Abro el libro del poeta Rubén Rivera, Defensa de oficio, como si abriera una celda para hacerme también presa de estos poemas. Me encierro para contemplar los versos, mientras veo pasar cucarachas, celadores, ratas, y moscas; pero al mismo tiempo también veo pasar nubes, amaneceres, pájaros, crepúsculos. Entre lo grotesco de una cárcel, también se hace presa la naturaleza en los ojos de quien contempla a través de una celda: Toda la noche/ la he pasado en vela/ mirando una estrella/ que no conozco. La mujer amada también se hace presente en aquel encierro, en la sombra que se crea a partir de la flama de un encendedor mientras se lee a Bukowski, sin embargo, los barrotes de metal siguen atrapando aquella silueta que se vuelve inalcanzable, un anhelo para el preso. Sí, el poeta está encerrado, pero también encierra al mundo en aquel lugar de soledad, de presos que rezan, agonizan y escupen: Nadie está conmigo, salvo la luna. Es el astro plateado quien acompaña al poeta prisionero y al mismo tiempo nos da a entender que el universo es también una cárcel: veo la Luna oculta entre las nubes, y me pregunto si se oculta por medio de rejas de nubes. Después menciona que La Luna es el candado de nuestra celda, entonces ¿quién abre el candado del universo? ¿Será que el poeta aprisionado es el celador que tiene la llave que se amolda en aquella abertura menguante? Sin embargo, no todo es prisión y nos deja ver el anhelo de la libertad cuando dice: Veo nubes que viajan./No hay nada más terrible que perder la libertad. Y son estas figuras de vapor que antes de desvanecerse en el cielo, se hacen presentes ante los presos: Una procesión de nubes nos saluda. Es la naturaleza la que no desampara y ofrece un destello de libertad, un mensaje hermoso ante lo terrible: la esperanza. Y que a pesar de que la celda: El pasillo la convierte en una casa grande y fría, quizá Afuera la calle extraña nuestras huellas. Y me gusta pensar en que al final la luna es quien los hará libres, el candado plateado que terminará por abrirse e iluminará la tan esperada libertad. Rubén Rivera dice: Cuando termine este poema/ dejaré mi pluma sobre la piedra/ para ir a conversar con la Luna/ a través de las rejas; e imagino que la luna revela la ruta de la libre, el secreto que se oculta entre sus cráteres que también son prisiones de esa criatura que siempre corre y huye en libertad.
Una celda que encierra al mundo
Abro el libro del poeta Rubén Rivera, Defensa de oficio, como si abriera una celda para hacerme también presa de estos poemas. Me encierro para contemplar los versos, mientras veo pasar cucarachas, celadores, ratas, y moscas; pero al mismo tiempo también veo pasar nubes, amaneceres, pájaros, crepúsculos. Entre lo grotesco de una cárcel, también se […]
Entre lo grotesco de una cárcel, también se hace presa la naturaleza en los ojos de quien contempla a través de una celda

