otro y el Otro, y esto le generaba angustia. Seminarios van y seminarios vienen, y los lacanianos no lograrán ponerse de acuerdo. Ese es el enigma de Lacan: al no existir el sujeto común (Granzotto, 1974, pág. 7), no existirá una interpretación del lacanismo igual. Más aún si le agregamos que, dentro de los propios intérpretes de Lacan, existen rasgos neuróticos; un ejemplo palpable de ello es el esloveno Slavoj Žižek.
¿Para quién escribe Žižek? Ciertamente, el filósofo esloveno es uno de los más prolíficos escritores de los últimos lustros. Su discurso está estructurado mediante una lectura de corte lacaniano para entender el capitalismo y la ideología; para ello, entrelaza de forma constante un galimatías filosófico vertebrado por categorías psicoanalíticas. Esto, al psicoanálisis, no le deja un nuevo horizonte para entender al sujeto individual, pero para abarcar el mercado «intelectual”, adopta un discurso catedrático y crea un nuevo galimatías en How to Read Lacan (2008), donde fija su postura nuevamente, solo del sujeto lacaniano, pero más que ello, del sujeto žižekiano. Lacan se difumina entre el embrollo del propio lacanismo y el hegelismo, que busca articular un discurso para contestar al ¿Che vuoi? de los lacanianos, pero también a la demanda de los propios filósofos y de todos aquellos sujetos que buscan conocimiento del esloveno. Asimismo, el fantasma de Žižek responde al ¿Che vuoi? del público al que dirige sus discursos, junto a la propia demanda de Lacan que sobrevive en su palabra y en la de muchos otros. Žižek tampoco sabe qué quiere el otro de él, ni qué quiere el propio Lacan como gran Otro de autoridad, quien en sus propios términos sigue presente como sujeto.
Se dice que para estudiar a Lacan hay que leer previamente a sus estudiosos: Žižek, Nassio, Braunstein, Miller, Massotta, Funk, Gerber y unas cuantas decenas más. Si se quiere estudiar a Lacan desde otras perspectivas, resulta lícito este posicionamiento; si se busca enfocar a Lacan para el análisis o la práctica clínica, es mejor leer a Lacan después de estudiar a Freud. Encontramos que las categorías lacanianas son nuevas configuraciones de categorías freudianas: las representaciones freudianas son los significantes lacanianos; la metáfora, obtenida de la lingüística, sería la condensación, y la metonimia, el desplazamiento, solo por nombrar algunos.
Para poder atender la demanda del neurótico, es necesario conocer los registros que se encuentran anudados para la teoría lacaniana, generalmente reconocidos como RSI (Real, Simbólico e Imaginario). Lo imaginario tiene que ver con cómo cada sujeto se representa a partir de la imagen de un yo que él mismo construye o cree. Lo simbólico, para Lacan, es la estructura que precede al nacimiento de cada individuo; el lenguaje constituye la base de todo aquello conocido como cultura, y todo esto ya está en el mundo antes de que llegue el sujeto como tal. Lo simbólico es el moderador entre el yo y el otro. Aquí cabe realizar una alegoría al cuento escrito por el escritor bostoniano Edgar Allan Poe, William Wilson (Poe, 1980). Poe describe esta confusión con excelsa maestría: el personaje se siente agredido y amenazado por otro que es todo lo contrario a lo que él mismo proyecta. Tiene su mismo nombre y apellidos, pero el otro William es un crápula, un jugador, y eso provoca la sensación de agresión, al ser tan contrario a como él se desenvuelve en los diversos espacios sociales.
El tercer registro es lo real, el cual no se desarrolla completamente en 1953, sino alrededor de 1960, cuando Lacan elabora un registro más consolidado. Entre lo real y la realidad hay una diferencia importante: lo real es aquello que siempre queda excluido de lo simbólico, es como el resto imposible de inscribirse tanto en lo simbólico como en lo imaginario. En términos freudianos, podría ser el trauma psíquico, y en referencia al texto de Poe, ese carácter dual de estos mismos registros, entre lo imaginario y lo real, pudiéramos advertir que lo real es precisamente aquello que el mismo William, que se siente agredido, considera inaccesible, aquello que es pero no quiere ser. A la vez, cabría el mismo nudo borromeo, al ser también un carácter de trinidad en el cuento de Poe, influido por lo simbólico en la creación del primer William. Si un lacaniano ve lo real bajo su primera tesis del 53 y no en el quiebre epistémico de la teoría del 60, entenderá lo real bajo otra arista e interpretará el análisis con un Lacan arcaico.
