Dónde Estabas Tú (2023), obra ganadora del Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano 2022, escrita por Edgar Contreras, es una historia que busca captar la atención del lector sobre la desgarradora búsqueda que cientos de personas—especialmente mujeres—realizan a diario para encontrar a un ser querido desaparecido.
Editada por la prestigiosa editorial Nitro Press, la obra del autor, nacido en la capital del país y residente desde hace años en San Luis Río Colorado, una tierra fronteriza donde la violencia, los desaparecidos y la guerra entre grupos del crimen organizado son parte de la cotidianidad, comienza a consolidarse como un referente importante en el mundo noir.
Contreras conversó con Poetripiados sobre su novela, la situación actual de la literatura noir, la inseguridad en México y su experiencia en la frontera, entre otros temas.
¿De qué va tu novela Dónde Estabas Tú?
Es un intento de desnormalizar la desaparición, de poner un rostro al simple conteo de cuerpos encontrados en fosas clandestinas que, cada momento, nos arrojan a la cara la inmediatez que han tomado las redes y los medios. Para este intento, me sirvo de la historia de un boxeador retirado que se ve obligado a buscar en el desierto lo único valioso en su vida: su hija. Fernanda, una chica de 23 años que lo visita cada miércoles, desaparece, y el Perro, personaje principal, emprende una búsqueda en la que debe enfrentarse con los vicios de su pequeña, con su pasado ausente y con un monstruo de mil cabezas que parece ser invencible: un sistema que funciona casi perfectamente ocultando a un posible culpable directo, pero del que puede acusarse también a cualquiera.
¿Por qué una obra tan hiperreal en tu inicio como novelista noir?
Alguna vez, mientras estaba en el trabajo, a unos 50 minutos de mi casa, donde jugaban en el patio mis dos hijos, sonaron muy cerca de ahí algunas detonaciones. Después del alboroto, cuando volví, mi niño más grande me contó, casi como un logro, que ahora podía diferenciar el sonido de un disparo al de un cuete. ¡Uta! Se me erizó la piel y me entró un pánico muy cabrón, desatando la pregunta que inició todo: ¿hasta dónde llegaría yo si algún día uno de estos dos chaparros no vuelve a casa?
Ese hiperrealismo de la novela, con el que concuerdo, en muchos lugares del país como Ciudad Juárez o San Luis Río Colorado, es el pan de cada día. Nunca me lo propuse, pero fueron las herramientas que me sirvieron para contar una historia que sacudiera de algún modo al lector, que lo obligara a hacerse esa misma pregunta. Y justo el noir fue el campo ideal en el que pude, o al menos intenté, echando mano de cosas muy personales, poner en la mesa un tema del que me parecía no se había escrito tanto y que no podía ni debía matizarse.
“El Perro” Domínguez es un exboxeador en tu novela, ¿qué papel jugó en el desarrollo del personaje tu afición por el box?
En el desarrollo del personaje, mucho. En mi familia hubo un boxeador profesional con el que tuve una relación muy cercana; entonces, pude conocer lo que sucedía luego de bajarse del ring, toda esa recuperación interesantísima de la que no siempre sabemos los aficionados, como la sensación del agua caliente en un cuerpo molido a golpes o el orinar sangre varios días por los constantes ganchos recibidos. Luego, tuve que investigar mucho más para conocer ese después de una fama efímera que no se cuenta, pero que es común en ese deporte, en contraste con las historias de “éxito”.
Pero la elección de esta característica del personaje se debió más bien a la necesidad de un ente de ficción que fuera capaz de entrar a cantinas y bares, agarrarse a golpes con el más bravo del barrio o el dealer envalentonado y salir bien librado. Decidí que era la mejor opción luego de imaginar a alguien como yo intentando lo mismo y salir con varios dientes menos en mi primer encontronazo, si bien me va. Me servía también su fama de barrio que, creo, sólo el boxeo y quizá el fútbol le dan a alguien y que es lo más parecido a un respeto no siempre fundamentado, pero al fin trato preferencial por parte de “buenos y malos”.
