Angry Birds, 1492 y la psicología de masas
La hipocresía practicada por occidente frente a los árabes
y musulmanes es otra forma de colonizarlos culturalmente.
Es otra forma de destrucción.
Ali Ahmad Said Esber
El 12 de octubre marca el inicio de una nueva era en lo que hoy conocemos como América. Para bien o para mal, la llegada de los españoles establece un referente y transforma un modo de vida por completo. En el filme Angry Birds (Winder, 2016), cuando los cerdos llegan a la isla de los pájaros, sus intenciones requieren de un disfraz, un fetiche que les permita infiltrarse en el mundo de las aves. Žižek se ha preguntado: ¿por qué las ideas dominantes no son las de la clase dominante?, cuestionando así la propuesta marxista que sostiene que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho de otro modo, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante” (Engels, 1974, pág. 50).
Para ejemplificar, nos sirve esta abrupta llegada de los cerdos. Analicemos lo que ha escrito el esloveno:
La ideología fascista “manipula” el auténtico anhelo popular de un retorno a la verdadera comunidad y la solidaridad social, que contrarreste la desbocada competencia y explotación. Sin duda, “distorsiona” la expresión de ese anhelo con el fin de legitimar y preservar las relaciones sociales de dominación y explotación. Sin embargo, para lograr ese objetivo, debe incorporar en su discurso ese genuino anhelo popular (Žižek, 2008, pág. 19).
En estas líneas, el escritor revela cómo el sujeto debe distorsionar una acción mediante un discurso, o manipular los deseos de los demás individuos para lograr su propósito. Es imposible lograr su acción si expone ideas que no coinciden con los deseos de quienes deben legitimar las relaciones existentes. Esto contrasta con la visión de Marx y Engels. Hoy, podemos decir que las ideas dominantes no necesariamente son las de las clases dominantes, sin que esto implique una conexión directa con la praxis. Es decir, el discurso o las ideas sólo estabilizan la sociedad, mientras la acción, las políticas públicas y el derecho únicamente sirven para legitimar las relaciones existentes, donde la clase privilegiada no pierde, ni por error.
De lo anterior, desprendemos que la abrupta llegada de los cerdos, comandados por uno de nombre Leonard, sabe perfectamente que necesita un disfraz ideológico para infiltrarse en la isla y cumplir sus propósitos. Por ello, ya tiene un plan de acción para persuadir a los habitantes de sus buenas intenciones.
En una escena de la película, la embarcación llega a la isla. Cuando Leonard desciende del barco, al fondo se observa una carga de explosivos con la leyenda «TNT». Ante esta intempestiva llegada, se da el siguiente diálogo:
Leonard: Saludos desde mi mundo, el mundo de los cerdos. Chuck, murmurando a Red: ¿Qué es un cerdo? Leonard: Yo soy un cerdo. Mi nombre es Leonard, pero mis amigos me llaman Risitas. (Leonard entrega un canasto con vino, donas, confituras a Bomb). Bomb: Qué generoso, gracias. (Leonard toma una paleta del canasto y se la lleva a la boca). Leonard: Venimos en paz. Vimos su isla a través del mar y nos dijimos: «¿Qué harán esos muchachos?» Habitante: ¿Pero no hay otro lugar aparte de este? Leonard: Claro que hay, y de allá venimos. Se llama Isla Cerdito. Pájaro Mimo: Ya valió. (Winder, 2016, min. 27:10-28:03).
Eduardo Galeano nos recuerda: “En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, que vivían en América, que estaban desnudos, que existía el pecado, que debían obediencia a un rey y una reina de otro mundo” (Galeano, 2015, pág. 198). En estas imágenes, Leonard trae consigo un sinfín de objetos cuya apariencia era desconocida para los pájaros. Incluso las aves no sabían qué era un cerdo, y quizás por ello el Pájaro Mimo expresa la frase muy recurrente en nuestra cultura: «ya valió», tal vez experimentando un déjà vu. El filme nos recuerda que, cuando esto ocurrió hace más de quinientos años, perdimos toda identidad, fuimos reseteados e impusieron una forma de ver, actuar y vivir que sigue vigente hasta hoy.
