Hoy, además de celebrar la extraordinaria vida de Enrique Servín, celebramos la nueva edición de uno de los libros más importantes en la historia de Chihuahua. Anirúame había sido publicado en Oaxaca en 2015, cuando el maestro Servín ganó el Premio Internacional de Cuento, Mito y Leyenda, Andrés Henestrosa. Ahora, la Secretaría de Cultura ha realizado una nueva edición de este libro que resulta tan maravilloso como necesario.
A grandes rasgos, la experiencia de leer Anirúame resulta gozosa. Es un festín para la imaginación, el despliegue de toda una cosmovisión original y bella. Es la puerta a un mundo misterioso y familiar, nostálgico y enriquecedor.
En mi experiencia, me causó esa sensación que proveen las mejores narrativas: me dieron ganas de contar los relatos que leía. Cada relato se convertía en una razón para conversar, ese arte casi olvidado en la actualidad. Además, quienes tuvimos la fortuna de conocer a Enrique sabemos que era un maestro del arte de charlar, lo que se ve reflejado en el tono de poética sencillez que caracteriza al libro. Así, Anirúame parece reanimar aquella antigua necesidad humana de contar historias. Es algo que uno le narraría a las nuevas generaciones: “los rarámuri contaban que al principio del mundo sólo existían dos niños…”.
Esa diversión no es vana o frívola, gozar de las historias es parte de lo que nos hace seres humanos. Desde que el ser humano empezó a contar historias, hace aproximadamente 70 mil años (calculan los paleontólogos), es lo que hacemos, y lo que llega a conformarnos como sociedades. Nos unen los relatos que compartimos.
Y esto tiene que ver con la importancia del libro, ya que, al compartir relatos de los antiguos rarámuri, compartiríamos más que el territorio físico, el territorio espiritual, el campo de lo imaginado y lo soñado, que finalmente nos une como seres humanos, más allá de nuestra etnia.
El libro tiene un valor estético evidente, de lectura sencilla y agradable, es producto de una mano hábil y una sensibilidad literaria a la altura de la asombrosa imaginación de los antiguos relatos que los rarámuri legan a sus futuras generaciones. Pero, aunado a su enorme valor estético, el libro es importante por otras razones:
Es una obra que da a conocer la cultura rarámuri entre los chabochi, los yori, los mestizos. Este grupo étnico no-indígena que surge de la mezcla de los pueblos originarios con los invasores europeos, y que incesantemente amenaza la supervivencia de las culturas ancestrales. Conocer, ser sensibles ante la belleza de la que es capaz la cultura rarámuri, puede ayudar a disminuir los diferentes tipos de violencia que este grupo hegemónico ejerce contra los pueblos originarios.
Por otra parte, Anirúame es el registro de la autonomía espiritual e intelectual de los rarámuri, un pueblo dueño de su propia manera de narrar y entender el universo. El libro recoge relatos míticos y legendarios propios de los Gawí Tónala, los pilares del mundo, los rarámuri que conservan “el costumbre”, y las narrativas no-cristianas, los llamados simaloni o gentiles. Estos relatos son algo más que entretenidos y bellos, sino que reflejan la originalidad y la diversidad de un mundo diferente al nuestro.
Un mundo en el que el ser humano ocupa un lugar diferente entre el resto de los seres y las criaturas. Y el mundo es en sí mismo conceptualizado de una manera independiente a las creencias y las narraciones chabochi. Este mundo lo podemos llamar Kawí, término que puede significar la montaña, la sierra o incluso la tierra misma. Kawí es el lugar habitado por innumerables y diversos seres, la mayoría de ellos no-humanos, pero capaces de agencia y con importantes papeles en el devenir del cosmos.
La sierra no es un lugar solitario. Los rarámuri no habitan en lugares aislados. Su mundo está poblado, desde las profundidades de los barrancos, hasta lo alto del cielo, por toda clase de seres con los que interactúan cotidianamente. Los pinos, los pájaros, el maíz, el cuervo, el venado, el tlacuache, todos son importantes sujetos con los que hay que convivir y compartir el espacio y el sustento. Con todos estos seres los rarámuri tienen una historia en común que trasciende hasta lo más remoto de la creación y se proyecta hacia el futuro. Así, pues se trata de un cosmos diverso, constituido por múltiples perspectivas y modos de ser. Sin embargo, este rico universo también es frágil, en él está presente la amenaza de un final, ¿cuándo será que El-que-es-padre decidirá ponerle fin a su propia creación para intentar un nuevo mundo?
De una manera sutil, en los últimos relatos se va anunciado el surgimiento de la modernidad. Van apareciendo los españoles y sobre los relatos míticos cae la sombra de la Historia. Nuestra historia, la historia que conocemos y que acabó conformando nuestro mundo, un mundo donde el pájaro carpintero gigante ya no vuela entre los pinos. Los últimos relatos del libro nos dejarán una sensación de nostalgia y melancolía.
Hoy en día, consumada la invasión, talados los pinares sagrados, silenciados los antiguos narradores, me atrevo a decir que el más importante de los atributos de Anirúame, es que puede servir para dar a conocer a los mismos rarámuri su legado narrativo. Esta segunda edición de Aniruáme cuenta con un interesante prólogo inédito del autor, donde se refiere al libro como un libro de texto para niños. Esto resulta sorprendente, porque es fácilmente leído como una obra literaria producto de un esfuerzo de divulgación cultural que no se limita al público infantil de ninguna manera. Sin embargo, al leer el libro bajo esta óptica se alcanza a ver el objetivo más trascendental que movió al autor: El poner en contacto a los rarámuri contemporáneos con su propia tradición amenazada, y hacerlo a partir de las nuevas generaciones. Por ello, pienso que el libro habrá alcanzado su forma definitiva cuando se encuentre traducido al rarámuri.
Enrique era consciente de la amenaza que pende sobre los saberes y los haceres que conforman la cultura rarámuri, y luchó intensamente para su preservación durante gran parte de su vida. La investigación que hizo en la Escuela de Antropología e Historia versa sobre el desplazamiento lingüístico, la sustitución del idioma rarámuri por el español entre las nuevas generaciones rarámuri que habitan la ciudad. Esto se suma a su prolongado esfuerzo en la Secretaría de Cultura donde fundó el Programa Institucional de Atención a las Lenguas y Literaturas Indígenas, PIALLI. De tal manera, que gran parte de los ideales que motivaron el trabajo de Enrique Servín se encuentra condensado en este bello libro.
Por último, quisiera hacer énfasis en que Enrique Servín creía que la única salida justa a la situación de marginación y pobreza que sufren los pueblos indígenas, era que esa autonomía intelectual y espiritual que se lee en los relatos de Anirúame, se tradujera también en autonomía económica y política. Territorio indígena, con administración indígena, con educación auténticamente indígena eran el sueño de Enrique. Esto se lograría si los ideales de justicia y respeto a la diversidad que subyacen, triunfaran sobre siglos de colonialismo y exclusión, demostrando que los aparatos estatales de Chihuahua y México son dignos de la riqueza humana que habita sus vastos territorios.