Alas
Por Enrique Anderson Imbert*
Yo ejercía entonces la medicina en Humahuaca. Un tarde me trajeron un niño descalabrado; se había caído por el precipicio de un cerro. Cuando para revisarlo le quité el poncho vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté:
-¿Por qué no volaste, m’hijo, al sentirte caer?
-¿Volar? -me dijo- ¿Volar, para que la gente se ría de mí?
*Escritor, ensayista, crítico literario y profesor universitario argentino (1910-2000)
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Consejos
Por Lewis Carroll*
Alicia solía darse, por lo general, muy buenos consejos (pero rara vez los seguía), y a veces se regañaba tan severamente que se le saltaban las lágrimas; se acordaba incluso de unas buenas bofetadas que se dio ella misma por haber hecho trampas jugando al croquet consigo misma.
*Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su seudónimo Lewis Carroll, fue un diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor británico. Sus obras más conocidas son Alicia en el país de las maravillas y su continuación, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí. (1832-1898).
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El socio
Por Slawomir Mrozek*
Decidí vender mi alma al diablo. El alma es lo más valioso que tiene el hombre, de modo que esperaba hacer un negocio colosal.
El diablo que se presentó a la cita me decepcionó. Las pezuñas de plástico, la cola arrancada y atada con una cuerda, el pellejo descolorido y como roído por las polillas, los cuernos pequeñitos, poco desarrollados. ¿Cuánto podía dar un desgraciado así por mi inapreciable alma?
—¿Seguro que es usted el diablo? —pregunté.
—Sí, ¿por qué lo duda?
—Me esperaba al Príncipe de las Tinieblas y usted es, no sé, algo así como una chapuza.
—A tal alma, tal diablo —contestó—. Vayamos al negocio.