Este mano a mano entre dos autoras argentinas, nos muestra la fuerza con la que ambas se defienden en el ring literario de la lucha por la brevedad. Hoy presentamos dos textos de Luisa Valenzuela (1938) y Giselle Aronson (1971).
La primera nació en Buenos Aires, residió varios años en París y Nueva York, con largas estancias en Barcelona y México. Durante su larga carrera, que abarca ya 50 años de ininterrumpida dedicación a la literatura, ha publicado más de 30 libros, entre novelas, volúmenes de cuentos, microrrelatos y ensayos.
En el caso de Aronson, es escritora, licenciada en fonoaudiología, docente y gestora cultural. Desde el 2015 coordina el ciclo literario “Crudo”. Y desde el 2019 lleva adelante “Justo”, un espacio de actividades culturales y organiza talleres literarios en Haedo, Buenos Aires. Ha publicado los libros Cuentos para no matar y otros más inofensivos (Macedonia Ediciones, 2011), Poleas (Textos Intrusos, 2013), Dos (Milena Caserola, 2014), Sin ir más lejos (Macedonia Ediciones, 2014), Orden del vértigo (El 8vo Loco, 2014) , Lo que no se sabe (Modesto Rimba, 2016), En el hueco que queda (Halley Ediciones, 2018), Modos de buscar refugio (Halley Ediciones, 2019) y Como si de verdad (2020). Sus textos han sido publicados en antologías, portales y páginas web. Junto al compositor y músico Pilo García es co-autora de Ocho motivos para volver, un álbum de poesía, música y otros proyectos.
Sin más preámbulos, nuestras autoras suben ya a este ring literario.
Palabras parcas
Por Luisa Valenzuela
Abelardo Arsaín, astuto abogado argentino, asesino agudo, apuesto, ágil aerobista acicalado. Atento. Amable. Amigo asiduo, afectuoso, acechante. Ambicioso. Amante ardiente, arrecho. Autoritario. Abrazos asfixiantes, ansiosos, asustados. Aluvión apagado, artefacto ablandado, apocado. Agravado. Altamente agresivo, al acecho. Abelardo Arsaín. Arma al alcance, arremete artero, ataca arrabiado, asesina. Atrapado. Absuelto: autodefensa. ¡Ay!
Reverberación
Por Giselle Aronson
Al principio, me preocupaba que mi propia imagen no se reflejara en el espejo del baño. Luego me tranquilicé cuando una mañana descubrí, que, a pesar de esa ausencia, el otro lado me devolvía el eco de mi voz.