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Una coreografía de la inocencia

PALABRAS PARA CÁNDIDA Cándido, da1.. adj. Ingenuo, que no tiene malicia ni doblez. Te llamas Cándida,y no por ese nombre que heredastecomo un vestido viejoque se ajustase mal a tu figura.Porque eres cándida:blancura sin malicia ni doblez,lo dice bien la RAE, pero tus gestoslo dicen aún mejor:es cándido tu rostro cuando asientes atentaa la cosa […]

una sonrisilla que recuerda / a tiempos que ahora son ceniz

Por Alejandro V. Bellido / 27 de abril de 2025

PALABRAS PARA CÁNDIDA

Cándido, da
1.. adj. Ingenuo, que no tiene malicia ni doblez.

  1. adj. poét. blanco.Color cándido. Nieve cándida.

Te llamas Cándida,
y no por ese nombre que heredaste
como un vestido viejo
que se ajustase mal a tu figura.
Porque eres cándida:
blancura sin malicia ni doblez,
lo dice bien la RAE, pero tus gestos
lo dicen aún mejor:
es cándido tu rostro cuando asientes atenta
a la cosa más nimia que sale de mi boca
y culminas la charla cifrando la ternura
con una sonrisilla que recuerda
a tiempos que ahora son ceniza.
Me asomo a tu oficina y veo la candidez
en tu ceño fruncido y en tus manos
que se baten en duelo con facturas,
o en el rubor que sube a tus mejillas
cuando me asomo y te sorprendo
tecleando ensimismada
—pasos
todos estos de baile que conforman
una coreografía de la inocencia—.

Pero esa candidez
tiene los días contados porque el tiempo
no sabe de clemencia ni de misericordia.
Por eso, para cuando la vida se abalance
sobre ti como un Hummer H2,
dejando bien marcadas sus ruedas de veinte
pulgadas en el centro de tu blancura incólume
y tristemente te despojen
de tu nombre, aquí, Cándida,
te dejo tu epitafio.

PETICIÓN

A la vida le pido pocas cosas
no quiero ya más fuegos de artificio,
no le pido regalos, no le pido
nada;
que no se entrometa y que deje
que el robo se produzca poco a poco.
Como tiene que ser: sin prisas,
que deje que las cosas sigan su curso.
Y encontrarme pasado el tiempo
desconsolado, viejo, solo.
Que la muerte me halle
con una vida llena de vacíos,
como una escoria informe
que pida a gritos que la tiren
a la basura.
Y engalanarme
con la mejor de las sonrisas
que puedan concederme aquellos tiempos
cuando oiga sus nudillos en la puerta.

EL ABRAZO

En estos versos pongo —aquí se queda—
la caricia que nunca te daré,
aquí pongo los besos
de fuego que te encienden en las calles
de mi imaginación
—de los que no tendrás noticia nunca—;
aquí también las sábanas
que nunca rozarán nuestros cuerpos desnudos
y tu sonrisa,
aquella que no lleva
mi nombre la pondré
—tan luminosa, tan
pequeña— justo
aquí.
Aquí, dejo estas líneas
que —torpemente— tratan
de darle a la tristeza un cuerpo
que me abrace esta noche.

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA LITERATURA

Sentado en la parada del bus veo de improviso
pasar un gran camión de un blanco reluciente
como un bello corcel de un elegante
caballero trotando por praderas
grises de duro asfalto.
Me fijo que en el morro del vehículo
bajo la ventanilla hay unas letras
metálicas, enormes, en las que, rutilantes,
bajo un tórrido sol
de tarde de verano, dice: «GORDI».
Y me imagino al conductor un día en el taller
diciéndole a su amigo
que quiere sorprender a su parienta,
que son ya cinco años y no tiene
ningún detalle nunca y que ella
se lo merece todo, así
que ponle —me imagino que le dice—
en esta parte bien en grande, que se vea,
las letras que te he dicho,
que le quede bien claro a la gordita
que estoy loquito por sus huesos como
si fuese el primer día.

Y lo veo venir y me impresiona,
en esta carretera tan mediocre,
en un pueblo perdido de la mano de Dios,
en un camión, en cinco letras —no poco vulgares—
la palabra escrita
y el mismo amor que empujó a Dante
a escribirle a Beatrice la Divina Comedia.

***

Alejandro V. Bellido (Huelva, 1993) es graduado en Filología Hispánica y Estudios Ingleses por la Universidad de Huelva y Máster en Estudios Hispánicos Superiores por la Universidad de Sevilla. Su primer poemario es La muerte en Cyterea (En Huida, 2018). Se alzó con el XXIX Certamen de Letras Hispánicas Rafael de Cózar con un libro, Música para tigres.

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