Como en toda gran obra, el vasto legado de Lacan –aunque, en realidad, prácticamente sus escritos (2009) fueron los que él mismo escribió y revisó, mientras que los seminarios fueron transcritos de su propia enseñanza– tiene en su evolución rupturas epistemológicas, a pesar de que hasta sus últimos días se declarara freudiano. Los primeros seminarios se basaron en los conceptos freudianos: la angustia, la identificación, los escritos técnicos de Freud, donde podemos ubicar al primer Lacan, muy apegado a un psicoanálisis estructuralista. Este enfoque tiene su primer gran quiebre epistémico en el seminario nueve con la irrupción del objeto a. Posterior a la ruptura con los miembros de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis en 1953, Lacan presenta uno de sus seminarios más difundidos, Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis (2009, págs. 231-310), donde desarrolla su teoría basándose en la lingüística, la antropología estructural y la lógica formal de manera mucho más abierta. Dentro de este, sitúa la supremacía de lo simbólico como constituyente del sujeto, un sujeto que no es tal sino a partir de la captura del lenguaje.
El Otro, también conocido como gran Otro, indica el registro de lo simbólico, el tesoro de los significantes, el otro de las instituciones, la familia, la escuela, la ley. En las personas encarna a los padres, autoridades e instituciones, quienes nos proporcionan el reconocimiento: hijo de padres, gobernante-gobernado, maestro-alumno, etc. Los individuos son siempre sujetos; ya desde antes del nacimiento se tiene un lugar en el otro, y eso persiste más allá de la muerte al ocupar lugares en el Otro.
En el seminario V (2007), Lacan diferencia necesidad, demanda y deseo. De ello, podemos deducir que el lenguaje implica la demanda, al menos la demanda de que otro me escuche. El concepto de demanda abarca desde la orden, la exigencia, hasta el ruego o la súplica. El silencio también tiene un significado dentro del proceso de la demanda, que es inherente a la existencia misma del lenguaje. La demanda siempre emana del otro y debe articularse a partir de los significantes que provienen del otro. El sujeto es un sujeto de necesidades, como el hambre. La pérdida fundamental es la pérdida de la naturalidad en la posibilidad de una satisfacción directa de la naturaleza. En el análisis o en la práctica clínica, se trata de que el sujeto haga algo con su insatisfacción, que se haga cargo de sus propias insatisfacciones y no las desplace a otros; por ello, la angustia es la sensación del deseo del otro. La demanda del objeto que puede satisfacer la necesidad es lo necesariamente perdido para adquirir la noción de sujeto, como el pecho, entre otros, lo que Lacan denomina objeto a en la estructura del nudo borromeo.
Un proceso psicoanalítico debe suponer un antes y un después, siendo este un punto neurálgico. La transferencia en la clínica se puede clasificar como una clínica bajo la transferencia, una transferencia que se da a través del discurso. La demanda del paciente es una demanda de saber: saber el deseo del otro, qué quieren de mí, qué tengo que hacer. Esa es también la demanda que articula al esloveno, como señalamos al inicio. La ética, para Lacan, es que el sujeto pueda actuar conforme a su deseo, y a ello se debe abocar la clínica psicoanalítica desde la perspectiva lacaniana, cambiando la posición del sujeto que llega al análisis. En palabras de Lacan: “El sujeto en el contexto de la demanda es el primer estado informado de nuestro sujeto, de aquel cuyas condiciones de existencia tratamos de articular por medio de este grafo. Este sujeto no es otra cosa que el sujeto de la necesidad {sujet du besoin}, pues es esto lo que él expresa en la demanda” (19 de noviembre de 1958, pág. 7). Más adelante añade: “Es precisamente en ese intercambio que se produce entre la posición primitiva inconstituida del sujeto de la necesidad y las condiciones estructurales impuestas por el significante, que reside lo que se produce y que está aquí representado sobre este esquema” (19 de noviembre de 1958, pág. 7).
Una vez sentadas las bases de una clínica psicoanalítica desde la perspectiva de Lacan, analicemos el cambio de la posición del sujeto en una escena emblemática del film Thor: Ragnarok (2017). Mjolnir[1] es el símbolo perfecto de la autoridad, del gran Otro, y se caracteriza por la mistificación que se hace de él. Thor deposita sus esperanzas en el poder y la autoridad del martillo; si el arma falla, Thor se vuelve endeble. Cuando puede manipularlo, siente síntomas de invencibilidad, inmortalidad, y una simbiosis con el objeto primario, símbolo de la primera autoridad. Así como con el arma del dios del trueno, el sujeto siempre está ante la incertidumbre de si su hombría (reducida al falo) no fallará en determinado momento, incluso si, durante el trance sexual, no le jugará una mala pasada, terminando rápidamente o menguando su intensidad.
