Bob Dylan y Alice Cooper, dos leyendas del rock, enfrentaron accidentes que casi les costaron la vida, separados por 22 años. Estos momentos de peligro llevaron a ambos íconos a reflexionar sobre su lugar en el mundo del rock y la vida misma. Dylan, con su choque en una motocicleta, y Cooper, con la guillotina que usaba en sus presentaciones, vieron su existencia tambalear, lo que los obligó a redescubrir el significado de su música y legado en la historia del rock.
El 29 de julio de 1966, Bob Dylan vivió un accidente que marcaría un antes y un después en su vida y carrera. La estrella del rock salió de su casa montando una motocicleta Triumph Tiger 100 y, en circunstancias poco claras, perdió el control y se estrelló en una carretera cercana a su hogar. Aunque no se conocen muchos detalles sobre el incidente, medios estadounidenses reportaron que Dylan sufrió heridas en la cabeza y el cuello. Este episodio, en lugar de perjudicarlo, se convirtió en una oportunidad para el cantante de tomar distancia de la intensa fama que ya lo envolvía y pasar más tiempo con su familia.
El accidente ocurrió en el punto álgido de su carrera, poco después del lanzamiento de Blonde on Blonde, su séptimo álbum, que había consolidado su posición como una de las figuras más influyentes del rock. No obstante, después del accidente, Dylan decidió retirarse del ojo público durante varios meses, lo que generó especulaciones sobre la gravedad de sus heridas. Durante este tiempo, se mantuvo en su hogar, alejándose de las giras y de las demandas constantes de los medios.
Muchos críticos y periodistas coinciden en que el accidente en motocicleta marcó un punto de inflexión en la vida de Dylan. Hasta ese momento, había sido un ícono indiscutible del rock, conocido por su energía eléctrica en los escenarios y su estilo abrasivo. Sin embargo, tras su retiro temporal, Dylan emergió con una actitud más relajada y un enfoque musical más introspectivo. Abandonó la imagen de estrella de rock y adoptó una vida más privada, dedicándose a la composición de canciones y evitando el frenesí de la fama.
El resultado de este cambio de enfoque fue el lanzamiento de John Wesley Harding en 1967, un disco que contrastaba radicalmente con sus trabajos anteriores. Mientras Blonde on Blonde era una obra maestra de complejidad sonora, John Wesley Harding presentaba un sonido más simple y acústico, reflejando el nuevo estado mental de Dylan. Este álbum representaba su reacción a los años frenéticos previos y a la necesidad de encontrar un equilibrio en su vida.
El accidente no solo le permitió a Dylan reinventarse, sino que también abrió una nueva etapa en su carrera. En los años siguientes, lanzó otros discos igualmente icónicos, como Blood on the Tracks (1975), considerado por muchos como una de sus obras más personales y emocionales, y Time Out of Mind (1997), que revitalizó su carrera con un sonido más contemporáneo.
A través de este proceso, el accidente de 1966 se convirtió en un catalizador para la evolución artística de Bob Dylan, permitiéndole encontrar un nuevo camino en su música y en su vida personal.
Otro accidente muy sonado en los pasillos rockaronleros, es de Alice Cooper. No fue en una carretera, ni en su casa o en una fiesta, sino en el escenario, en pleno ensayo previo a un concierto. En el auge de su carrera, Cooper, cuyo verdadero nombre es Vincent Damon Furnier, era conocido no solo por su música sino por sus extravagantes y macabros espectáculos en vivo. Durante esos años, sus conciertos eran una mezcla de teatro gótico, efectos especiales y narrativa oscura, llevando a los límites las presentaciones en vivo con escenas sangrientas y aterradoras. Atraía a miles de seguidores fascinados por su estilo oscuro y provocador.
Sucedió el 7 de abril de 1988 en el estadio Wembley de Londres, Inglaterra. Desde la década de 1970, el número de la guillotina se había convertido en un elemento fundamental de sus conciertos, donde aparentemente Cooper «perdía la cabeza» frente a una multitud enardecida.
El acto era siempre un momento casi mágico en el show, un clímax de su espectáculo teatral que combinaba su oscura teatralidad con una música demoledora. Cooper, un maestro del espectáculo, sabía cómo mezclar el horror con el rock, y la guillotina era una de sus marcas registradas.
Las personas de su staff que estaban presentes en el ensayo entraron en pánico. El equipo técnico y los asistentes cercanos corrieron hacia la guillotina para detener el mecanismo, mientras Cooper permanecía sorprendentemente tranquilo, como si estuviera en shock por lo que acababa de suceder. Durante años, Cooper había perfeccionado su acto, pero este fue el más cercano a un desastre real. Algunos de los técnicos comentaron después que era la primera vez que veían a Cooper tan vulnerable, sin su máscara de rockero inmortal y sin su característico humor negro.
“Todo tiene un límite de uso, y después de tantos conciertos no pensé en cambiar la cuerda. En un instante se partió, y pude oír como la soga golpeó mi barbilla. No sé cómo, pero reaccioné inmediatamente echando mi cabeza hacia atrás, de modo que mi cabeza se deslizo fuera de la soga. Debí reaccionar en una fracción de segundo, porque si la soga se hubiera agarrado alrededor de mi cuello, el desenlace hubiese sido otro. Caí al suelo y perdí el sentido”, explicó despuñes en una entrevista.
Alice Cooper continuó usando la guillotina en sus conciertos a lo largo de los años, pero el incidente del 7 de abril de 1988 lo marcó profundamente. Años después, Cooper reconoció que el accidente le hizo replantear su propia mortalidad y la delgada línea entre la teatralidad y el peligro real. “Siempre pensé que el escenario era mi lugar seguro, pero ese día me di cuenta de que incluso en el rock’n’roll, nada está garantizado”, confesó Cooper.