Leonardo da Jandra, nació en 1951 en Chiapas, México. Poco antes de cumplir un año sus padres se lo llevaron a vivir a Arousa, Galicia. Estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y posteriormente se trasladó a la Ciudad de México, donde asistió a la maestría en “Modelos de transición” en la Facultad de Economía de la UNAM con la maestra Mercedes Urriolagoitia y al doctorado en “Filosofía de la matemática” en la UNAM con el filósofo Mario Bunge.
En 1979 se instaló a vivir con su compañera, la pintora Raga García Arteaga, en Huatulco, en un paraje paradisíaco de la costa oaxaqueña. Allí vivieron de la caza y de la pesca durante casi treinta años (ver en You Tube: Parque Nacional Huatulco origen(1/1) y (1/2)), hasta que, por oponerse a la privatización del Parque Nacional Huatulco, que ellos mismos contribuyeron a fundar en 1998, con la ayuda de intelectuales, artistas y poetas, fueron desalojados injustamente por el Fondo Nacional para el Turismo (FONATUR) en 2006, sin ninguna indemnización a pesar de tener papeles comunales desde 1980, cuatro años antes que llegara FONATUR.
Su novela Samahua ganó en 1997 el Premio de Literatura IMPAC.
-¿Qué imágenes o recuerdos guardas de tu infancia en España que consideres fundamentales en tu formación como pensador y escritor?
Definitivamente, el mar de Arousa y la lectura de unos tebeos que narraban gráficamente las aventuras del Capitán Trueno (época medieval) y del Jabato (imperio romano) por todo el planeta. De ese mar heredé mi pasión por la pesca; y de los comics mi pasión por la aventura.
-¿Hubo algún libro, autor o experiencia que te marcara en tu juventud y te orientara hacia la filosofía?
En el pueblo donde crecí había una sola librería, cuyas propietarias eran dos hermanas viudas de republicanos. Allí compraba los cómics antes mencionados, y allí también encontré dos libros que me atraparon cuando tenía quince años: Así hablaba Zaratustra, de Nietzsche, y El misterio de las catedrales, de Fulcanelli.

-En un tiempo donde predomina la inmediatez y la opinión rápida, ¿qué representa para ti la figura del filósofo? ¿A qué crees que se debe que hoy haya menos figuras filosóficas visibles que en otras épocas?
Es claro que la humanidad entera atraviesa un periodo de decadencia, que se caracteriza por una sobredeterminación de lo visual, lo oral y lo genital y un menosprecio generalizado de la mente y el espíritu. La filosofía es fundamental para darle significación a nuestros actos y a todo lo que nos rodea; la ciencia tiene que ver con hechos, la espiritualidad con valores; pero sólo la filosofía, a través de la complementación de la mente y el espíritu, puede darle significación al mundo. Estoy plenamente convencido de que, en dos o tres generaciones, los personajes referenciales que hoy seducen a los jóvenes dejarán de ser deportistas, actores y cantantes, y entonces volverán a ser valorados los grandes aportadores de la mente y el espíritu.
-¿Qué te llevó a retirarte al monte en Huatulco durante tantos años?
Desde muy joven, el trópico se convirtió en el espacio soñado para realizar mi utopía. Después de casi una década inmerso en el convulso sueño revolucionario de la UNAM, conocí la costa de Oaxaca y me entregué de lleno a mi proyecto utópico: vivir con lo mínimo y dividir mi tiempo entre la pesca, la caza, la escritura y la lectura.
-¿Cómo definirías hoy la identidad cultural mexicana?
El tema de la identidad siempre ha sido una obsesión para mí. Hace tres décadas, en La Hispanidad: fiesta y rito, ubiqué a México en el centro de la cultura hispana. Hoy esa centralidad es más clara que nunca, y, a pesar de las locuras del actual presidente de Estados Unidos, estoy convencido de que la identidad mexicana -basada fundamentalmente en sus fiestas y sus ritos- va a jugar un papel determinante en todo el continente americano.
