Aplícame una llave y no me sueltes hasta que yo te lo pida
Incontables ocasiones hicimos el amor. La sesión convulsa fue cuando celebramos el trofeo Reina de Corazones que obtuvo tres años después de su llegada a Triple Alianza, empresa donde brilló como fémina ruda y letal. Otro motivo capital fue la obtención de la cabellera de Baby Apache, quien, contra reglamento, decidió no cortarse el cabello generando mayúscula polémica. “Me lavo las manos” dijo, superando el coraje entripado que la actitud de Baby le causó. Estaba dispuesta a olvidar ese pique que había paralizado a la metrópoli. Ahora el furor había entorpecido sus trémulos movimientos que, al final de misceláneas batallas, ejecutaba para mí. “Si ella se rapó completamente o no, no es mi problema”, repitió todo el trayecto en el auto hasta la Sky Suite del Motel Pegaso que nos cobijaría hasta el mediodía siguiente. El escenario lúdico con tubo y argollas y el sillón curvo del parador fueron testigos de su disgusto desmedido. “La gente vio quién ganó; que la gente critique a quien tiene que criticar”, sentenció.
La próxima en su lista era Cindy Moreno, una veterana de mucha experiencia, dueña de la más antigua arena del oriente de la capital y con quien yo había tenido escarceos amorosos años atrás. “Ella tendrá muchos años sobre la lona, pero yo tengo juventud e inteligencia. Lo has comprobado,” matizó mientras ponía manos al masaje descontracturante con que iniciaba nuestro ritual amatorio. La dosis de relajación que ella requería después de la batalla era de total desconexión así que me esmeraba en poner en práctica los consejos de la mejor masoterapeuta integral especializada de Malibú House, el sitio donde nos conocimos. Era el espacio frecuentado por Chicano Power, mi partner en el cuadrilátero, después de la función dominical en la Arena Revolución. Masajear y estirar después de practicar pilates, con el objetivo de aliviar la tensión y la relajación de los músculos, mejorar la movilidad y evitar posibles lesiones, fue la tarea primordial de ella, nuestra masoterapeuta de cabecera.
Un día, Chicano cambió de empresa y de circuito y ella se esmeró en mí y pasamos de los masajes descontracturantes a los relajantes y sensitivos. Ahora el centro del bienestar operaba en el estrés diario y en el masaje de piso, thai y restaurativo. Nuestra terapia incluía lodo rosado y cuarzo rosa. Y entonces hablamos de masajes de moldeo y drenaje y de su sueño por la lucha libre. “Ponle color a la relajación” fue su guiño cómplice y decidida comenzó a usar mi máscara durante nuestros encuentros especiales. “Me gustaría incitar al público varonil”, me decía tras cada acometida. “Imagina estos incuestionables atributos físicos parcialmente ocultos por una máscara”, resolvía frenética.
El domingo siguiente, después de la función, hablé con el señor Gelman y se enroló cinco meses después en el bando de la Triple Alianza. Fui cómplice de su transformación y entrenamiento. La sutil masajista de gladiadores se volvió un arma mortífera. Eché mano de Xóchitl Carranza, quien me enseñó los secretos del pancracio, para que le compartiera lo mejor de sus tres décadas de maestría. Y su sabio consejo fue determinante para Lady Star: “Tienes que demostrar que eres mujer de la lucha libre profesional, porque es difícil que las niñas bonitas que se suben a un cuadrilátero, sólo para presumir sus encantos, derriben el papel de las que sí estamos preparadas. La belleza no está peleada con la inteligencia, pero hay que ser congruentes y para modelar y masajear hay otros espacios”.
Fuimos a Río de la Loza con el mascarero más antiguo de México, quien diseñó y produjo su máscara en tres semanas. El señor Gelman poco persuadido le había estrechado la mano menuda a la estrella de Malibú y le auguró notables momentos en el cuadrilátero. “Al ver unos ojos claros, una boca carnosa y un buen cuerpo, el público se podrá imaginar qué hay detrás de la máscara” -escupió Lady Star al señor Gelman. Un tiro de dados perfecto para su convencimiento. Ese sería su nombre de batalla y esa su máscara con la que llegó la primera ocasión que pisó las oficinas de la empresa asentada en Naucalpan. Esa noche fue la primera que cohabitamos amorosamente, enmascarados, y perfeccionamos la desarmadora, su llave de rendición más peligrosa.
Las divas de la WWE han implantado un estereotipo de belleza alejado de la imagen que prevalece en el imaginario común cuando se habla de luchadoras mexicanas, instaba Lady. Antes ser luchadora era un concepto diferente, hablando físicamente, mascullaba con insistencia, mientras la ejecución que hacíamos en pareja del medio cangrejo y la cruceta a las piernas sobrepasaba nuestra paridad erótica. Lady Star portó el estandarte de la belleza y del llaveo y contrallaveo a ras de lona. Fue su pasaporte, pero también una avalancha de críticas el día de su debut al lado de Jenny Blake y Carelaine, dos estadounidenses que la apadrinaron por órdenes de Kanon, líder de la Legión Extranjera, y que impactaron al público más por su cuerpo que por su técnica luchística. El señor Gelman ordenó que la naciente Chica Estrella abrazara como su himno el sencillo “Sexy movimiento” de Wisin y Yandel, mientras se dirigiera por el pasillo de gala rumbo al enlonado de seis por seis. Le iba a la perfección “tienes un cuerpo brutal / que todo hombre desearía tocar”, tarareó.