¿Conociste algún caso cercano como los “las buscadoras”?
Tuve la gran fortuna de conocer a Ceci Flores, la líder de las madres buscadoras de Sonora. Platiqué con ella un par de veces. Mientras hacía la investigación para la novela traté de ser lo más respetuoso posible, no perder de vista que estás hablando de sus hijos, hermanos, hijas o padres; procuré nunca rebasar esa línea tan delgada en la que se ven acorraladas e incómodas con preguntas y presencias no siempre bien intencionadas. El día que la conocí en persona, en la presentación de su libro, dudé en acercarme después de que algunos reporteros la bombardearon con preguntas malintencionadas. Una amiga en común nos presentó y le comentó sobre la novela; le mostré la portada en mi celular y se sorprendió un poco. Me dijo que ya varias personas le habían enseñado ese libro; por supuesto, no supe qué decir, ¿qué chingados le dices a alguien que vive todos los días eso a lo que tú apenas intentaste acercarte? “Me gustaría llevarme uno, muchacho», me dijo, y sentí como si se me cayeran mil kilos que andaba cargando en la espalda. Así pudimos platicar más en confianza. Le conté que seguía todos los lives en Facebook y que ahí encontré la mayoría de la información que me interesaba. Me contó de algunas búsquedas y experiencias que te dejan helado, y me hizo el grandísimo honor de llevarse una copia de la novela. Escuchar de primera mano experiencias de riesgo, de peligro real, de jugarte la vida cuando de repente las patrullas que las cuidaban desaparecían para que, minutos después, aparecieran comandos de sicarios armados y equipados, los mensajes y llamadas que recibía con amenazas de muerte; escuchar de ella que la justicia no era un objetivo en sus búsquedas, que no les interesaba saber quién fue ni por qué lo hizo, que “reconocía» que sus hijos no eran santos, y también que lo único que quiere es poder llorarles sabiendo que ya están descansando cerca de su madre; eso es un chingadazo en la razón.
Dicen que el territorio modifica lo que escribe cada autor, en tu caso, ¿qué papel jugó San Luis Río Colorado en tu obra?
San Luis es un pueblo pequeñito, apenas si rebasamos los doscientos mil habitantes, pero su ubicación lo convierte en un lugar donde circula mucho dinero, drogas, migrantes, armas, que representan más lana, balazos y ejecuciones todos los días. Además, estamos siempre en contacto con “el otro lado», un lugar que nos necesita pero, al mismo tiempo, nos niega e intenta invisibilizarnos constantemente. Eso te empuja, en ciertos casos te obliga, y en mi caso se vuelve algo inevitable en mi trabajo. Quizá a eso debemos el auge de la literatura noir en el norte de México: al espacio que te ofrece el género para contar el entorno que se impone en el deseo de explorar la condición humana.
¿Cuál es el papel que juega un escritor en su entorno social?
Me encantaría decir que el escritor es alguien fundamental en el tejido social, pero para asegurar eso tendría que poder afirmar, antes que nada, que todos los escritores están comprometidos con esa sociedad a la que casi casi le exigen que los lean, so pena de ser juzgados como seres incultos y empobrecidos. El escritor, a mi juicio, no sirve de nada en su entorno social si no se ensucia las manos, si no retira el saco de su espalda y se pone a jalar como toda la gente por un propósito común. Cada vez que voy llegando a una feria, me gusta observar en el camino a la gente que vive, transita, busca el pan y una vida mejor en el lugar donde ocurrirá el evento. También, y esto es invariable, cada vez llego a la misma conclusión: a toda esa gente le vale quinientos mil kilómetros de madres que llegue Juan Villoro, el Premio Nobel o Rulfo resucitado; les da exactamente lo mismo. Entonces, ¿por qué deberían darme a mí un lugar privilegiado en su entorno? Y esto ocurre, me parece, porque por mucho tiempo ser escritor era casi volverse un tocado por Dios, alguien a quien venerar y no con quien dialogar, a quien cuestionar o incluso refutar. Afortunadamente, veo también en estas ferias a una camada de extraordinarios escritores jóvenes a los que les incomoda el pedestal, escritores y escritoras que han entendido que es con la raza con quien hay que conectar, que tenemos la obligación de interpelar al otro, de incomodar, de meter el dedo en la llaga en turno y contar lo que sucede, lo que te sacude, tengas mil lectores o uno solo.