-¿Cuál consideras que ha sido tu mayor aprendizaje de la vida?
Creo firmemente que el ser humano sólo aprende a través de la experiencia, y mi experiencia vital estuvo muy marcada por la soberbia y la duda. Hace ya más de treinta años que me vi obligado a enfrentar el fondo del abismo existencial, y mediante un proceso revelador pude acceder a la verdadera esencia del espíritu. Desde entonces me considero un aprendiz permanente y me preparo día a día, con humildad y agradecimiento, para dar el salto cósmico.

-¿Cómo es un día normal en tu vida?
Siempre he sido muy metódico. Hago ejercicio muy temprano (caminar, karate y yoga) y luego escribo y leo. Por las tardes trato de encontrar algo que valga la pena en el mundo virtual, pero la mala calidad de las series me confirma que estamos a merced de unos mercachifles que únicamente se interesan por acumular más riqueza a través de obras estupidizadoras, carentes de trascendencia.
– ¿Cuál crees que debería ser la función del intelectual en la vida política del país?
En los tiempos de caída como el actual, se promueve perversamente la separación de la vida de la obra. La consecuencia inmediata de esta separación es la total carencia de ética. Yo relaciono la moral con la religión y la ética con la filosofía. Si el intelectual le da la espalda a la ética es inevitable que la sociedad entera se deje seducir por la corrupción y el vicio. La Historia nos confirma fehacientemente que, cada vez que el intelectual se acerca al poder, no se hace más sabio el poderoso, sino más perverso el sabio. En algunos de mis libros, sobre todo en La gramática del tiempo, le dediqué la atención debida a este tema.
-¿Qué lugar ocupa el amor en tu pensamiento?
Durante muchos años no pude vencer mi propensión de origen paterno a la confrontación y la violencia. Pero hoy estoy totalmente convencido que sólo a través del perdón y del amor podemos superar la nefasta animalidad que nos encadena a una dinámica de intolerancia y egocentrismo.
-¿Hay algo en lo que estés trabajando actualmente y que quieras compartirnos?
Después de la publicación de la Trilogía distópica, El eterno aprendizaje, tomé la decisión de ya no escribir más narrativa. Actualmente estoy dedicado al que espero sea mi último libro de filosofía, y que se titula Principios de filosofía cósmica. Se trata de una delimitación esclarecedora de los dominios del cuerpo, de la mente y del espíritu…
Leonardo da Jandra es autor de la polémica tesis filosófica de doctorado: Totalidad, Seudototalidad y Parte (Joaquín Mortiz, 1990), en la que expone su sistema y método. En el año 2014 la editorial española Atalanta publicó su ensayo Filosofía para desencantados. Es un cuestionador profundo de los modelos unidireccionales de la cultura moderna. Ha publicado más de treinta libros. Autor de culto cuyas novelas referenciales son Entrecruzamientos I, II y III (Trilogía de la identidad) y Huatulqueños, Samahua y La almadraba (Trilogía de la costa). Sus más recientes novelas de filosofía ficción, El hombre moral, El hombre soberbio y El hombre piadoso, componen su Trilogía del poder.
Con la finalidad de incentivar la lectura y la escritura entre los jóvenes, impartió en Oaxaca gratuitamente de 2009 a 2020, el Taller de crítica y creación literaria Avispero. De esta manera contribuyó en el ambiente literario, cultural y educativo del Estado. A partir de la pandemia por COVID-19 este taller se transformó en el Foro virtual, que reúne a creadores y estudiantes de México y otras partes del mundo que se realiza por Zoom cada quince días. Ha comenzado a publicar gratuitamente su obra literaria en: https://www.avispero.com.mx/editorial-avispero.
Ahora vive en la cima de una montaña en San Gabriel Etla, Oaxaca, y aparte de seguir con su actividad profesional, realiza gratuitamente conferencias literarias y filosóficas en escuelas rurales y urbanas (véase: Jornadas Vasconcelianas www.avispero.com.mx). Leonardo da Jandra es actualmente miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.