Leonard sabe perfectamente que vienen a imponer una nueva lógica: las aves deben someterse a otras costumbres y adorar a otros dioses. Deben olvidar al Dios de las aves, cuyo mote es Águila Poderosa, y rendir tributo al rey. Mientras los nativos americanos adoraban a Quetzalcóatl (Serpiente Emplumada) y se sometían a los dictados de su emperador, los españoles fueron eliminando las deidades locales. Ahora debían adorar a un dios que no era suyo, a un rey que no era su emperador. En este contexto, analicemos la escena descrita:
Leonard: Gracias por su cortesía y su hospitalidad. Nuestro rey les manda su más cálido saludo. Red a Bomb: ¿Rey? Leonard: Nos han compartido las maravillas de su singular islita linda. Baja la manta, Ross (cae una manta con el fondo de un cerdo gigante). Ahora, con humildad, compartiremos algunas maravillas de nuestro mundo.
Red: Ajá, sí, humildad mi cola.
Chuck: Ese piquito.
Leonard: Dentro de unos 100 años todos se preguntarán, ¿cómo empezó la amistad entre los cerdos y las aves aquí?
Red (gritando): ¡Da igual! (Winder, 2016, min. 29:23-30:00).
Red continúa sin creer mínimamente en los cerdos. Leonard, por su parte, utiliza un discurso simplón para convencer a la comunidad de aves. La forma más natural es presentarles todo aquello que desconocen y, debido a su limitado conocimiento del mundo, cualquier cosa distinta a lo que conocen en la isla les causa sorpresa. Leonard habla de una relación que podría ser duradera. En cien años, dice, varias generaciones de aves y cerdos se conocerán, y este inicio quedará grabado en la historia. Utiliza la eternidad para justificar y legitimar su abrupta llegada a la isla.
Escenas más adelante, Red, Chuck, y Bomb encuentran a cientos de cerdos en la embarcación, y cuando deciden desenmascarar a Leonard ocurre lo siguiente:
Red (llega gritando donde está la fiesta): ¡Hey, hay más de ellos! (Expresiones de desaprobación de los pájaros). Mientras ustedes se divertían, yo husmeaba en su barco, y miren lo que encontré (presenta cientos de cerdos ante la comunidad pájaro). Hay más de ellos, lo cual es misterioso y extraño, ¿verdad? Recuerden que él dijo que solo había dos cerdos a bordo, pero claramente estaba mintiendo. Ah, y hay extraños artefactos en su barco (muestra un destapacaños), así que aquí pasa algo muy retorcido. ¿Qué tan retorcido? No lo sé. ¿Qué tan específico? Tampoco lo sé. ¿Alguna duda?
Juez: ¿Husmeaste dentro de su barco?
Red: Ah, bueno. No quiero una recompensa, si están pensando en qué honor podrían otorgarme, no lo quiero. (Los pájaros abuchean). Sí, abucheen, ¿es a ellos o a mí?
Voz entre los pájaros: A ti.
Leonard: Tal vez yo pueda explicarles. Verán, mis primos son gente simple. Yo no quería arriesgar sus vidas hasta asegurarme de que el nuevo mundo era seguro. Íbamos a montar un show de vaqueros para ustedes. (Arranca un show con guitarras y sombreros). Pero quizás no estaba predestinado. Yo creo que las aves y los cerdos deberían ser amigos, pero sí hemos cruzado límites que no debieron cruzarse (Leonard finge llorar y sufrir).
Juez: Señor Red, ha humillado no solo a usted mismo, sino a toda nuestra comunidad (Winder, 2016, min. 33:23-36:45).
Las aves se han enajenado; ya no entienden razones provenientes de sus iguales. El juez, en lugar de percibir el peligro de una invasión, prefiere centrarse en la acción ilegal de Red. Le reprocha y recrimina haber husmeado en un barco ajeno, considerando más censurable la falta de Red que el posible delito mayor que representan los cerdos.
Esto nos recuerda la fragilidad de las legislaciones en el territorio mexicano. Por ejemplo, un ciudadano que, al llegar a su hogar, observa cómo los delincuentes están hurtando sus pertenencias, decide enfrentarlos y termina siendo procesado como criminal, esperando que una autoridad declare legítima defensa. Así se ha entendido la sumisión a los poderes legítimos expuestos en el contrato social (Rousseau, 2007).
