Una agente de migración parecía no conocerla y otro se sorprendió: “¿todavía canta?”. Y de qué manera, podría responderle hoy. Es un ícono de los ochenta (a su pesar, no es de su interés ser ícono de nada) pero su trabajo ha trascendido las décadas. De hecho, hay muchas razones para que sigamos hablando de Cyndi Lauper.
Cómo desaprovechar la oportunidad de escucharla cuando, a menos de un mes de iniciada, su gira Girls Just Wanna Have Fun Farewell Tour pasó por Austin, Texas. Su presentación en el universitario Moody Center, el 14 de noviembre de 2024, fue un repaso corto para una trayectoria tanto extensa como notable, incluso más allá de la música. Lauper no sólo es una cantante sobresaliente, que con eso ya era mucho, sino que también es compositora, productora, actriz y activista. Debutó afirmando que las chicas sólo quieren divertirse, pero desde entonces, gran parte de su obra ha sido una adenda a esa aserción de 1983: también quieren aborto legal, relaciones libres de abuso, equidad y respeto a toda identidad y orientación sexual. Sus canciones incluyen otros temas sociales como discriminación, pobreza y VIH/SIDA, además de que ha fundado organizaciones a favor de los derechos de las mujeres y por las necesidades de jóvenes sin hogar discriminados por sus preferencias sexuales. Todas éstas cartas fuertes para ser barajeadas por más de 20 ciudades de un Estados Unidos a punto de padecer el segundo término de Donald Trump, el presidente bully.
Algo de este inventario temático fue acotado por Cyndi desde el escenario, tomándose su tiempo entre canciones. Así, luego de “I drove all night”, tema grabado primero por Roy Orbison pero cuya versión se publicó posteriormente a la de Lauper (y que años después grabara también Celine Dion), la cantante expresó que se interesó por él dado que “no había muchas canciones sobre mujeres conduciendo autos”. Pudo haber dicho casi lo mismo para “She bop”, track con el que abrió la noche: tampoco hay tantas canciones que traten sobre la masturbación, mucho menos la femenina. Y justo después de manosear el eufemismo “bop” en todos los pronombres singulares y plurales, de forma natural pasó al momento infantil y uno de los más pop en todo show: “Goonies ‘r’ good enough”, despertando la nostalgia de un público con una media de edad de no menos de 45: puro Goonie genuino que vio dicha película en su corrida original en cines. Luego vino el primero de los covers que Lauper ha hecho propios: “When you were mine”, original de Prince. Los otros fueron “Iko iko”, composisión de Sugar Boy Crawford and his Cane Cutters (y con versiones populares de The Dixie Cups, The Belle Stars y Dr. John, así como frecuente en los conciertos de The Grateful Dead), “Funell of love”, conocida en voz de Wanda Jackson, “Money changes everything”, de la banda new wave The Brains y “I’m gonna be strong”, hecha famosa por Gene Pitney y que Cyndi Lauper lanzó en 1980 cuando aún estaba en su grupo llamado Blue Angel. Fue con este cover donde quedó constatado el potente alcance vocal del que aún es capaz esta señora de 71 años; también demostró su competencia en un registro opuesto en la introducción a capella de “Sally’s pigeons”, canción donde Lauper recuerda a una amiga de su infancia fallecida al tratar de interrumpir un embarazo adolescente. Sonaron también “Sisters of Avalon”, “Change of heart”, “Shine”, “True colors” y “Who let in the rain”, inspirada, relató, cuando haciendo quehacer en su casa en un día lluvioso, el agua comenzó a meterse por una ventana abierta. El setlist abarcó diversas etapas, géneros y estados de ánimo, y dio para que hubiera solos de melódica, cajón peruano y hasta uno de flauta dulce a cargo de la cantante y su buen humor.
En el escenario, como era de esperarse, más mujeres que hombres. Estos últimos fueron Neal Coomer (coros), William Wittman (bajo), antiguo compañero de Lauper y director musical de la gira (colaborador de artistas que van de Ricky Martin a Bob Dylan) y Sterling Campbell (batería), quien tocó por 14 años con David Bowie, además de haber sido miembro de Duran Duran, Soul Asylum y los B-52’s. Las chicas divirtiéndose fueron Alex Nolan (guitarra), Rocky Rose (teclados), también compositora para películas, Mona Tavakoli (percusiones), quien ha acompañado a Pat Benatar y cuenta con varios proyectos en los que destaca el cajón, y Elaine Caswell (coros), quien ha cantado junto a Ronnie Spector, Darlene Love, Dolly Parton, Billy Joel, Elton John, Mick Jagger, Keith Richards, Roger Waters, Eddie Vedder…
También, Lauper invitó a colaboradores extramusicales como el diseñador de modas Christian Siriano y destacados artistas cuyas obras fueron proyectadas y animadas en un espectáculo visual que acentuó el temperamento de cada canción: Sonia Delaunay, Reza Dolatabadi y Refik Anadol fueron algunos de ellos. La fuente de aire de Daniel Wurtzel (con versiones exhibidas en el Tate Modern, el Banco de Brasil Centro Cultural y en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014, además de en otros espacios alrededor del mundo) es una escultura textil danzante, protagonista del show durante “Sally’s pigeons” y compañera de Cyndi al centro de la arena mientras cantó “True colors”. Justo después de este tema, Lauper presentó a una última colaboradora, Yayoi Kusama, citando su consigna: “Convierto la energía de la vida en motas del universo”, y acto seguido, vestuario y pantallas se llenaron de motas rojas para cerrar el concierto.
Terminó “Girls just wanna have fun”, las motas se esfumaron, las luces se encendieron y noté cómo un hombre delante de mí, calvo, fornido, acompañado por su esposa, se secó una lágrima. Por supuesto, simpaticé con él, porque resulta difícil no conmoverse ante la voz, la frescura mantenida en el tiempo y la valentía de esta luchadora social cómplice de luchadoras (literalmente: el inicio del éxito musical de Lauper fue paralelo a su etapa como mánager de las deportistas de lucha libre Wenty Richter y The Fabolous Moolah). Se trata precisamente de la libertad: una mujer así de libre impone y eso despierta el miedo de muchos hombres, mientras otros nos dejamos seducir por ello. Sentir admiración por Cyndi Lauper es admirar a las mujeres que nos rodean y que se han abierto paso en los ámbitos de su predilección. Mejores palabras no pudo elegir un juez al finalizar un costoso conflicto legal resuelto a favor de Lauper al comienzo de su carrera solista: “dejen cantar al canario”. Nosotros, por nuestra parte, escuchémoslo, sigámoslo, sigámoslas. Igualito que en el video de “Girls just wanna have fun”: ahí vamos el abogado, los albañiles, el repartidor de pizzas, los bomberos… Detrás de ellas, y el destino no puede ser sino una fiesta. Al frente, Cyndi Lauper y sus amigas.
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Paulino Ordóñez ha publicado las plaquettes: Veinte minifaldas (2011), y La novia y sus amigas (2015), los poemarios: Multitudes (2012) y La cópula (2012); y los libros infantiles: ¡Otra vez ese tal principito! (2001) y La palabra espuma (2008).
Está incluido en el disco compacto Momento, Antología de poesía contemporánea (Conarte, 2012). En el 2014 fue becario del Centro de Escritores de Nuevo León.