La reciente designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas por parte del gobierno de Estados Unidos marca un cambio irreversible en la relación bilateral. Esta medida no solo redefine el combate contra el narcotráfico, sino que también plantea serias implicaciones en la soberanía de México y en la cooperación entre ambos países.
Estados Unidos ha ampliado su margen de acción en la lucha contra los cárteles mexicanos, otorgándole a sus agencias una mayor discrecionalidad para actuar. Esta designación no solo permite la congelación de activos y la deportación inmediata de narcotraficantes, sino que también allana el camino para justificar operaciones unilaterales bajo el pretexto del combate al terrorismo. Para México, esta decisión representa una amenaza directa a su soberanía, ya que da pie a una intervención estadounidense sin necesidad de coordinación previa con el gobierno mexicano.
Aunque no hay confirmación de una intervención militar inmediata, la posibilidad de incursiones selectivas o “operaciones quirúrgicas” en territorio mexicano no puede descartarse. La administración estadounidense ha dejado en claro que considera el narcotráfico una amenaza a la seguridad nacional, y la nueva designación le otorga herramientas similares a las utilizadas en la lucha contra grupos extremistas en Medio Oriente. El precedente de acciones unilaterales como la operación contra Osama Bin Laden en Pakistán sugiere que Estados Unidos podría actuar sin la aprobación del gobierno mexicano si considera que sus intereses están en riesgo.
¿Negociación o presión?
De acuerdo con lo expuesto por Trump, los medios estadounidenses y mexicanos, especialistas y la presidenta Sheinbaum, más allá de una posible intervención militar, la designación también funciona como una herramienta de presión diplomática. Estados Unidos busca obtener concesiones de México en términos de seguridad, migración y control del narcotráfico.
Sin embargo, el gobierno mexicano se enfrenta a un dilema: aceptar la nueva narrativa impuesta por su vecino del norte o resistirse y defender su soberanía. En este contexto, la demanda interpuesta por México contra las armerías estadounidenses cobra mayor relevancia, ya que busca responsabilizar a los fabricantes de armas por su papel en el fortalecimiento de los cárteles.
Uno de los factores que podría estar influyendo en la postura de Estados Unidos es la percepción de que el gobierno mexicano, de inclinación izquierdista, podría fortalecer sus lazos con potencias rivales como China y Rusia. La creciente presencia de inversión china en México y la postura de no alineamiento del país frente a las sanciones contra Rusia generan preocupación en Washington.
En este sentido, la presión sobre México podría no limitarse al ámbito del narcotráfico, sino extenderse a una estrategia más amplia para asegurar que el país no se acerque a actores considerados adversarios por Estados Unidos.
En el corto plazo, la administración mexicana podría enfrentar un dilema político y diplomático. Cualquier concesión en seguridad podría ser interpretada como una cesión de soberanía, mientras que una postura de resistencia podría escalar las tensiones con Washington. La demanda de México contra las armerías estadounidenses, anunciada por Sheinbaum el pasado 14 de febrero en caso de que designara a los cárteles, terroristas, podría convertirse en un nuevo campo de batalla diplomático.
En este contexto, el margen de maniobra del gobierno mexicano es limitado, y cualquier decisión podrá tener repercusiones a largo plazo en la relación bilateral, pero la realidad es que México no está solo en este mundo. Al tiempo.