[1] El martillo que usa como arma Thor
La canción principal del film hace una referencia a dicha deidad. La letra de Immigrant Song dice en parte: “El martillo de los dioses conducirá nuestros barcos a nuevas tierras” (1970). Es evidente cómo Mjolnir es el símbolo del pueblo, sometido a sus designios y veneración: la deidad fálica, el tesoro de los significantes como un gran Otro bajo la lógica lacaniana. Si observamos la letra, los dioses son objetos y el martillo es el sujeto; la importancia mayor radica en la deidad emanada del martillo y no en los dioses ni en su conjunto.
Thor llega a un momento catártico, en una clara introspección a su psique, cuando se da cuenta de que su poder no radica en el martillo sino en el trueno. Durante un trance, aparece Odín, otro ejemplo de la autoridad y gran Otro primario. En el diálogo interno que tiene Thor, él le dice a su padre que necesita el martillo para poder vencer a su hermana Hela. Afirma que su hermana es tan fuerte que, sin el martillo, jamás podrá derrotarla. La respuesta de Odín es con otra pregunta: “¿Acaso eres Thor, el dios de los martillos?”. La posición del analista es una posición de escucha, y bajo la clínica lacaniana, solo debe intervenir cuando existe el momento para la interpretación. En esta escena, que puede parecer un recuerdo o algo que yacía en el inconsciente, el analista debería intervenir para que el propio sujeto modificara su posición. Una vez que ha hecho consciente lo inconsciente, debe decidir cómo cambiar la posición en la que se encuentra. Thor mismo se da cuenta de que no es el dios del martillo, sino del trueno. Ahora se hace necesario cambiar su posición para darle un nuevo sentido a sus acciones. Lo que se trata aquí es que el personaje haga algo con la insatisfacción; en este caso, la insatisfacción de sentirse derrotado y de no poder ayudar a Asgard. Debe hacerse cargo de sus propias insatisfacciones y no desplazarlas a los demás, no desplazar su insatisfacción por no poseer el martillo, que lo ha guiado como lo retrata la letra de la banda inglesa. Por ello, la angustia es la sensación del deseo del otro. Thor se encuentra en una posición neurótica entre el “¿Che vuoi?” de sus gobernados y el de su propio Odín: ¿qué quiere su pueblo de él, y qué quiere su padre, o la autoridad, de él como guía del pueblo asgardiano? Esta es la fuente de angustia constante para el dios del trueno, para la persona que, aun siendo deidad, presenta rasgos neuróticos.
Existe, pues, un cambio de la posición primitiva de Thor durante el transcurso del filme y de los anteriores a este. En este momento, era el sujeto de la necesidad, y cambia su posición arcaica al darse cuenta de que sus habilidades son otras, enfrentando al enemigo bajo una lógica distinta a la del propio Mjolnir. De aquí en adelante, el martillo no será más quien lo guíe, sino un instrumento. El cambio de posición del que habla Lacan, el grafo del deseo, es evidente al asumir Thor el cambio de posición y no desplazar sus responsabilidades a los otros, sino asumirlas.
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Trabajos citados
aititi, T. (Dirección). (2017). Thor: Ragnarok [Película].
Chomsky, N. (07 de julio de 2013). Chomsky, sobre Žižek y Lacan: No me interesan estos falsarios intelectuales, horros de todo contenido. Entrevista. Chomsky, sobre Žižek y Lacan: No me interesan estos falsarios intelectuales, horros de todo contenido. Entrevista. Sinpermiso.info. Recuperado el 2020, de sin permiso: https://www.sinpermiso.info/textos/chomsky-sobre-zizek-y-lacan-no-me-interesan-estos-falsarios-intelectuales-horros-de-todo-contenido
Granzotto, E. (1974). Freud per sempre. Panorama, 1-9.
Jimmy Page, R. P. (1970). Immigrant song [Grabado por L. Zeppelin]. Inglaterra, Reino Unido.
Lacan, J. (19 de noviembre de 1958). Seminario 6: El deseo y su interpretación . Seminario 6: El deseo y su interpretación (pág. 27). Buenos Aires, Argentina: Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Lacan, J. (2007). Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Lacan, J. (2009). Escritos. México: Siglo XXI.
Pierre Bordiue, J.-C. P. (1996). La reproducción. México, D.F.: Fontarama, S.A.