José Miguel Méndez o bien “Chemi” como todos con cariño lo hemos llamado desde que lo conocimos, siempre ha destacado por su impresionante memoria, por sus particulares -a veces tiernas- ocurrencias, pero muy especialmente por su maravillosa soltura poética. Recuerdo muy bien cuando hacíamos vida cultural en “El Cuarto de los Duendes” que siempre bromeábamos –más claros que nunca eso si- con el hecho de que Chemi iba a ser el primero de “nosotros” que publicaría sus obras. Y es que no sólo por su particular manera de conjugar imágenes y líneas cargadas de elementos literarios que a veces te envuelven de una manera tal, que te llevan a niveles de búsqueda de entendimiento desconocidos, sino además por lo prolífico de su pluma en cuanto a poesía hablamos.
Eso sí, nunca ha sido Chemi egoísta con su verso o con sus conocimientos, así como practica a niveles insospechados, la creación y el estudio literarios, así fungió siempre como un hermano mayor, tratando de guiarnos por el camino de las letras, del saber artístico en todos sus ámbitos, y sobre todo, en la ternura propia de ser ése faro, encendiendo nuestras almas poéticas En cada reunión que teníamos, en la universidad o en cualquiera de nuestros hogares “duendísticos”, José Miguel siempre llevaba para estudiar, para discutir, algún libro nuevo, algún poema nuevo. Nuestras tertulias, creo recordar, siempre empezaban con la aprehensión de ésos saberes culturales. Ya después, el cocuy hacía de las suyas. Puedo decir con toda certeza, que si algo me ha regalado el crepúsculo larense, ha sido muy especialmente, la amistad y las enseñanzas de José Miguel.
Es por ello que este libro no sólo representa un éxito para Chemi, también es la consecución de un sueño construido entre varias almas, entre hermanos que se juntaron en algún camino y que a pesar de las vertientes, de las distancias, siempre siguen siendo hermanos. “Escarpines en el agua” es un “suspiro histórico” en medio del caos de la ciudad; a veces convulsionada por sus propios procesos, a veces oscura por los desmanes de sus crisis, de sus altibajos. Pero en fin, una ciudad que ve nacer a José Miguel y su libro, a los poemas que se escriben sobre su pavimento, que la hacen vestirse de verso, de magia, y contra todo pronóstico de guerra, se levanta una bandera de paz y compromiso con la palabra, pero sobre todo con la utopía.
Cualquiera que se encuentre con el título “Escarpines en el Agua”, en primera instancia, pensará que es un libro de sólo ternura e historias infantiles. Cabe destacar que sí, este libro es dedicado muy especialmente a Abril Simoné, una hermosa niña de cabellos claros y sonrisa de mar: “Viene Abril a escribir, a saltar, a pedir al árbol la gloria de la ciudad, el tormento perdido ella viene a soltar sus cabellos a la teoría”. Y tiene por ello una enorme huella de ternura, de inocencia e imagen tan profundamente sentada en el amor, que es muy probable que quien lo lea logre descifrarse particularmente conmovido.
Pero “Escarpines en el Agua” no es libro fácil. Y no por el hecho de que exista alguna dificultad al leerlo, para nada. Es más bien por el encuentro al que te lleva consigo mismo, con el autor, con las imágenes y el sentir que está impregnado en cada verso. Escribir es como desnudarse, pero no sólo el autor reposa sin ropas en el escritorio o en el diván, es también el lector quien se desnuda de a poco cuando conecta con cada línea, con los personajes que pudieran ser él, ella o nadie. El poema deja de ser de su autor y pasa a ser de quien lo toma por los ojos o por los oídos y se encuentra así en el interior de su inconsciente queriendo leer y leer más para descubrirse y re-conocerse más hondamente.
Por definición, un escarpín es un “zapato de una sola suela o de una sola costura, de estambre u otra materia, para el abrigo del pie”. Es tal vez este libro, un abrigo al alma, a la existencia de las contradicciones, de la realidad que se nos escapa entre ímpetus y juglares, tejido de a poco en prosa con la materia de las voces. Nos lleva a detenernos como si fuésemos en un tren, en cada una de sus Estaciones para así contemplar el paisaje de una forma diferente, caminado entre hojas por el poeta que se dirige “a una dulce fuente de escarpines que en la inocencia y el ruido se establece para dar de tu mundo tres minutos a la ironía y esperar con terrible desespero tu decisión a mi idioma”.