La situación de inseguridad que vive México desde el 2008, no ha cambiado, ¿cómo influye en tu obra toda esta violencia?
Yo nací en la Ciudad de México, donde pasé toda mi infancia y parte de mi adolescencia. Me enteré de robos, de barrios bravos y de la muerte de algún compa; si leías la noticia de un asalto en algún periódico, era más probable que conocieras al asaltante que a la persona asaltada. Luego me mudé a San Luis Río Colorado, un lugar que, poco a poco, fue volviéndose violento y peligroso para vivir.
La violencia se impone, se cuela por cualquier disciplina artística. Incluso aquellas historias “bonitas» ahora surgen como un esfuerzo para contrarrestar la violencia como tema, reafirmando sin quererlo su imposición como trasfondo. En mi caso, ha sido un eje sobre el cual puedo transitar por las emociones, miedos y manías humanas que el noir pone sobre la mesa, derrumbando el discurso erróneo de que la violencia pertenece a un estrato social o territorio específico. Siempre me ha interesado la violencia como tema, como marco o trasfondo; en mi caso, busco contar la historia desde la perspectiva de quienes la padecemos mucho más que desde la de quienes la provocan.
¿En qué situación se encuentra la literatura negra en México?
Creo que nunca antes había gozado de tan buena salud. Ojo, no digo que ahora sea mejor o que los escritores actuales sean mejores; más bien, su buen momento pasa por los lectores que se han aficionado al género, lectores y lectoras a los que el noir les dice algo, les provoca algo.
También, creo, pasa por la unidad que hay entre quienes exploramos el género y hemos encontrado casas como Nitro Press que arropan el noir y se la juegan por él. Salvo contadas excepciones, es muy chingón en una feria poder platicar con Élmer Mendoza, Paco Ignacio Taibo o Imanol Caneyada; y luego ver otra perspectiva, igual de chingona, de jóvenes autores como Adán Medellín o Manya Loría, por nombrarte solamente a algunos. O de autores no tan jóvenes, más bien cascadones, pero muy chingones como Carlos René Padilla o JJ Aboytia.
¿Cuáles son tus autores favoritos de este género?
El primer libro que leí y que me voló la cabeza, aun sin saber que era un género específico, fue Tardarás un rato en morir de Imanol Caneyada. Fue una especie de revelación de otra forma posible de contar historias. Luego me dejé ir sin freno en casi todo lo que me encontraba del género; pasé por Juan Hernández Luna, Paco Taibo, Élmer Mendoza, Rafael Bernal, Padura y Eduardo Antonio Parra. Y aunque siempre vuelvo a ellos, ahora me he enfocado en autores “nuevos” que disfruto muchísimo.
Más que de autores, soy de libros favoritos, así que van algunos que considero indispensables para el género en México. Empezaría con la novela que me parece la mejor obra escrita en los últimos años en el noir, que es Espectáculo para avestruces de Imanol Caneyada; Sombras detrás de la ventana de Eduardo Antonio Parra; El complot mongol de Rafael Bernal y todo Belascoarán y el Zurdo Mendieta tendría que entrar de cajón.
