Dos libros entre las ruinas de Berlín
Un soldado soviético revuelve, en medio del humo y el caos que envuelven las ruinas de Berlín, unas cajas apiladas afuera de la biblioteca central de la ciudad el 12 de enero de 1945. Era Yuri Valentinovich Knórozov, quien llegó con el Ejército Rojo a tomar la capital alemana para darle fin al creciente imperio de Hitler. Entre las ruinas de la Biblioteca Estatal de Berlín el joven soldado rescató de las llamas dos libros que le cambiarían la vida: Relación de las cosas de Yucatán, de Fray Diego de Landa y una versión facsimilar de Los códices mayas de los hermanos Villacorta.
Un genio con tiroides
Yuri Knórozov nació un 19 de noviembre de 1922 en una aldea llamada Yuznhy, en Ucrania, justo en los días de su nacimiento la U.R.S.S. había integrado su país natal al vasto territorio comunista. Yuri tuvo 5 hermanos y sus padres, que eran intelectuales, descubrieron en el niño un genio precoz que alimentarían con libros y música, incluso lo enseñaron a escribir con ambas manos para potenciar el uso de los dos hemisferios de su joven cerebro.
Su abuela que fue actriz y ejercía el oficio de hipnotizadora lo alentó a estudiar psicoterapia, aunque después tendría que renunciar a la universidad debido a que enfermó de tiroides, por lo que abandonó la carrera, pero luego ingresaría nuevamente a la carrera de historia, la cual sería truncada por el inició la Segunda Guerra Mundial donde se enlistó como soldado y fueron precisamente sus quebrantos de salud los que lo mantendrían a salvo del frente de batalla.
El código secreto de los mayas
Terminada la guerra Yuri, quien se había enseñado chino, árabe, y griego regresó a la universidad, abandonó la carrera de historia e ingresó a etnografía, además se especializó en egiptología y lenguas arcaicas. Pero en ese tránsito dio con otro texto sobre el desciframiento de la escritura maya, escrito por el alemán Paul Schellhas, intrigado por esa lectura, Yuri decidió dedicar su vida a resolver el misterio del código secreto de la escritura maya expuesta por el escritor alemán.
Sus amigos y colegas pensaron que había enloquecido, ya que era demasiado joven y jamás había estado en territorio maya. Sin embargo él argumentó que cualquier código escrito por un ser humano podría ser descifrado por otro ser humano, y así, con el auxilio de Sérgei Tókarev, uno de sus maestros, inició su aventura.
La llave del código
En 1952, tras años de soledad y trabajo, Knórozov descifró el código maya y dejó constancia de su éxito en el artículo: “La escritura antigua de América Central” que vio la luz en la revista de etnografía soviética. Knórosov atribuiría su éxito a que él era lingüista y sus predecesores, que habían fracasada en el intento por descifrar el código maya, eran arqueólogos.
El científico soviético no viajaría a América sino muchos años después, en 1991, cuando el Gobierno de Guatemala le otorgó la Orden del Quetzal y Knórozov conoció Tikal y Uaxactún, además el gobierno de México, a través de sus embajada en Rusia lo condecoró con la Orden del Águila Azteca en 1994, luego de un año, sería invitado a México para conocer Palenque, Chiapas y Quintana Roo donde daría una conferencia sobre el tema.
Un 30 de marzo de 1999 Yuri fue trasladado al hospital de Leningrado, hoy San Petersburgo, debido a un derrame cerebral. Ahí moriría solo. Luego fue enterrado en un viejo basurero de la ciudad. Dejando al mundo su enorme legado.
En Mérida, Yucatán hay una estatua de bronce de Yuri Knórosov con rostro grave sosteniendo un gato que parece emular el mismo gesto de su dueño, cuya inscripción al pide dice: “en mi corazón seré mexicano”.