SANDRO BARRELLA
Entre los dientes el pan tibio
en duermevela murmuraste
corazón dame la música.
La poca luz tras los postigos
tu almohada hundida tu cabeza
en esa poca luz derrama
la sombra de una pena nueva.
La opaca luz, luz operaria
de invierno en el metal que hiela
la ventana, se escarcha el vidrio
tieso como súbita liebre,
los faros en los ojos, ruta
de circunvalación, maniobra,
empalme, eso sucede en tiempos
pasados amor mío estamos
no como entonces, hacia el mar,
ya no en camino, no, estamos
bajo el hechizo verdadero
de lo que huye bajo el agua.
Lluvia del cielo hacia la tierra
no tiene otro destino, no,
quietos en la mañana llega
un rumor aturdido, el silbo
del tren local, tardío llega
y en duermevela murmuraste
dame la miel, entre los dientes
el pan tibio, Dios, la música.
Salí del pueblo bien temprano
al sueño ya no regresé,
harina de mis huesos lleva
la hogaza horneada esa mañana,
cuando te dije la canción
que escucho cada vez que sube
la niebla en el invierno puro
y cubre con su manto blanco
el frío corazón tu imperio.
De La flor de lis
La liebre del desayuno
Veo una liebre esta mañana, no perseguida, no en fuga.
Una liebre al paseo de las formas, esbelta como ramo
de endivias sobre porcelana blanca. Canta en una lengua
que a poco comprendo, canta en italiano una melodía cierta
una verdad musical como una fila de hormigas a las puertas
de Santa Chiara. No advierte mi presencia detrás del vidrio
la taza de té, el vapor ascendente, el pan cortado en dos mitades.
Bajo la radio para mejor sentir la canción
con esmero escucho que dice Gesuiti euclidei
Vestiti come dei bonzi per entrare a corte degli imperatori
Della dinastía dei Ming.
La liebre de la prosa
¿Era una música de viernes Santo? ¿Una música sin tiempo fijo? ¿Era un
réquiem para muertos por venir? ¿Hay otra cosa que no sea Dios o música?
Preguntas de fe las que hace la liebre. ¿Escuchó música Aldo Moro antes
de los disparos? ¿Y los mensajes telegráficos cifrados, eran de música?
¿De música el ambiente en el baúl del Renault 4 que lo dejó en Via Caetani?
¿Formaba un ángulo de cuántos grados el cuerpo de Aldo Moro
en la portada del Corriere Della Sera? Preguntas morales.
¿Era un himno de lucha de la extrema izquierda italiana? ¿Un argumento
para óperas civiles? ¿Un melodrama sobre la guerra de clases? ¿El PCI
para los jóvenes llevado al varieté? Preguntas de muerte.
Detrás del vidrio la liebre apaga la música y anota en su cuaderno una frase
que lee en Sciascia. Son, como se habrá observado, versos; pero los
transcribo como prosa para devolverlos mejor a su insensatez y atrocidad,
pues la prosa no perdona.
La liebre de la teología
Parece hecha de piedra, es miga de pan.
¿Elude el ansia de quienes van
hasta el andamio donde descifra los enigmas
como si fuese el envés de la Esfinge?
Rígida calma simula, nieve disuelta
en la gravedad. A los fieles que detienen
su paso y mentan frases sobre el mal
los expide como el último suspiro de un bonzo.
I
“Vivo en una casa en el linde del bosque”,
podría empezar el poema—de hecho, así
comienza—y decir algo real o al menos
próximo, a un ideal pictórico o con linaje y autoridad
en el decurso temporal del lenguaje.
Algo acerca de nenúfares
en un estanque y hojas color ocre en sus orillas,
o intentar una descripción objetiva de alguna
de las varias especies de asfódelos que crecen
en Europa,
—la del rapto sobre el lomo de un toro—
Europa,
donde una ardilla en tiempos
remotos podía trasladarse desde un punto
de la llamada, Madrid, hasta un punto
de la llamada, Ámsterdam, a través de los árboles
que la cubrían sin poner pies en tierra,
sólo a través de los árboles que,
repetidos, diversos, sucesivos, hacían de Europa
un bosque, un solo bosque, o como dijo o escribió
una dama católica, un ultrabosque,
prueba de que las cosas no fueron siempre así,
—aquí en la tierra como en el cielo—
una descripción sobre flores de asfódelos de la Europa real,
la escrita en los anales de historia y tratados de botánica,
y no su variante mítica según los relatos difundidos
acerca de los, Campos de Asfódelos, del viejo inframundo
concebido por los griegos de la antigüedad,
esos prados donde las almas ordinarias eran
enviadas indistintamente después de la muerte.
