Entre el polvo del desierto, la memoria herida de los barrios y una narrativa que se atreve a cruzar los géneros, Alejandro Meléndez ha ido forjando una voz propia dentro de la literatura del norte de México. Originario de Chihuahua, su obra habita los márgenes y las contradicciones de una región marcada por la violencia, el desarraigo y, al mismo tiempo, por una entrañable vida comunitaria. Su escritura, que navega entre la violencia urbana, el erotismo y el terror, no solo recupera la tradición oral del norte, sino que la reinventa desde una mirada contemporánea que observa con agudeza las fracturas sociales.
Con la inminente publicación de Réquiem, una novela a la que el también escritor Héctor Arreola ha llamado “épica chola”, González se consolida como una de las voces emergentes más singulares del norte literario. En esta conversación habla sobre sus influencias, los desafíos de escribir lejos de los grandes centros editoriales, y la necesidad urgente de narrar —con belleza y crudeza— aquello que nos duele como país.
Originario de Chihuahua, el escritor y creador audiovisual es egresado de la Licenciatura en Letras Españolas por la UACH, donde co-dirigió el taller literario “Calíope” de 2007 a 2009. Su trayectoria artística incluye una activa participación en el grupo de teatro “Enrique Macín” (2006-2010) y en los colectivos de cortometrajes independientes “Rompecabezas Films” y “Kephera Films”, donde fue guionista y director de trabajos como Mary, Voces, Zombies y Paramnesia. En 2020 fue ponente en el Coloquio Internacional “Palimpsestos” con una reflexión crítica sobre rock, metal y migración. Dos años después, coescribió la novela Las vidas alquímicas de Emilio Quijano, obra ganadora del Programa Editorial Chihuahua (PECh) 2022, consolidando su presencia en la escena literaria del norte del país.
A continuación la entrevista completa:
1.- Háblanos de Réquiem, tu próxima novela, a la que han llamado épica chola
Esa obra fue revisada y tallereada por mi amigo, el escritor Héctor Arreola. De hecho, es él quien la calificó como una épica chola. La novela es una narración que pertenece al género de la violencia urbana. Nos narra la historia de tres personajes en dos momentos diferentes de sus vidas. La primera parte está ambientada en el final de la década de los noventa; la segunda, veinte años después, es decir, a finales de la década pasada.
Es una narración social y urbana. Trata, en su primera parte, de mostrarnos ese mundo chihuahuense de barrio que comienza a mancharse por la intervención del crimen organizado en su entorno. Muestra cómo esos pequeños guetos urbanos cambiarían para siempre, ya que muchos de estos pequeños grupos de cholos terminarían trabajando para organizaciones criminales.
La segunda parte del mismo nos muestra a los protagonistas de la historia en su etapa madura, tratando de continuar con sus vidas, pero intentando ayudar a su sociedad a su manera. Uno de ellos, desde el deporte, con un pequeño gimnasio de box en su barrio; otra, desde la educación, como una psicóloga y orientadora de una pequeña escuela en el mismo lugar; y el protagonista, un hombre que tiene que regresar a su barrio con la idea de ayudar a alguien, pero con el reto de enfrentarse a su pasado. De “Réquiem” diría que es una carta de amor hacia el mundo más simple de los viejos barrios, de esa época antes de que la violencia se sumergiera en ellos.
2.- ¿Cómo influye el paisaje y la vida en el norte de México en tu escritura?
Considerablemente. En casi todo lo que escribo hay tópicos muy norteños, muy chihuahuenses en específico: el clima árido, el polvo, la arena, el frío invernal, etc. En general, el clima de contraste está muy presente en mi narrativa y en mi poética. Y, temáticamente hablando, también. La violencia, la vida urbana, los barrios, el crimen organizado golpeando a la sociedad, etc., son recurrentes en mis historias.
3.- ¿Qué autores o autoras del norte han marcado tu voz literaria?