De esta manera, Red termina condenado moralmente, señalado como el autor de una humillación en nombre de la comunidad de aves contra los cerdos, quienes se presentan como amigos y salvadores, trayendo prosperidad a una remota isla de la cual ni siquiera se sabía de su existencia, más allá de sus montañas y océano.
¿Qué puede hacer que unas aves terminen sometiendo su voluntad a unos intrusos? Una respuesta lógica deriva del fenómeno del instinto inherente a la condición humana de hacer comunidad, de la necesidad de pertenecer a algo. Así se puede entender cómo los jóvenes ingresan a pandillas, grupos religiosos, coros eclesiásticos, equipos deportivos, bandas de rock, o incluso fenómenos actuales como el auge de los corridos tumbados en la música. En el caso que nos ocupa, podemos señalar que los pájaros han sido sugestionados por los cerdos, logrando la fascinación necesaria para que actúen irracionalmente, producto del instinto gregario de la comunidad y una sugestión recíproca entre las aves.
Así, Freud, tomando como referencia la teoría de Wilfred Trotter, señala:
“El individuo se siente incompleto cuando está solo. La angustia del niño pequeño sería una exteriorización de este instinto gregario. Oponerse al rebaño equivale a separarse de él, y por eso se lo evita con angustia. El instinto gregario sería algo primario, no susceptible de ulterior descomposición” (Freud, 1992, pág. 112).
Esta pulsión hace posible que las aves quieran expandir sus ligazones, ir más allá y abrir sus fronteras a una especie hasta entonces desconocida. Con mayor razón si quien dirige la expedición de los cerdos ha suscrito un acuerdo verbal que rebasa los cien años; la comunidad crecerá a la par de los lazos afectivos.
Podemos señalar que este instinto gregario podrá tener una ruptura ulterior, no una descomposición, como Freud mismo lo señala en su teoría. En el momento de este suceso, se impone la pulsión gregaria, pero esto se determina por la conjunción que el momento tiene con la sugestión recíproca que han manifestado las aves. Más adelante, cuando los cerdos se despojen de las máscaras que les permitieron obtener sus pretensiones ocultas, entonces la pulsión gregaria se apegará a una sugestión inversa; ahora la sugestión será negativa, pero las cosas ya habrán sucedido.
Ejemplifiquemos para dilucidar este suceso. Tenemos un niño que pocas veces se reúne con iguales. En un momento, comienza un juego de balompié por casualidad. En ese instante, su pulsión gregaria se conjuga con una sugestión positiva. Por alguna razón, el menor golpea con fuerza el balón y hace añicos un cristal; entonces, la sugestión se vuelve inversa y se manifiesta de forma negativa. Comienza a ser castigado por la conciencia, pues el Superyó entra en juego. Minutos más tarde, su instinto gregario disminuirá y ya no buscará salir a jugar con sus iguales; este hecho podría ser incluso la génesis de un núcleo traumático en la vida del menor.
La masa actúa, por tanto, a través de una ligazón afectiva entre sí mismos. Freud nos ilustra sobre este tema para referirse a este hecho:
«La falta de autonomía y de iniciativa del individuo, la uniformidad de su reacción con la de todos los otros, su rebajamiento a individuo-masa. Pero la masa exhibe algo más: los rasgos del debilitamiento de la actividad intelectual, desinhibición de los afectos, incapacidad de moderarse y de diferir la acción, tendencia a transgredir todas las barreras de la exteriorización de los sentimientos y a su total descarga de la acción; estos rasgos y otros semejantes presentan un cuadro inequívoco de regresión de la actividad anímica a un estadio anterior, como no nos sorprende hallar entre los salvajes o los niños. Una regresión de esta índole pertenece de manera muy particular a la esencia de las masas comunes, mientras que, según sabemos, en las de alta organización, artificiales, se les puede detener en buena medida» (Freud, 1992, pág. 111).
Por esta razón, Red termina abucheado por su misma comunidad. Las condiciones de la masa como un solo ente determinan que Red ya no sea bien visto; se esfuman los sentimientos afectivos que alguien pudiera guardarle, dado el momento sugestivo. Nadie tiende a razonar; todos son arrastrados por la vorágine del momento. Han formado su propio monstruo efímero, un andrógino que, en ese instante, se cree capaz de desafiar incluso a las deidades del Olimpo.