Quiero decir, algo, algún poema en prosa o verso que,
pasada esta tarde de mayo,
entrada la noche, pudiera compartir con los poetas
del pueblo en la taberna donde a diario nos reunimos
a beber cerveza y leer nuestros progresos líricos.
Pero lo cierto es que
no vivo en una casa en el linde del bosque.
De Villa Santa Rita o el libro de los pasajes
Vesubio
—Era en Alaska el sueño, dijo en medio
del almuerzo. Sobre el plato,
mejillones cocidos al vapor. Una botella
de Chianti completaba la vista de la mesa.
—Yo venía detrás de una caravana
de esquimales, los trineos cargados, los perros
tirando hacia una boca de tormenta y la nieve
se colaba dentro de la capucha del abrigo.
Le pregunté por un detalle que supuse
no había notado.—Sí, vos estabas, pero no te veía.
Después siguió, palabras sueltas, una que otra
imagen que revelaba el momento en el que
el sueño pasa a ser una confusa creación,
un recuerdo inventado, un ansia que reemplaza
la pobreza de la especie. —Creo que soñé
con el desierto, disparó finalmente. Dijo
que no me veía, y que en el sueño se largaba
a llorar. Le tomé las manos y las besé
mientras giraba la cabeza indicándole
que mirara hacia el mar, la bruma
apenas una tela que realzaba la postura
regia, como la voluntad de cien mil hombres
en trance de alabanza, la mole como un dios
o un animal de dos bocas, el volcán,
lo de todos los días.
—Sí, le dije sin soltarla, debe ser
el desierto.
De Viaje sentimental

Sandro Barrella (Buenos Aires, 1967). En poesía publicó El álbum de Pascal; El golf; Los pájaros; Los italianos a la guerra; Viaje sentimental; Villa Santa Rita o el libro de los pasajes; La liebre -con dibujos de Eduardo Stupía. Este año se publicará La flor de lis. Poemas suyos fueron traducidos al italiano, inglés y francés. La editorial Kolibris publicó en Italia en 2023, la traducción de La liebre.
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VICENTE ARMANDO MULEIRO
K.
No soy
no
estoy
llamo y
nadie contesta.
quiero hacer el amor
y
escupo sangre
quiero
escribir
pero no sé en qué idioma
odiar
o balbucear
te adoro.
debo ver la constancia
de mi admisión al mundo
respirar otra vez
decir Milena
pronto
muy pronto
antes
de ser Kafka.
El único poema
Súbitamente vos en la foto casual
una brusca frenada en la memoria
compelida a inventar para resucitarte.
Por caso:
tu sonrisa era una despedida
y el vaho emocional que nos convoca
humareda de ausencia
apenas precedida por la furia
con la que te fugaste en ataúd
a las 12,21 de un día de septiembre
hace tantas neblinas.
Nada hay que culpar
ni perdonar papá
extraña especie de filósofo ciego
que arroja un ser ahí
al pleno maremoto y en un moisés rajado
antes de tocar tierra.
Qué agradecer sino
los barquinazos entre el pozo y la euforia
la escasa inclinación por la vida lacustre
la huérfana intuición
de que nada ni todo se ajustan a un sentido
que pueda precisar
para, contrario sensu,
celebrar con palabras
y alcohol bravo
la potencia lumínica de la fugacidad.
Y nada más por hoy, quizá por siempre
si oxidada protesta
la rueca que hila instantes con encuentros.
A esta altura
soñar con una foto queda lejos.
El AMBICIOSO
y que la noche caiga sin mandatos
con las especies desorganizadas
cumbiando a full
en el bosque estepario,
y la llegada de un tren de lejanías
y el batallón de infantería pesada
que vuelve sin honor sobre sus pasos
algo de todo eso en el vislumbre
de los gestos amados, la
flotación rosada de la bruja poesía
que toma posesión de sus dominios.