Es difícil decirlo. Lo que más leo es diferente a lo que escribo. Si hablara de mis influencias en general, diría que soy más cercano a la literatura gótica y de terror que a lo que manejo como escritor. El problema aquí es que, si vas a escribir de terror en México, no vas a hablar tanto de monstruos y fantasmas. Al mexicano promedio no le asusta eso, le asusta la violencia que vive en el día a día: asaltos, agresiones, corrupción, etc. Quizá por eso no hay una gran tradición de literatura de terror en nuestro país. De hecho, uno de mis proyectos próximos es una búsqueda de empatizar estos dos géneros. Escribí un libro de cuentos góticos —que, de hecho, aún estoy trabajando—, pero ambientado en este Chihuahua moderno y no en una Europa antigua. Por darte un ejemplo, tengo un cuento de una mujer que sufre ataques oníricos de un íncubo, pero es solo una metáfora del maltrato doméstico del que es víctima por parte de su marido. O tengo otro de un ángel caído, que cae en el desierto en Chihuahua, cerca de una carretera, y la confunden con una víctima de trata.
En ese sentido, hablar de influencias de autores del norte me resulta algo complejo. Aunque, claro, están autores que sí me han dado pautas, ejes temáticos con los que puedo identificar mi obra en función de sus búsquedas o estéticas. Por ejemplo, en los libros “El diablo me obligó” y “Simpatía por el diablo” de Haghenbeck —que luego se adaptó a la serie “Diablero” de Netflix—, podemos ver esa identidad México-americana, mezclada ya con elementos de fantasía y terror, algo así como lo que te cuento que intento hacer en mi libro de cuentos góticos.
También podría mencionar que tengo varias referencias a la explotación laboral y a la vida dura y peligrosa de las maquilas, algo muy presente en la escritora juarense Elpidia García, solo por darte un par de ejemplos.
4.- ¿Sientes que hay una identidad literaria fronteriza o norteña? ¿Cómo la definirías?
No sé si decir una identidad norteña o fronteriza como tal. Existen, creo, muchos tópicos recurrentes en autores del norte, eso sí. No importa el género: si es literatura policíaca, noir, narconarrativa, violencia urbana, incluso ciencia ficción o hasta literatura infantil, encuentras rastros de elementos recurrentes. Elementos climáticos, por ejemplo, como el desierto, el calor o el frío invernal. Y también elementos temáticos, como la multiculturalidad, la frontera, el trabajo industrial y, triste e inevitablemente, la violencia.
5.- ¿Qué retos enfrentas como escritor joven en una región alejada de los grandes centros editoriales?
Bueno, a veces es difícil, debo reconocer. Soy de la ciudad de Chihuahua y allí no existen tantas editoriales como en otras entidades. Conozco autores, por ejemplo, que han publicado cuatro o cinco libros, y que todos o casi todos han sido con editoriales fuera de la ciudad. Aparte de eso, también es complicado si escribes en ciertos géneros. Hasta hace no mucho, recuerdo a editores que no veían con buenos ojos a autores de géneros como el erotismo, policíaco, terror, ciencia ficción, etc., géneros a los que miraban como subliteratura. Afortunadamente, esto está cambiando. Hoy veo a muchos autores en mi ciudad escribiendo literatura infantil, noir, ciencia ficción y más, encontrando espacios editoriales donde colocar sus textos. Y, claro, también la tecnología ha ayudado a conectarse con editoriales de otras entidades y estados.
6.- ¿Qué papel juega la violencia o el desarraigo en tus historias, considerando el contexto regional?
Juega un papel central. Lo más presente en mis historias es el erotismo como elemento estético y la violencia como elemento temático. Mis estéticas son muy variadas. La primera novela que publiqué —en coautoría— era literatura fantástica, pero de allí en adelante, todo lo que he escrito tiene tres elementos permanentes: violencia urbana, erotismo y la búsqueda de la identidad personal.
La violencia está muy presente en mis textos y en los de muchos escritores compatriotas porque, lamentablemente, como sociedad vivimos inmersos en ella. De igual manera, creo, también está presente la necesidad de encontrar nuestra propia identidad, aquella que se diluye en un mundo tecnológico en el que el contacto con la otredad es cada vez más frío y distante y nos complica reconocernos a nosotros mismos.
7.- ¿Cómo equilibras la tradición oral del norte con las formas narrativas contemporáneas?
