Mano 1
De fondo, el ocaso en la playa.
Espero que tus manos se decidan
a tocar más allá del horizonte,
cuando se eleve mi espalda
sobre tu torso.
Mano 2
A veces siento que no aguanto
sobre llevar tus cosas,
como la sopa que se acaba antes del amanecer.
Podría lloviznar ahora mismo
y le rogaría a José Gregorio Hernández
que cure esta gripe que me tiene sin sabor,
de esta falta de sentir tu sal,
de esas manos finas que agarran el remedio.
Eres alimento sustancial del recorrido,
te deseo desde vidas pasadas.
Mano 3
Vengo a un restaurant
donde almuerzo solo
mientras das señales de vida.
Estoy sentado en otra mesa
que no es la de nuestra costumbre.
Busco en mi cabeza los recuerdos:
llega esa boca inquieta y sabrosa.
Tu mano en mi mejilla
las mías en tu cabellera,
el beso.
Del menú una pechuga a la plancha,
espero que esta noche cenemos juntos
y sigamos nuestra conversa
sobre como tocar la arena de los sueños.
Mano 4
Dame tus manos
abrázame, suéltame, agárrame,
traduce esta energía en lo que no sabemos,
convirtámonos en el mejor juego del universo
de miradas deseosas,
de un porvenir con movimientos clandestinos,
de luces y fotografías.
Llena esta habitación con tu clic.
Mujer que sonríe con las manos
mientras escuchas estas palabras
que te hacen hermosa,
diva sobre las nubes.
Mano 5
Suelta tus manos y sujétame como si fuera un turpial,
puedes danzar y atrévete a saltar al abismo,
deja que la música se apodere de ambiente
mientras construimos enlazando los dedos
a la nueva torre de babel con nuestras lenguas.
No dejes en el abandono la esperanza,
tócame con tus ojos, nariz,
con esos labios esponjosos.
Sacúdete en medio de las ofrendas
bailando una danza jirajara
sobre el crepúsculo que nos vio nacer.
Vuela con mi cuerpo y dale sabor
a la afinidad de los conjuros ancestrales,
mujer trémula,
toco la epidermis de tus sabrosas fantasías,
hasta que el canto del gallo nos despierte.
Mano 6
A más de 250 km de distancia
una manada de lobos pasa por las calles
que te vieron tomar las primeras fotografías.
Deseo que andes tan cerca a los cuerpos
que nunca se desintegrarán con el agua,
con tus pasos que casi no tocan el suelo
con tus manos que hablan solas,
de lo bien y lo mal de la ciudad,
de sus luces perdidas en el oeste,
de la música en los patios de las casas,
de sus próceres prestados.
Tu mano derecha sobre mi hombro
y las palabras rozando labios,
sonrisas a la cámara.
Mano 7
El beso fue apenas el deliro de la sombra
convertida en signos grabados de añoranzas
para mantener la guardia en el instante del sueño.
De pronto aquietarme puede ser la respuesta
pero es un detenerse persistente
en la idea de nuestras manos juntas,
de unos labios que se cubren
con la nieve cuando la tarde cae.
La imagen de aquel recuerdo
y tus silencios entre palabras
que me piden quietud, que me aleje,
pero que a la vez me acerque,
que trabaje y olvide los desplantes
porque así se dan las cosas.
Entre las aguas del lago
y mi fuego ardiendo por encima de todo
está la quietud del sol que nos cobija.
Escribe con tus manos el atardecer
y dilo sin tapujos que estas harta del recuerdo
del fantasma alimentado por el sol.
La hora del cambio te llegó,
faltaron 25 años para darte cuenta
que si hay progreso,
las fantasías de cuando eras adolescente
cambió como la piel de las culebras.
Ya basta de retomar aquello que te hizo daño
para saborear el presente y recoge
con tus palmas la magia de los Andes.
Los elementales nos persiguen insistiendo
que vayamos tras de ellos a buscarlos
en el mar, la montaña, en el desierto,
donde nuestros sentidos entiendan
que estar juntos nos exorciza.
Como fuente de agua clara, de aire limpio
y de conjunciones futuras
tus senos son alimento para mi olfato,
ninguno querrá asfixiarse de tanto amor
de tanto movimiento, la culpa no es del que está alrededor,
nadie tiene culpas en el abigarrado encuentro del destino
son formaciones que nacen de otros mundos
con inclinaciones de superación
para mostrar lo que se es, siendo
escribiendo en la penumbra de tus piernas
o en la eterna luz oscura
de lo que reinventamos del amor.
Sal y busca mis manos
que tienen la esperanza de acercase a las tuyas
date el chance, y toca mis mejillas
y también los labios en una respuesta próxima
a lo que viene.
Esquivemos el momento
con un trago agua bendita.
Suelta los pájaros que hay en tu cabeza
que yo le doy alpiste en mi casa.
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Luis Manuel Pimentel, nace Barquisimeto, Venezuela. Radica actualmente en La Coruña, España, donde termina un doctorado en Estudios Literarios en la UDC. Ha participado en varias antologías poéticas. Ha publicado los libros de poesía Figuras cromañonas (2008), Esquina de la mesa hechizada (2015) libro con el que ganó la bienal de literatura Rafael Zárraga en Venezuela. Canción de cuna para Ananda (2017). Estuvieron durmiendo los almendrones mientras creimos haber amado (2021), Falla de borde (2023), Telelo (2024), Espejismos de Cabudare y Pasajero 146 (2025). Ha publicado cuatro libros en narrativa: Triángulos alterados (2015), La torres pájaros (2021), Ventanas panorámicas (2022), Una pista en el exilio (2023). Es Coordinador editorial de la Revista de Literatura Filigramma en Puebla México. Editor en jefe de Fuego Blanco Ediciones y Director de la revista de semiótica El Signo invisible (elsignoinvisible.com)