VERDE NORTE
Me voy al norte, a la planta que soy
al nogal siemprevivo, a la hoja seca
que cruje en la quebrada
con los ojos abiertos
a la espera de otra
transmigración de golondrinas.
Al verde voy con versos de Manuel,
Teresa, Walter, Teuco,
con Jacobo, Santiago
y coplas de la Eulogia,
por esos montes que afantasman caminos
y al vino voy, al pimiento encarnado
y a la gloria picante
de existir sin pensarlo.
BORGES EN EL TRANVIA
Boedo, 1938
Beatrice traquetea en el asiento
donde un ciego futuro
más lee
y más la ama.
Sería capaz por ella de tajear el vacío
tratar con comunistas, escribir El Aleph.
Toca la campanilla y esforzado se apea
rumbo a la biblioteca de un suburbio tanguero.
Manipula otros libros donde no danza nadie
así en el corazón o en los testículos.
Y piensa en el tranvía
en su divina vuelta
al Paraíso.

Vicente Muleiro (Bs As, 1951) Escritor y periodista. Ha publicado siete novelas y con Cuando vayas a decir que soy un tonto fue finalista del premio Planeta. En este género publicó en 2021 La niña de sus ojos (Seix Barral) Es autor de ocho libros de poemas, desde Para alguien en el mundo estamos lejos (1978) hasta La mueca de tu afán (2022) compilados en la antología El Maratonista (Ediciones en Danza). Estrenó cinco obras de teatro que fueron dirigidas por Arturo Bonín, Hugo Urquijo y Norman Briski. Escribió numerosos ensayos políticos entre ellos El Dictador –la vida secreta y pública de Jorge Rafael Videla– en coautoría con María Seoane y 1976/El golpe civil. Trabajó en los Diarios Crónica y Clarín, en el semanario El Periodista y fue subdirector de Radio Nacional. Actualmente colabora en la revista Caras y Caretas y La Tecl@ Ñ. También conduce el programa Vía Libro por Am530somosradio y Música de Escritores por FM 96.7 Nacional Clásica. Fue premio de Periodismo Rey de España en 1998.
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MARIA MASCHERONI
entender cómo se cruza en día y segundo exacto la piedra con el ojo
para exiliarse luego en el rocío sobre el pasto
piedra arrojada desde un abra lejanísima del aire
rosa de los vientos su corazón
imán de medio cielo medio día
quebracho pino viraró virapitá
las ramas refuerzan la línea sobre la luz que desde ahora
llamarán crepúsculo
más tarde sólo oscuridad o antes que la noche
madera hacha madera
por fin ya incrédulos dirán
noche profunda cerrada
los árboles retuercen la luz hasta sus ojos
hasta que la línea negra fuga del color
y separa al hijo de las visiones terrestres
trinos troncos y piedras el 26 de diciembre
el cielo viró a un lila claro, líneas desnudas oscurecen la trama
de esta historia
entre las hojas mojadas sobre los muros compactos
¿hay alguien allí afuera?
pena
preces
plomo descienden sobre nosotros
caminamos
él y yo
sobre los vestigios que hacen franjas oscuras a la tierra estrellada
debajo de la vía láctea
me recuesto en esa noche que su ancho pecho ofrece
como un desorden
si el cielo
su luz
se torna más oscura el negro delineado de las ramas se suaviza
quiere adentrarse en la noche
en la noche descansan las formas inestables dice
se cierra el ojo que ve
*
la mujer mira hipnotizada con la boca abierta cómo la corriente
sacude y se apodera del cuerpo pequeño
no hay abrazo
para apagar el convulsivo terror
si sobrevive a esto será fuerte
piensa una voz en la cabeza de más años
sabe que si se queda inmóvil contenido el respiro
puede salvarse puede que no la vean
escondida en las llamas del polaco exterminio
bocanadas de aire
para que la niña respire
la quietud como un disfraz
así la hija recibe su herencia sin cedazo
aluvión que pone las cosas en su nombre
la mujer mayor no va a arrodillarse
ni para respirar
ni para pedir a dios
que a su hija llegue la calma
no sabe
cómo sacar la ternura de la estepa
cómo olvidar por un momento al verdugo
que de ahora en más
se enseñorea en la pequeña cabeza infectada de infinito
*
quiero hablarte del frío
escarchó los vidrios de nuestras habitaciones
y el calor demora en extinguirse así amarrado como está
alcohol e intenciones indulgentes
esa calidez amable nos parece bastante:
la sangre sigue circulando Jerome
se encarama a las mejores ilusiones, nos recuesta
por las noches ya más calma
la escarcha Jerome
pero las alacenas aún respiran y los motores y el pájaro posado
en el invierno los perros bravos
respiramos
hace frío o tesón
– teme todavía lo peor – no hay motivo a la vista
¿conozco el peligro de tu edad?