Puede ser también un Botiquín que esconde azares, historias de locura o controversia, interrogantes existenciales ya respondidas pero que nunca serán suficientemente explicadas por la razón. Un compendio de objetos para llevar y coleccionar en casa, no en cajas ni habitaciones enmohecidas, más bien en seductores altares, en hemisferios inciertos, pero que siempre se verán expuestos como algún trofeo prodigioso.
En sus páginas, puedes encontrar a Lezama o a Cortázar, a Antonio Urdaneta o Alí Lameda, puedes encontrar a la Diosa de la península, en un abismo de peligrosos versos, en una cascada de manteles bordados a mano, en azul caracol. -Es tan fácil dilucidar el verso, podría decir cualquier caminante, más sin embargo, encontrar las respuestas científicas al armar una imagen y no perecer padeciendo de ciencia, es tan complejo que podríamos morir de juventud “con las piñas de mi amargura y el descuido de la hora para la rosa dejando mi memoria a la palabra”. Cabe entonces preguntarnos como en el poema: “¿Quién inventó la palabra sentimiento? Un ser de gran furiosidad contemplativa”. Así sea tal vez nuestra respuesta al encontrarnos en ésta lectura las palabras del tiempo, la feminidad escrita por la mano de un hombre prendado de amor a su hija.
“Escarpines en el Agua” es, como lo decía más arriba, un “Suspiro histórico”, para combatir los fantasmas del desamor, de la desesperanza, del desaliento, que hace algunos pocos años parecen rondarnos con esmero. Se convierte así en un escudo al frío de esta crisis que nos han sembrado, y que a veces pareciera echar sus frutos. Sin embargo, regamos con éste, otras tierras, otras siembras; la posibilidad de los nuevos comienzos, de los espíritus acorazados, de la necesaria construcción de una renovada realidad desde la palabra,
Y esto es posible prolongarlo, edificarlo, sólo si rescatamos y aprendemos de ése empeño perenne de personas como José Miguel, que se disciplinan el alma, es decir, el verso. Que construyen sin descanso a pesar de las dificultades obvias. Que son fruto prolífico de la esperanza. Y que traen a nosotros sus hijos; Abril o Escarpines, que los paren y los entregan sin egoísmo a nosotros, para tomarlos en nuestro regazo, arrullar una a una sus páginas y sumergirnos en la creación.
Bienvenidos a quienes leen, a quienes sueñan;
“Bienvenidos a Barquisimeto,
feliz día pase adelante, lúcida tarde,
estás en la casa de las iniciativas.
Como amante es hoy
mañana tú decides
entre un gatillo de palabras
y un disparo arrepentido”.
Flordimar Pérez nace en Barquisimeto, estado Lara, Venezuela en 1990. Licenciada en Psicología egresada de la Universidad Centroccidental Lisando Alvarado (UCLA). Poeta y promotora cultural. Ha sido columnista literaria en la Revista Regional “Lo Nuestro es Cultura” (2010). Ha sido Integrante del Colectivo Cultural “El Cuarto de los Duendes”. Vicepresidenta ejecutiva y cofundadora de la revista literato-cultural “La Lucerna”. Ha participado en el Festival de las Juventudes Artísticas “Romerías de Mayo”, en el centenario de José Lezama Lima Holguín, Cuba (2010) Ha publicado en la Antología de 40 poetisas venezolanas “Las chicas van al baile”, Editorial Maribelina, Perú, (2012). Ha publicado «Ecos en el Cuarto» antología poética, Casa Nacional de las Letras Andrés Bello (2013). Obtuvo mención publicación en su tesis “Creación Artística; Un estudio del Sentido Subjetivo de Artistas Plásticos, Artistas Populares y Poetas” UCLA (2014). Posee varios trabajos inéditos “Carta desde mi inconsciente”. Ensayo literario y el poemario “Salí desnuda al Crepúsculo”.