Ahí no paraba el apetito de Lady Star. Numerosos triunfos y la obtención del trofeo Reina de Corazones le abrieron excepcionales horizontes. En secreto, hizo mancuerna con Alexis Kostas, un gladiador moldavo, rudo, que había participado en la eliminatoria por el campeonato travesía de la Triple Alianza y provenía de la Asociación Nacional de Lucha Libre en Estados Unidos. Esa pareja le daría buenos dividendos. “Quería sentirme apoyada por alguien para ganar los Campeonatos Mixtos” me escupió por teléfono cinco semanas después de que la localicé durante su gira por la frontera sur del vecino del norte. “No debía conformarme, ansiaba más triunfos y campeonatos”, moderó su voz y justificó que debía sacar provecho a la experiencia internacional de Kostas. Participaría con él en la eliminatoria en el domo de la muerte, y en la final por el Campeonato Nueva Generación Extrema, luchó contra Black Bitch y Teseo. Ganaría dos ocasiones más el Campeonato Mundial Mixto en parejas y una el de Parejas Mixtas Triple al lado de Kostas y Sexy Amazona.
Fue memorable el duelo que sostuvo con Queen Christina, procedente de la SPWAcademy, a quien arrebató el título intercontinental. El mejor match femenil de aquel año según la revista norteamericana Ring of Fame. Hoy es una de las principales figuras mediáticas por su técnica, pasmosa belleza y sesiones fotográficas en revistas para caballeros. En el verano de ese año concursó en el primer Diva Search Contest que la World Wrestling Entertainment lanzó para reclutar nuevas superestrellas femeninas con un contrato por 250 mil dólares como premio para la ganadora. En septiembre se convirtió en la nueva Diva de Raw. Su siguiente rivalidad fue en la cima contra la legendaria Alice Wilson obteniendo el Campeonato Femenil de la WWE, su sueño dorado.
“¿Recuerdas que te dije que sería la inspiración de Lady Star? Lo supe desde el primer día de su adiestramiento” -me dijo Xóchitl Carranza. “Me sucedió lo mismo contigo, cuando llegaste por primera vez al gimnasio del Sr. Estrada para aprender a navegar en los dos estilos de lucha. Eras párvulo y candoroso y por eso mi espíritu y tesón labraron tus grandes dotes luchísticos para la rudeza”, revivió. “La ocasión que arrebaté la máscara a Pantera Negra, celebramos la victoria y mi elegante y arrojado estilo -dijiste”, remató. Xóchitl había contribuido a mi formación y a la de la nueva estrella de Norteamérica. Junto a Chela González y Pantera Negra, fue baluarte en la dignificación de las luchadoras profesionales de nuestro país. A su palmarés de alumnas aventajadas se sumarían Diosa Colibrí, Lady Quetzal, Hidra Misteriosa y la maestra Dulce Ivonne, de quien ahora me aplico en su formación.
Coincidimos en la Escuela de Bellas Artes. Yo impartía clase de Expresión Artística y Dulce Ivonne era la alumna más resuelta. Tocaba el piano magistralmente y era profesora de música en un Centro Integral de Desarrollo Infantil. En clase de Pedagogía Musical descubrimos que era mezzosoprano, sin embargo, un padecimiento clínico la limitó en la voz. Una noche, mientras cenábamos después de haber presenciado la última función de “Mónica y el profesor”, me soltó a bocajarro: “Mi cuerpo empezó a resentir tantas horas de estar en el piano. Así que ayúdame a buscar una actividad que me regrese la agilidad. Llevo algo de locura dentro de mí, algo extremo. Tú eres luchador y entiendes esta pasión secreta”. Le recomendé, entonces, el gimnasio de mi maestro Sangre Mestiza, un gladiador de titánica experiencia internacional.
“Salí vomitando, pero me sentí libre”, dijo el primer día de entrenamiento. “Tengo que acoplarme a la fuerza y a la agilidad de los hombres. Para la lucha se necesita aparte del valor, esconder el miedo. Esto me complementa como mujer y como luchadora en un futuro, ahora que tú y yo hagamos pareja en el encordado”, decretó. Dulce Ivonne era un portento de belleza física.
Después de meses de entrenamiento, nos aprestamos para su debut. Audaz, ha cambiado el piano por el ring. Entrena bajo mi mando y juntos embestimos sus desasosiegos con arduos entrenamientos en la arena de Cindy Moreno. Mi meta es colocarla en el circuito de los luchadores independientes y después en Triple Alianza. Y empoderarla también con la dantesca, mi llave maestra. Ella sueña en EU, en la división de los Knockouts de la TNA y competir en el evento de Future Legend.
Los anhelos de Dulce Ivonne evocan tenazmente a Lady Star, quien, entre contrallaveos amorosos y masajes descontracturantes, relajantes y sensitivos, colmó mi delirio. Su bravura contra los prejuicios machistas bastó para quedarse en mí. La única certeza pasado el tiempo y la distancia no fue solo la adrenalina y el apetito por su hermosura, consagración y su estrellato; debo admitirlo, también estuve enamorado de Lady Star.
Daniel Téllez (Ciudad de México, 1972). Poeta, profesor y estridentólogo. Ha publicado nueve libros de poesía, diez antologías literarias y es coautor de más de veinte títulos de crítica literaria, narrativa y ensayo. Ha sido colaborador de Luvina, Crítica, La Otra, Periódico de Poesía, La Cultura en México de la revista Siempre!, el blog de Letras Libres, Castálida, Círculo de Poesía, Revista Altazor, Tierra Adentro, Blanco Móvil, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea y Figuras Revista Académica de Investigación, entre otras. Textos suyos han sido traducidos al inglés, alemán, portugués y griego. Este año publicó los libros Vértices actualistas del movimiento estridentista (a más de un siglo de su irrupción) (Ediciones del Lirio)y la selección y prólogo de Alburemas del poeta Roberto López Moreno (Ediciones del Lirio-Círculo de Poesía).