Cabe señalar que esta masa de aves se ha conformado espontáneamente y no se asemeja en nada a algo previamente acordado. Es una masa común, como las que Freud ha señalado en la cita arriba referida. Es esta peculiaridad de las masas la que genera una pérdida mayor de raciocinio al actuar. Así podemos encontrar explicaciones coherentes a fenómenos como una pelea campal dentro de un estadio de fútbol, que no resulta de la falta de organización de esa actividad deportiva, sino de la singularidad de la masa que ha logrado identificarse, ha perdido la lucidez de pensamientos y ha terminado por conducirse impulsivamente.
Para finalizar este somero análisis, observemos cómo el rey decide quitarse su máscara y mostrarse tal cual es, una vez que las aves han penetrado en su territorio después de que los cerdos han hurtado los huevos de la isla de las aves:
Rey cerdo: Mis leales súbditos, las traicioneras aves han pagado nuestra amistad con un injustificado acto de agresión. Su ataque fracasará; tenemos vidrio, tenemos madera, tenemos TNT. Quisimos matarlos con amabilidad, y ahora simplemente hay que, bueno, ya saben (Winder, 2016, min. 1:12:06-1:12:28).
Para el rey, es incomprensible que alguien desobedezca sus dictados. Ahora, el discurso con el que sedujo a los cerdos lo utiliza para incitar a su comunidad porcina a comportarse con fiereza contra las aves. Les hace saber que las aves han destrozado el acuerdo no escrito y que han decidido agredir violentamente a sus amigos los cerdos, quienes solamente robaron sus huevos. Les recuerda que ellos, los cerdos, tienen las armas con que imponerse.
Hasta entonces, las aves habían sido tratadas solo con violencia simbólica; no había sido necesaria la violencia física. La violencia simbólica fue la enajenación de la que fueron objeto y que ni cuenta se dieron de la manera en que estaban siendo saqueadas. Las aves creyeron fielmente en las intenciones de los cerdos; la verdad oculta jamás la imaginaron. El discurso alegre y afín escondía una violencia siniestra detrás. La camaradería ofrecida por los cerdos, cuando no existía una pizca mínima de intención fraterna, violentaba a las aves más cruelmente que si fueran torturadas.
De esta manera, podemos entender la colonización y la colonialidad. Mientras que en la colonización la violencia física es necesaria para dominar un territorio, en la colonialidad ya no es necesaria la fuerza; es una violencia simbólica donde se imponen formas de vida, de pensar y demás.
En este sentido, puede referenciarse el trabajo Para leer al pato Donald (Mattelart, 2002), que puso de manifiesto una nueva forma de colonialismo mediante la cultura popular. Por ello, es importante analizar también hoy las cintas de la cinematografía.
Así, tenemos elementos que nos permiten, de alguna manera, entender que la abrupta llegada de los españoles hizo necesaria la dominación mediante la fuerza física. Una vez logrado este fin, la etapa siguiente fue imponer un dios, un idioma, una forma de pensar y de vivir que se ha ido reproduciendo hasta nuestros días.
Trabajos citados
Dorfman, A., & Matterlart, A. (2002). Para leer al pato Donald. Comunicación de masas y colonialismo. Buenos Aires, Argentina: Siglo veintiuno.
Freud, S. (1992 a). Psicología de masas y análisis del yo. En F. Sigmund, Obras completas (J. L. Etcheverry, Trad., Vol. XVIII, págs. 63 – 136). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.
Galeano, E. (2015). Los hijos de los días. Madrid, España: Siglo veintiuno.
Marx, C., & Engels, F. (1974). La ideología alemana (Quinta ed.). (W. Roces, Trad.) Barcelona, España: Ediciones Grijalbo.
Rousseau, J. J. (2007). El contrato social (Duodécima ed.). (F. d. Ríos, Trad.) Madrid, España: Espasa Calpe.
Winder, J. C. (Productor), Vitti, J. (Escritor), & Reilly, C. K. (Dirección). (2016). Angry Birds [Película]. Estados Unidos: Columbia Pictures.
Žižek, S. (2008). En defensa de la intolerancia. Madrid, España: Sequitur.