En una frontera donde el polvo del desierto también acumula historias no contadas, el Museo de Arte de Ciudad Juárez (MACJ) nos abre una última ventana al sur, donde las resistencias de los pueblos originarios se convierten en memoria tangible. Con la exposición “Arte y Resistencia. Colectivo de creación con sentido social”, la voz de las comunidades purépechas de Michoacán atraviesa el espacio, resonando hasta el norte, donde el arte encuentra su lugar como testimonio y denuncia.
Organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el INBAL, esta muestra multidisciplinaria, abierta hasta el 31 de diciembre, no es una simple exposición; es una interpelación cultural. Aquí, las luchas y la belleza de los pueblos originarios se expresan a través de obras que son, en sí mismas, actos de resistencia: el camión quemado de Nahuatzen reconstruido como un “Monumento al diálogo forzado” o las acuarelas de “El monumento reubicado”, que desmantelan el racismo oficialista con sutileza y firmeza.
El fotoperiodismo de Juan José Estrada Serafín amplifica las imágenes vibrantes de una cultura viva, mientras que el documental Kuri, somos fuego recuerda que el arte también puede ser una herramienta política, una resistencia lúdica, una lengua que se niega a morir.
Esta exposición, coordinada por Fernando Llanos, rompe las burbujas elitistas del arte contemporáneo y apuesta por la vinculación comunitaria. Las piezas dialogan con artesanos, académicos y transeúntes, proponiendo que el arte no solo retrata las resistencias sociales: es la resistencia misma.
Para Ciudad Juárez, epicentro de encuentros y desencuentros, “Arte y Resistencia” nos recuerda que la identidad también se forja en los márgenes, donde la memoria insiste en no arder ni desvanecerse.