Trato de ser fiel a mis historias. Lo que intento contar en ellas está inmerso con el día a día de la sociedad en la que vivo, en este norte agreste, árido y complicado. Por eso la temática es recurrente, porque intento narrar historias desde mi percepción social y también desde mi percepción personal. En lo social, intento serle fiel a la sociedad en la que vivo. En lo personal, trato de ser introspectivo y mostrar algo que sea más universal para cualquier lector, pero sin dejar mi propia identidad.
En lo estético, me gusta experimentar y variar. Como dije, mi primera publicación fue un trabajo en conjunto, cercano al género de la literatura fantástica. Pero lo demás que he escrito y estoy escribiendo está o estará en búsquedas estéticas diferentes. Mi próxima novela, “Réquiem”, se acerca más al género de la violencia urbana; el libro de cuentos que terminé y estoy corrigiendo es de cuentos góticos; la nueva novela en la que trabajo será mi primer texto policíaco; y mi plan a futuro es escribir una novela o libro de cuentos de terror.
8.- ¿Qué temas consideras urgentes o necesarios contar desde el norte del país?
Bueno, como ya lo dije, creo que los sociales. Digo, es válido escribir de lo que el autor quiera. Válido y necesario. La diversidad nutre de perspectivas variadas a la literatura de una época o zona. Aunque, claro, hay temas que son claramente típicos de nuestra zona norteña, como los ya mencionados antes: violencia, crimen organizado, migración, etc.
Creo que muchos autores tocan estos temas y le dan esa identidad norteña porque ven lo necesario en exponer la realidad social. Vivimos en una línea fronteriza que normaliza la violencia, ya sea por música que hace apología a la violencia, el constante bombardeo de los medios con notas sobre ella o el lamentable día a día en el que la vivimos a diario. Como sociedad hemos comenzado a normalizarla. Eso es triste y preocupante. Y creo que es aquí cuando la literatura y el arte en general toman un papel fundamental: exponer los horrores de dicha violencia, para que no perdamos la claridad, para que entendamos que una vida rodeada de ella es anormal.
9.- ¿Cómo te acercaste por primera vez a las letras cuando eras niño?
Mi caso es un poco extraño. En realidad, el primer libro como tal que leí fue “Drácula”, de Bram Stoker, cuando estaba en secundaria. Me gustó mucho, pero no fue mi camino directo a la literatura. En esas épocas, y durante toda mi adolescencia, lo que más leía eran textos científicos primero y luego filosofía. Leía mucho sobre física y matemáticas en mi juventud —aún lo hago, trato de mantenerme informado—. La física me llevó a la filosofía y esta, de nueva cuenta, a la literatura, a la que ya conocía pero que no había tomado tan a fondo de inicio.
“Drácula” me llevó a “Frankenstein” y luego a mucha literatura del género. Fue en mis años previos a la universidad cuando me volví muy fanático de autores clásicos de ese género como Shelley, Poe, Lovecraft, Machen, etc. Luego, al entrar a la universidad a estudiar Letras, mi perspectiva y gusto se abrió a múltiples estéticas y géneros.
10.- ¿Algún tema que nos haya faltado, del que quieras conversar?
Quizá de la importancia de la literatura y del arte en general. Vivimos en una sociedad que aprecia el arte como un hobby o pasatiempo. Vemos una película, leemos un libro, escuchamos una canción para distraernos. Y eso no está mal, es una función del arte, pero no es la única. El arte va más allá de un pasatiempo. El arte es también catarsis, es empatía, es educación y conocimiento. Pienso que la primera vez que vi la película “Ciudad de Dios”, basada en la novela homónima de Paulo Lins, aprendí que la vida en una favela en Brasil no era tan diferente a la vida en un barrio pobre de mi natal Chihuahua o en cualquier barrio pobre de Latinoamérica en general.
En una sociedad digital que aleja cada vez más a los individuos, que los aísla, el arte puede ser una comunicación empática entre el individuo y la otredad. El arte sensibiliza y une. Y es, creo, una necesidad darle la debida importancia, apoyarlo y fomentarlo.