Armando González Torres, nació en la Ciudad de México, en 1964. Es poeta y ensayista. Publica en diversas revistas y suplementos de su país y del extranjero. Ha ganado varios premios literarios nacionales en las ramas de ensayo y poesía, como el “Gilberto Owen”, el “Alfonso Reyes” y el “José Revueltas”, entre otros.
En esta conversación, reflexiona sobre el papel cambiante de la poesía, su función social y la emancipación del lenguaje. Habla también de su acercamiento a la literatura desde la infancia, su visión sobre los premios literarios y la importancia de la autocrítica en el proceso creativo.
Con lucidez y humor, aborda temas como las “mafias literarias”, la crítica académica y el estado actual de las letras mexicanas. Su mirada, entre el escepticismo y la pasión, revela la madurez de un autor que continúa explorando el poder de la palabra.
-¿Qué es la poesía?
La poesía es un fenómeno artístico cambiante en el tiempo y, por mencionar un ejemplo, mientras que, en la modernidad, sobre todo a partir del romanticismo, suele concebirse a la poesía como un medio de expresión de la individualidad, en el periodo clásico griego se desdeñaba el aspecto personal de la lírica y la poesía era considerada un bien social que debía educar a la colectividad y que se expresaba a través de la épica o la tragedia.
Sin duda, en la vida moderna, la función social de la poesía y la representación del poeta han sufrido mutaciones radicales. Si en la antigüedad la función histórica de la poesía consistía en fundir la experiencia personal con el arquetipo social, en la época moderna la poesía pierde su capacidad de convocatoria a nivel más amplio y se orienta, ya no sólo al individuo, sino en ocasiones al mero lenguaje.
En particular, con ese desencanto del mundo, la poesía pierde mucho de su poder de convocatoria social, aunque gana en autonomía, es decir, logra su emancipación de otros imperativos de orden político o religioso y se enfoca en la búsqueda de una significación meramente estética. Esta poesía emancipada no siempre se asume como un lenguaje común y unitario que busque una comunicación emotiva o utilitaria y constituye, más bien, un extrañamiento deliberado del lenguaje, una desnaturalización. De modo que la poesía moderna, si bien parte de un patrimonio colectivo que es el lenguaje, se caracteriza por transformar dicho patrimonio, retirarle su inteligibilidad inmediata y darle un valor y una función completamente distinta a la de la lengua habitual.
-¿Qué influencias culturales marcaron tu infancia?
No provengo de una familia letrada y en mi casa no había libros, comencé leyendo historietas y, de manera azarosa, a través de historietas insólitas como Kalimán, que introducía al héroe en el mundo de la Ilíada o por las ediciones de clásicos ilustrados, tuve un contacto con lo que podríamos llamar literatura más seria y me convertí en un lector precoz.
-Ganaste muy joven un premio importante ¿qué significan los premios?, ¿qué determinan?
En realidad, entre tardíamente al mundo literario. Gané el premio de poesía Gilberto Owen a los 31 años, lo cual no me parece una edad tan lozana. Creo que una de las funciones de los premios es precisamente introducirte en la vida literaria, darte estímulo. Sin embargo, desconfío de los escritores especializados en ganar premios y creo que hay escritores notables sin premios y escritores mediocres con muchos premios.
-¿Cómo saber cuándo un poema es bueno o malo?
Si es un poema propio, primero hay que distanciarse un poco, tanto temporal como emocionalmente (dejarlo un periodo en el archivo) y después juzgarlo con la mayor objetividad posible, aplicando los criterios que aplicamos a otros textos poéticos. Desde luego, también es importante someterlo a otros ojos y opiniones; por ejemplo, en una tertulia, en un taller o, incluso, en las redes sociales y plataformas electrónicas. Todas las formas de obtener retroalimentación son valiosas.
-“Sobreperdonar” es un concepto interesante, ¿me lo puedes explicar?
Es el título de un libro mío en torno al acto del perdón que argumenta contra la idea habitual de que perdonar siempre es sano y señala que hay muchos matices y modalidades del perdón o del no perdón. A lo largo de este libro, múltiples personajes, situados en muy distintas épocas y circunstancias límite, víctimas o perpetradores de los peores males, discuten en torno al perdón.
-¿Cómo ves el estado actual de la crítica en México y América Latina?
Tengo la impresión de que gran parte de esta actividad se ha refugiado en la academia, utiliza una jerga especializada y hace un trabajo más de condenas y reivindicaciones históricas y sociológicas, que de apreciación literaria. En este sentido, extraño la crítica en los espacios periodísticos y las publicaciones culturales, que es más una invitación a la lectura.
-Según tu experiencia, ¿existen las mafias literarias?
Sí, creo que, por la sacralización de la actividad artística, este es uno de los ámbitos menos escrutados y donde existen mayores posibilidades de ejercer arbitrariamente recursos y poderes, y traficar prestigios e intereses.
-¿Cómo ves la salud actual de la literatura mexicana? ¿Quiénes son tus escritores favoritos, vivos?
Creo que hay una importante variedad de perspectivas y apuestas estéticas y a mí me gustan, desde poetas y narradores de las generaciones inmediatamente precedentes, como Francisco Hernández, Marco Antonio Campos, Víctor Manuel Mendiola y Enrique Serna, hasta contemporáneas, como Mariana Bernárdez y Carla Faesler.
-¿Cómo es un día ordinario en tu vida? ¿A qué hora escribes?
Tengo un trabajo de oficina, así que escribo en cualquier momento disponible, sean los tiempos muertos de la rutina o, bien, por la noche.
-¿En qué trabajas actualmente? ¿Qué estas escribiendo y cómo te gustaría ser recordado?
En ensayo, trabajo en un libro con breves estampas sobre las diversas etapas de la cultura de la conversación, desde los diálogos platónicos, hasta las conversaciones digitales actuales, pasando por los salones impulsados por las damas francesas de la nobleza o las tertulias hispanoamericanas. En poesía, desde hace años tengo la disciplina de saludar al amanecer con un trío de aforismos y actualmente estoy fusionando y depurando el material resultante.
González Torres es autor de alrededor de veinte libros, entre ellos, volúmenes de poesía, como Los días prolijos y La peste; y de numerosos textos de ensayo y aforismos, entre los que destacan: ¡Que se mueran los intelectuales!, Las guerras culturales de Octavio Paz, La lectura y la sospecha, Sobreperdonar y Salvar al buitre.