Las mujeres parecen estar destacando mucho en el género, menciona tres autoras contemporáneas que creas que sus trabajos son valiosos…
Uy, qué difícil elegir solo tres. Las mujeres están tomando el lugar que les pertenece en el noir. Disfruto mucho, por ejemplo, a Macaria España, que tiene una forma muy eficaz de crearte espacios y mundos en los que suceden cosas increíbles e imposibles que celebras y emocionan por igual. Manya Loría es otra autora que significó un gran hallazgo; esa voz potente y descarnada siempre narra con la piel viva y las emociones jugándose la vida en historias muy cabronas. Y, por último, y por ser del norte, mencionaría a Nylsa Martínez, que tiene una increíble capacidad de complejizar la cotidianeidad y llevar a sus personajes al límite partiendo de situaciones que podrían sucederle a cualquiera.
¿Cuál fue el primer libro que leíste y cómo fue tu acercamiento a las letras en la niñez o adolescencia?
Es curioso porque no vengo de una familia lectora. No recuerdo nunca haber visto a mis padres o hermanos leyendo por gusto algún libro. Mi acercamiento a las letras fue más bien tardío; había leído algunas cosas antes de leer completa La Peste, luego de una estancia obligada al reposo por una lesión y por ser el único objeto de la biblioteca familiar. Entendí muy poco, pero me abrió la puerta para luego volarme la cabeza con El Llano en Llamas, Vicente Leñero y Oscar Wilde.
Pero hay algo que siempre me ha parecido la más chida de las coincidencias. En la secundaria, mi maestro no paraba de hablarnos de su jefe, un señor que escribía y además era diputado por el PRI. Nos leía sus poemas y, a pesar de no interesarme la literatura en lo más mínimo en ese entonces, había algo que hacía que permaneciera callado y sin provocar reportes mientras leía. Ese amigo y jefe suyo era Jaime Sabines. Luego, en la preparatoria, me topé con dos autores que admiro, quiero y agradezco montones el haberse cruzado en mi vida. Ellos eran docentes y, como revelando la posesión de una enfermedad terminal, alguien me dijo que eran “escritores”. Imanol Caneyada y Rubén Meneses encendieron esa chispa por querer contar historias, que hoy agradezco sin tener forma de pagarlo.
¿Cómo funciona tu proceso creativo a la hora de escribir? ¿Tienes algún ritual en específico?
Necesito silencio y café. Con eso es suficiente. Normalmente escribo por la mañana; empiezo a las 4 a.m. y paro hasta donde la chamba o unos niños que dicen ser mis hijos exigiendo desayuno me lo permitan.
Debo tener cierta parte de la investigación hecha y un norte de lo que quiero contar antes de sentarme a escribir una novela, cuentos o una crónica de boxeo. Traigo por días o meses las ideas en la cabeza, intento estar atento al entorno y, cuando creo tener ya algo, me siento a escribir casi frenéticamente hasta terminar un primer borrador que nunca se parece en nada al trabajo final.
¿Cuál es el siguiente proyecto literario y sobre qué trata?
Acabo de terminar una novela también de corte negro que aborda el tema de los niños sicarios y su entorno. Mi trabajo desde hace años es con chavos de entre 12 y 15 años en una secundaria en el Valle de Mexicali, lo que me permitió obtener información de primera mano acerca de cómo y qué papel juega la escuela en la decisión de un niño entre, aunque sea por poco tiempo, vivir con algunos lujos, pero sobre todo sin hambre, aunque eso le represente terminar de la peor manera; o intentar lograr una formación a pesar de algunos maestros que hace tiempo han dejado de escuchar.
La novela ¿Dónde Estabas Tú? se puede adquirir en Ghandi, Mercado Libre y a través de la editorial Nitro Press. Al despedirse de Poetripiados, el autor recomendó encarecidamente a los lectores que se adentren en la literatura noir, especialmente la mexicana, asegurando que no se arrepentirán de la experiencia.
La riqueza y diversidad de este género, dijo Contreras, reflejan las complejidades de la realidad que enfrentan muchas comunidades en México. Con sus tramas intrigantes y personajes memorables, la literatura noir no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión sobre temas sociales, políticos y humanos.