No nos olvidemos de que las causas de las acciones humanas
suelen ser inconmensurablemente más complejas
y variadas que nuestras explicaciones posteriores sobre ellas.
Fiodor Dostoievski
Hace algunos años apareció una película mexicana bastante interesante, titulada Mexican Gangsters, basada en hechos reales sobre la vida y acciones de un peculiar delincuente llamado Alfredo Ríos Galeana, un asaltabancos con una inteligencia que superaba a los policías.
En la trama —como también se consigna en archivos periodísticos y diversas carpetas de investigación— no podían atrapar al llamado charro enmascarado, porque su lógica no correspondía ni con la lógica imperante en el mundo del hampa ni con la de los agentes investigadores. En ese terreno, no había oficial suficientemente hábil para superar la sagacidad del criminal.
Al final, cuando lo atrapan, es gracias a un consejo que le da el padre del investigador en la trama, basado en un cuento del escritor norteamericano Edgar Allan Poe. Le dice: “¿Por qué, si ya sabes que el criminal es más inteligente que tú, sigues tratando de atraparlo con base en esta lógica?”. Palabras más, palabras menos, el agente termina por utilizar la estrategia de atrapar a otro miembro de la pandilla, quien acaba por entregar al jefe.
Poe, en voz de Dupin, explica el método basándose en una especie de psicoanálisis del adversario, poniendo como ejemplo a un colegial:
“Conocí a uno que tenía ocho años y cuyos triunfos en el juego de ‘par e impar’ atraían la admiración general. El juego es muy sencillo y se juega con bolitas. Uno de los contendientes oculta en la mano cierta cantidad de bolitas y pregunta al otro: ‘¿Par o impar?’ Si éste adivina correctamente, gana una bolita; si se equivoca, pierde una.
El niño de quien hablo ganaba todas las bolitas de la escuela. Naturalmente, tenía un método de adivinación que consistía en la simple observación y en el cálculo de la astucia de sus adversarios.
Supongamos que uno de éstos sea un perfecto tonto y que, levantando la mano cerrada, le pregunta: ‘¿Par o impar?’ Nuestro colegial responde: ‘Impar’, y pierde, pero a la segunda vez gana, por cuanto se ha dicho a sí mismo: ‘El tonto tenía pares la primera vez, y su astucia no va más allá de preparar impares para la segunda vez. Por lo tanto, diré impar.’ Lo dice, y gana.
Ahora bien, si le toca jugar con un tonto ligeramente superior al anterior, razonará de la siguiente forma: ‘Este muchacho sabe que la primera vez elegí impar, y en la segunda se le ocurrirá como primer impulso pasar de par a impar, pero entonces un nuevo impulso le sugerirá que la variación es demasiado sencilla, y finalmente se decidirá a poner bolitas pares como la primera vez. Por lo tanto, diré pares.’ Así lo hace, y gana.
Ahora bien, esta manera de razonar del colegial, a quien sus camaradas llaman ‘afortunado’, ¿en qué consiste si se la analiza con cuidado? Consiste en la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente.”
Bien, ambos ejemplos sirven de marco para tratar de entender la situación criminal por la que sigue atravesando nuestro país y sus entidades federativas, incluido el estado de Chihuahua. La lógica del gobernante, que aún sabiéndose inferior tácticamente al crimen organizado, decide continuar en el terreno donde estadísticamente sabe que será rebasado. Ni deciden romper con la lógica empleada por el criminal; al contrario, deciden entrar en el terreno donde el crimen es amo y señor, y un ente totalmente predominante.
Digamos: mientras el crimen sólo se dedica a delinquir, el gobierno es solo una de las áreas de su competencia. Por lo tanto, el crimen se ha graduado con honores en ese ámbito, mientras la autoridad solo ha jugado un papel donde ni siquiera ha logrado graduarse. Más si se considera que el juego del poder y la democracia ha dictado que los gobernantes tienen periodos cortos, lo que impide la continuidad en los mandos de las estructuras del orden necesarias para una estrategia eficaz contra el crimen, llámese delincuencia del orden común, faltas administrativas o delitos federales.
Por lo tanto, la estrategia debería tener un desplazamiento epistemológico: hacer una combinación de disciplinas que puedan superar la disciplina de delinquir, romper la lógica del criminal, llevarlo a otros terrenos donde no se ha enfrentado, para de esta manera poder hacer mella en sus estructuras.