Magali Velasco, escritora y académica, ha consolidado una trayectoria marcada por una sensibilidad literaria que atraviesa tanto la ficción íntima como el género negro. Su más reciente novela, Cocodrilos, merecedora de una mención honorífica en el IV Concurso de Novela Ventosa-Arrufat y Fundación Elena Poniatowska Amor A.C., nos adentra en un Veracruz cargado de luces y sombras. En esta historia, un fotoperiodista persigue la verdad detrás del asesinato de su mentora en un contexto de violencia, desapariciones e injusticias.
Velasco, quien ya había dejado huella con su premiada colección de cuentos Vientos machos y su celebrada novela Cerezas en París, reflexiona en esta entrevista sobre el arduo proceso de construir ficciones enraizadas en realidades desgarradoras. Desde su acercamiento a las artes en su infancia hasta su fascinación por el tejido social que enmarca su escritura, la autora comparte sus influencias, preocupaciones y la constante búsqueda de una prosa capaz de emocionar.
Velasco, quien se define en corto como una persona muy aferrada, tanto para bien como para mal, habla de las diferencias entre sus libros, los retos de abordar temas sensibles desde la literatura. A la autora nacida en Xalapa, Veracruz, e cuesta estar quieta o tranquila, salvo cuando se ve obligada por la enfermedad, un estado que también le permite ser introspectiva.
Es nostálgica, ya no tan fiestera, pero disfruta cocinar y recibir a sus amigos y familia, siempre encantada de ser anfitriona. Su curiosidad es uno de sus rasgos más destacados, aunque confiesa que le cuesta estar quieta o tranquila, salvo cuando se ve obligada por la enfermedad, un estado que también le permite ser introspectiva.
A continuación, presentamos la entrevista completa:
–Tu novela Cocodrilos obtuvo una mención honorífica en el IV Concurso de Novela Ventosa-Arrufat y Fundación Elena Poniatowska Amor A.C. ¿De qué trata esta historia?
“Es la historia del fotoperiodista Santiago Becerril, tras el silencio de aquellos que ya no tienen voz. En el puerto de Veracruz, asesinan a la notable periodista Amanda González, mentora y amiga de Santiago, quien debe decidir entre desandar los pasos de su maestra y dar con la verdad que ella estaba por revelar o cuidar a su propia madre, que sufre una aguda misofobia.
En medio de un escenario de mar, fiesta y turistas, Santiago enfrenta la fuerza con la que los muertos claman su lugar, el horror de las mujeres del colectivo Luz y la perseverancia de una memoria que se niega a olvidar. ¿Cómo lograr justicia para Amanda González si las mujeres continúan rascando la arena, rastreando “tesoros”, como las madres llaman a los cuerpos de los desaparecidos?
El puerto se transforma en un rompecabezas de pistas y mapas que llevará al lector, junto con Santiago y su novia, la arqueóloga Daniela Aburto, al descubrimiento de un hecho que, a la fuerza, abrió los ojos de todo un país y lo obligó a ver las fauces de los cocodrilos del poder.
-¿Cómo surgió la idea para Cocodrilos?
Cocodrilos es una novela inspirada en las trayectorias de periodistas que dejaron huella en Veracruz, como Regina Martínez, asesinada el 28 de abril de 2012 durante el sexenio de Fidel Herrera. (https://forbiddenstories.org/es/regina-martinez-sur-les-traces-dune-verite-enterree/), y Rubén Espinosa, fotoperiodista asesinado en la Ciudad de México el 31 de julio de 2015, por instrucción del gobierno de Javier Duarte (https://www.razon.com.mx/mexico/ruben-espinosa-fotoperiodista-torturado-asesinado-narvarte-508292). La novela sintetiza eventos basados en hechos reales, documentados en la prensa local y nacional durante dos sexenios marcados por el terror en Veracruz. En 2023, se filmó la película homónima, dirigida por mi hermano J. Xavier Velasco, autor del guion original, con el apoyo y la producción de los Fondos para el Cine Mexicano EFICINE 189. https://plumaslibres.com.mx/2023/06/22/culmina-rodaje-de-pelicula-cocodrilos-en-veracruz/
-¿Qué diferencia existe entre Cerezas en París, que tuvo un gran recibimiento de la crítica y los lectores, y Cocodrilos?
Son dos novelas de géneros diferentes. Cerezas es intimista y con rasgos de autoficción, ya que algunos datos provienen de mi propia historia familiar y como xalapeña; Cocodrilos pertenece al género negro, una novela criminal que ocurre en el puerto de Veracruz, trabajada a partir de datos investigados en reportajes y notas periodísticas, a manera de palimpsesto, con el objetivo de crear una filigrana de sucesos reales recreados en una ficción narrativa y dramática. La resolución de escritura que me pareció más honesta para abordar temas tan sensibles como los asesinatos a periodistas o las desapariciones forzadas fue mediante la investigación, lectura y registro de testimonios, reportajes, notas periodísticas y entrevistas.
Recuperé estas huellas de otras escrituras para engarzar la historia de Santiago Becerril. Creo que lo que une a ambas novelas, o lo que me gustaría que así se percibiera, es mi interés por lograr una prosa cargada de emoción, que los sentidos se trasladen de la página a la imagen y a las sensaciones que los lectores puedan experimentar desde su subjetividad. Eso me gustaría mucho, aunque no sé si se logró.