los años de tu poema son mayores más extensos que tu vida
traen vagones y vagones de prisioneros sin combate
ninguna resignación sólo miedo
aúllan por tus versos los trenes de la muerte
entonando la canción más bella que escuchara
en medio de la escarcha
irresistible
duele la respiración Jerome
duele la respiración en nuestros navíos en los libros abiertos
en los besos
¿qué hacemos aquí Jerome matando mientras crece la mañana?
el sol toca suave la maleza disuelve los cristales sobre la grava
y nos repite ¿ruega?
alcen los ojos tomen una raíz del cielo que engendraron
y preparen alimento
algo que pueda bautizarse con amor
esa palabra de la boca
*mientras leo al poeta Jerome Rothemberg
*
cuando nuestra alegría también despierta al abrir los ojos
y existe como el perfume al jazmín
o el naranja en la naranja
¿qué ha pasado? ¿dónde amurallada vivía la alegría?
y después, cuando el cuerpo se mueve leve
e ignorante por las habitaciones
¿cuál es el aliento, la vida esa que vive?
nos movemos por la casa sin dejar rastro
felinos
los objetos se apartan se acomodan a nuestro paso
completando la coreografía ligera de la dicha
¿cómo es? insisto
y el aguijón invierte la inmortalidad de la mañana
la evidencia picotea la visión
los movimientos se aletargan
la urdimbre ligera de las horas se detiene
cada cosa retorna deslucida a su costumbre
¿qué ha pasado?
¿dónde amurallada vive la alegría?
*fragmento del poema largo De un sueño geométrico
***
una aparente claridad cruje entre nosotros
de esa ambigüedad nace ahora la flor
el tiempo plegándose llegó hasta nosotros
reunidos sin ninguna sensatez los lazos alterados
persisten
reverberan entre el calor quemado del abra y sus senderos
como quien salta y acierta a la cima del cielo
caímos cada vez más lejos de la huella
sí en las flores
en lo áspero
sí entre nosotros la oración
un puente en la raíz de lo que pasa cuando anochece
y aún hay algo de luz
y ese cielo
el miedo ah! el miedo pulió nuestros costados y acercó la cortesía
a nuestro flanco como un envión una melodía sobria para
decir por aquí no es no se trata de zurcir la enfermedad expulsa
todo lo que el cielo no refleja
nosotros de nuestro lado le dábamos al éxito y al fracaso con la
misma moneda
casi topos
empecinados por vivir
amigos no sé cómo llegamos hasta aquí
cómo el vivir nos tiene de su lado

María Mascheroni (Buenos Aires, 1958). Poeta, psicoanalista, editora. Publicó: La inevitable curva (Botella al mar, 1997); Impaciencia de la sed (tsé-tsé, 2001); Jardín (tsé-tsé, 2004); El cansancio de los hijos (Hilos editora, 2011) que en 2015 recibió el Segundo Premio Municipal; Hierba sobre el mundo castigado. Colectivo poético involuntario en coautoría con Teresa Arijón (Hilos editora, 2017); Blues de las almas inquietas (Hilos editora, 2021); Hoy no hay tiempo para la eternidad (Hilos editora, 2024). Estuvo a su cuidado la investigación y posterior edición de la Obra poética de Celia Gourinski, En ocasión de la aparición de un cometa (Hilos editora, 2022). Integra el Consejo editor de Hilos editora desde su fundación en 2010. Y está al cuidado de la imagen editorial y el arte de tapa. Coordina los talleres de pensamiento, investigación y acción poética Martes intenso.