Llevo 25 años de mi vida dedicada al terror, a lo extraño, a lo maravilloso que surge desde la oscuridad de la que huimos. Pero, por más que corramos, nos alcanza, porque la sombra siempre forma parte del ser humano. Y es justo de donde han surgido las historias que nos quitan el sueño, que nos hacen creer que todo es posible… incluso que exista algo más detrás de ese armario, de la casa abandonada, de las calles solitarias, del más allá.
Es, en esos recovecos de la mente de los escritores, que los fantasmas recrean sus realidades. Y donde, si eres hábil con la narración, el lector puede llegar a creer que es real. Es donde se llega al “no puede ser” que nos guía a las pesadillas.
Hoy, que estamos en la transición al nuevo año, me parece que es un momento ideal para platicar sobre este género que nos arranca gritos e inspiración, para que comencemos a escribir algo diferente, algo nuevo, a experimentar…
No me encantan las listas de propósitos, pero, ¿por qué no una para escribir mejor? No como lista, más bien como experiencia.
Desde mi punto de vista lo más importante para escribir terror es que te guste el género. He escrito de todo, comedias, musicales, drama… en ese proceso descubrí que el terror es lo que más me llama, me jala hacia esa oscuridad porque amo espantar al lector y a los espectadores. Esa soy yo. Si a ti lo que te gusta es que lloren, que rían, escribe sobre eso. Porque sentarse meses a redactar un género que no te llena o te convence del todo, es una tortura. Y la escritura debe ser siempre el mayor placer de todos (o casi).
La atmósfera para mí no es un elemento más de descripción en el género. Es un punto clave para adentrarnos en la construcción de las historias. Incluso, trabajarla como si fuera otro personaje básico, con sus texturas, olores, involucrar los cinco sentidos para encaminar al lector a ese mundo que estás creando.
Hablando de mundos, aunque sea ficticio, no exista, sea parte del pasado o de algo que imaginaste una tarde, debemos lograr que el lector entre y no se quiera salir. Y que piense que le puede suceder a él, es decir, construirlo de tal forma que pueda parecer real, tangible. Porque el máximo grado del terror es lo que podemos creer que es real. Lo cual se liga a…
Los personajes. Sí claro, disfrutamos ver a un montón de adolescentes corriendo delante de un afilado cuchillo y comemos palomitas mientras los degüellan. Más allá de eso, no hay más. Los personajes deben preocuparnos, deben causarnos la sensación de que algo muy malo les va a suceder. Es inevitable. Llega el momento y sufrimos con ellos. ¿Cómo se logra esto? Conociéndolos muy bien, sin que sean completamente buenos o malos, sino con matices, con esa sombra que los hace humanos. Porque en la realidad nadie es complemente bueno ni malo. Tenemos defectos y por tanto los personajes también deben tenerlos. Y tomar pésimas decisiones que los lleven a esa encrucijada.
Piensa en tus propios miedos y escríbelos. Es el momento de exorcizarte con letras. Sin embargo, no todos funcionan al mismo nivel. Hay miedos muy personales y es complicado que otros se identifiquen con ellos. Analiza los propios y piensa cuál es universal, es decir, que lo entiendan aquí, en Estados Unidos, en China. Hay miedos que nos aterran a todos, la soledad, el olvido, la muerte. Y apúntalo, desarróllalo como un tema principal en tu historia. Y escoge sólo uno para que puedas adentrarte en él sin la limitación de tener varios temas superficiales.
Ya que hayas escogido el miedo, déjalo en una frase y que en eso se base tu historia. Una oración que simplifique el alma de tu relato, que contenga el miedo y las consecuencias. Será mucho más sencillo, una columna vertebral que lo sostendrá.
No olvides que no se trata de cuánta sangre salpicas. El terror inolvidable en el cine o la literatura contiene subtramas que lo sostienen, denuncias sociales, soledad, amor, a modo de que, al quitar la capa del género, aún quede una historia que narrar. ¿Cuál es la tuya?
Escribir terror es muy disfrutable. No lo sufras, deja que tus lectores lo hagan por ti. Y escribe, siempre, incluso cuando no estés escribiendo. Observa, mira el mundo con ojos de escritor y todo se te revelará de forma instantánea.
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Sandra Becerril es escritora y guionista mexicana, nominada al Ariel 2020 por Mejor Guion Adaptado, Doctor Honoris Causa por el Congreso Iberoamericano de la Educación en Perú, miembro de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, miembro del Consejo Editorial de la Dirección de Publicaciones en Coneculta.
Ha publicado con Alfaguara, Random House, Beek y Amarante, entre otras editoriales, en México, Estados Unidos, Argentina, España, Italia y Cuba 24 novelas entre las que se encuentran: Valle de Fuego, Tu Cadáver en la Nieve, Antes de mi, La Calle de las Brujas, Ciudad Oscura y El silencio de todos los muertos, las cuales han sido merecedoras de 19 reconocimientos internacionales en el área literaria como el Premio Auguste Dupin de Novela Negra y Denuncia Social (España), MiNatura (Cuba), Se busca un escritor (Editorial Otro tipo, México) y apoyos como el “Juntos a la distancia” por su trabajo cinematográfico y labor educativa (Fonca).
Tiene en su haber 40 producciones de guiones de su autoría, entre películas y series, que han ganado diversos premios alrededor del mundo, exhibidas en prestigiosos festivales siendo películas en la noche de apertura o clausura en Fantasía (Montreal), “Strasbourg European Fantastic Film Festival (Estrasburgo), Stiges (España), Macabro (México), entre otros, además de corridas comerciales en México, Estados Unidos, Japón, Alemania y Australia.
Entre sus guiones más reconocidos están “Nightmare Cinema”, “Santiago apóstol”, “En los tiempos de mi general”, “Desde tu infierno” y “El departamento”. Especializada en los géneros terror y thriller ha dirigido cuatro largometrajes y cuatro series televisivas con gran éxito.
Es la primera mexicana en escribir para los maestros del terror de Hollywood.