-En 2004 ganaste el Premio de Cuento Juan José Arreola con Vientos machos, y tu primera novela, Cerezas en París, fue publicada en 2022, 18 años después. ¿Por qué pasó tanto tiempo antes de dar el salto del cuento a la novela?
En mi caso, las historias que me vienen a la mente y me inspiran a contar eligen su formato. Seguí escribiendo cuento hasta que sentí la necesidad de sacar la historia de Cerezas en París, que nació de mi nostalgia por Xalapa. Antes de eso, publiqué junto con el artista plástico Gerardo Vargas un cuento largo, El norte de Bruegel (la prosa más extensa que había escrito y que no pensé lograr), que ya era un diálogo nostálgico entre una xalapeña viviendo en Ciudad Juárez y un chihuahuense en Xalapa. Así, Cerezas comenzó a gestarse en la frontera y la terminé en mi terruño (aunque pasó tiempo porque fui mamá, y esa es otra historia).
-Algunos te consideran una de las autoras más representativas de tu estado, mientras que otros destacan tu interés por dar visibilidad a las artes veracruzanas en el panorama nacional. ¿Qué opinas al respecto?
No sabía que me pudieran considerar para tal distinción, me sorprende y lo agradezco. Supongo, y me gusta pensarlo así, que tiene que ver con el trabajo realizado a lo largo de los años. Soy profesora de tiempo completo en la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana y, antes de ello, fui, con mucha felicidad, parte del Departamento de Literatura Hispanomexicana de la UACJ. En esos años, impartí un curso sobre literatura veracruzana y fue una grata sorpresa descubrir que sí era posible armar un curso completo con escritores y escritoras nacidos en Veracruz, muchos de los cuales tienen un impacto tanto a nivel nacional como internacional.
En Xalapa, tuve también la oportunidad de enseñar sobre Literatura del Norte, la Frontera y el Género Negro. Me llena de satisfacción poder contribuir a abrir el canon académico, incluyendo voces que quizás no han recibido la valoración que merecen. Además, me apasiona la gestión cultural. Aunque no estudié formalmente lo que hoy se enseña sobre este campo, siempre lo he practicado y me da mucho gusto apoyar el trabajo de colegas de diversas disciplinas artísticas.”
-Desde tu perspectiva, ¿cuáles son las tres autoras de literatura en español que actualmente están marcando un impacto en la escena internacional?
Mariana Enríquez, la conocí gracias al crítico peruano Julio Ortega que nos juntó a ocho escritoras una FIL 2007 en el foro “Novísimas narradoras”, éramos de México, Argentina, Chile, España y de Nicaragua; gran ojo el del maestro Ortega. Me emociona que Mariana Enríquez sea tan reconocida y premiada, que Lina Meruane lo sea también y Liliana Blum.
Pienso en este suceso porque es un ejemplo de cómo se van formando trayectorias con base en el trabajo constante. La nuestra es una carrera de resistencia y constancia, como cualquier otra, dirán; sí, pero me refiero a que, de pronto, puede olvidarse el propósito de la escritura, que necesita de sus tiempos para madurar. No me gusta la escritura apresurada en ser publicada, la idea de estar “produciendo” desde una perspectiva de mercado, en donde la novedad dura medio día.
-¿Cómo percibes el panorama literario nacional? ¿Crees que está fuertemente influenciado por la violencia y el deterioro del tejido social?
Es inevitable no hablar de lo que te preocupa, ocupa, cuestiona e interpela. Uno es libre de escribir sobre lo que te provoca eso… o no escribir sobre ello. Hay necronarrativas porque nos rodean, y creo que, si decides hablar sobre ello, el reto es cómo, no sobre qué. En cuanto a la comunidad lectora, hay quienes son fieles a consumir novela negra y otros que la repudian; prefieren temas que no les recuerden lo que ya está a la vista, y también es válido.
-Se dice que la niñez marca profundamente a un escritor. ¿Cómo influyó tu infancia en tu obra?
Gracias a mucha terapia, entendí y acepté que fui una niña melancólica e hipersensible (y ahora soy una mujer igual, ni modo), y esto marcó mi infancia, que fue plena porque sigo teniendo la fortuna de contar con una familia muy amorosa que, además, me acercó a las artes y a las humanidades. Diría que la influencia de mi niñez sería la presencia del amor hacia otras personas, la posibilidad de los lazos cuando existen, el dolor de la pérdida cuando se rompen.
-¿Qué libros marcaron un impacto significativo en tu vida durante aquellos primeros años?
Las batallas en el desierto de José Emilio Pachecho; El principito de Antoine de Saint-Exupéry, El niño de goma: cuentos de escritores rusos clásicos del siglo XIX sobre niños, con autores como Anton Chejov, Ivan Turgenev y Leo Tolstoi, y la serie japonesa Candy Candy creada por Yumiko Igarashi y Keiko Nagita, terminó de darme en la torre con mi educación sentimental, jeje.
-Finalmente, ¿cómo describirías a Magali Velasco más allá de su faceta como escritora?
Soy muy aferrada (para bien y para muy mal), nostálgica, ya no tan fiestera pero me encanta cocinar y recibir a mis amigos y familia, me gusta ser anfitriona, soy curiosa y aunque quisiera y debería, me cuesta estar quieta o “tranquila” (hasta que me enfermo, no queda de otra, y en ese tiempo me ayuda a ser introspectiva también).