En medio de una de las zonas con mayor exclusión y violencia de Ciudad Juárez, Johan Alberto Salcedo —conocido en el mundo del rap fronterizo como Street Sombra— emerge como testimonio vivo de que el arte puede abrir caminos donde todo parecía cerrado. Tiene casi 19 años, pero su historia refleja lo que significa crecer entre balaceras, carencias y callejones sin salida.
“Desde siempre ha habido muchos problemas en esa colonia. Muertes, robos, drogas… es muy común”, dice Johan al hablar de Del Safari, el lugar que ha sido su hogar desde los seis años. Ahí, entre casas improvisadas y calles de tierra, creció junto a su padre, su padrastro —a quien considera un verdadero padre— y sus cuatro hermanos. Su familia, dice, no tiene lujos pero sí lo esencial: “Somos pobres, pero contentos. Con la panza llena”.
Del Safari forma parte de un polígono identificado por el Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP) como zona de alta marginación, junto con colonias como El Mármol y Barrio Nuevo. La mayoría de sus habitantes trabaja en la maquila o en el comercio informal. Pocos terminan la preparatoria. Muchos, en cambio, son detenidos por delitos relacionados con drogas, según informes de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM).

Johan no niega su cercanía con ese contexto. Reconoce que estuvo a punto de terminar en el Cereso por estar “metido en cosas” cuando era adolescente. “No formaba parte de una pandilla del narco, pero sí andaba con una clica. Hacíamos desmadre, pero luego me di cuenta que eso no llevaba a nada”.
El giro llegó cuando conoció a Skritor-7, rapero y tallerista con más de 20 años de experiencia en el arte urbano. Lo invitó a participar en un taller de rap en uno de los Centros Comunitarios del Municipio. “Me gustó cómo se llevaba todo, me acoplé y me sentí parte de eso”, cuenta Johan, ahora con una gorra blanca que contrasta con su piel morena y su actitud serena.
Skritor-7 lo recuerda con claridad: “Johan traía todo el perfil para repetir los patrones que lo rodeaban, pero encontró en el rap una vía para contar su historia y cuestionar su realidad. No podemos dejarle todo al gobierno. Los artistas, los ciudadanos, tenemos que intervenir”.

Desde entonces, Johan escribe y rapea sobre lo que ha vivido. Una de sus canciones más crudas narra la historia de dos amigos de infancia que, tras una “loquera”, terminaron en tragedia: uno mató al otro. “Eran compas desde morrillos, pero el barrio, las drogas, cambian todo”, dice sin entrar en detalles. “Hay cosas que no se pueden contar”.
Las letras de Street Sombra hablan de familia, barrio, pérdidas y supervivencia. “El rap me ayudó a salir de lo ordinario, de seguir esa misma vida que llevaba, no estaba bien… y hoy soy feliz con el rap”, afirma mientras camina por la zona Centro, lejos —al menos por ahora— de las calles que lo marcaron.
Hoy, Johan tiene metas: retomar la preparatoria y seguir componiendo. “Hasta donde tope con el rap, lo demás, Dios dirá”, dice convencido.

La suya es una historia de resistencia, pero también de oportunidad. En su voz hay un mensaje para una ciudad herida, que aún puede sanar. Skritor-7 asegura que solo hace falta voluntad, paciencia y amor por la comunidad, como se trabaja en el Centro Comunitario Revolución Mexicana, ubicado sobre las calles Verdín y Codorniz de la colonia Granjas de Chapultepec.
“Es posible rescatar el tejido social, un joven a la vez”, dice mientras sonríe.