“Desde que inicié el estudio del inconsciente,
me encontré a mi mismo muy interesante”
Sigmund Freud
El análisis de los sueños es, sin duda, la opera prima por excelencia del psicoanálisis. Para su autor, el neurólogo y padre de esta teoría, Sigmund Freud, durante el momento onírico se manifiesta lo inconsciente, pero lo hace bajo diferentes censuras que deben ser interpretadas para su comprensión: es el cumplimiento de un deseo.
Lo que se recuerda del sueño es conocido como contenido manifiesto. Este puede enfrentarse a diferentes simbologías, condensarse en una imagen con distintas aristas de entendimiento y atravesar otra serie de censuras que disfrazan la realidad del deseo. Cuando se presenta sin este disfraz, tienen lugar las pesadillas, regularmente en los conocidos sueños de angustia, los únicos que no entrarían en la categoría de cumplimiento del deseo.
Que un sueño no se recuerde es una resistencia para acceder al contenido del mismo y sugiere cierto núcleo traumático.
Hoy expondré un sueño compartido por una persona quien me autorizó a realizar un análisis del mismo. Cabe mencionar: a la persona la conozco, por decirlo de alguna manera, de toda la vida, lo cual facilitó la interpretación.
Se había casado bajo los cánones arcaicos del matrimonio, bajo aquella leyenda bíblica de “hasta que la muerte los separase”, con el hombre que creyó ideal. Durante el matrimonio, las cosas se fueron descomponiendo gradualmente: el hombre la engañaba, y como es natural en estos casos, todo mundo lo sabía menos ella. Se había entregado a la bebida y a la vida del Casanova mexicano.
En el hogar reinaba la relación heredada por una cultura pueblerina: la mujer en casa, teniendo todo en orden y siendo feliz con el hombre que creía la protegía.
La ruptura, después de diez años de “felicidad”, se dio por una infidelidad inocultable, ya que esta tuvo consecuencias de las que habría de hacerse responsable. Esto llevó a la mujer a un estado de angustia extremo y a la consabida terapia. El suceso tuvo lugar hace más de cinco años. Ocasionalmente platicábamos sobre la comunicación que aún tienen, con algunas especificaciones.
En días recientes a este análisis, tuvo lugar el siguiente sueño:
“Va la pareja en un autobús con rumbo al pueblo natal de la mujer. El viaje está lleno de movimientos bruscos, caídas en baches, saltos. Cuando llegan a su destino, el hombre la despide con un beso y una sonrisa. La mujer desciende y experimenta un sentimiento de tranquilidad. El hombre se aleja a bordo del autobús.”
Reparemos primero en el viaje en autobús, lo cual significa el camino que recorrieron juntos como pareja: la vida compartida. Si durante el hecho onírico hubo bordos, baches, movimientos bruscos, reflejan la vida llena de altibajos. Aunque se trataban de no observar, de forma inconsciente lo sabía; no pasaban desapercibidos.
Todo viaje emprendido tiene un destino. La mujer nunca quiso que este terminara; estaba dispuesta a continuar, aunque se presentaran incluso terremotos o los terrenos por los que deambularan semejaran aquel infierno que nos describía Dante, o el mismo Eneas u Odiseo.
Que este sueño no presente resistencia a su recuerdo se debe a que está finamente encriptado para la conciencia de la dama. Hace cinco, cuatro o tres años era imposible que el sueño se presentara en un camión con un destino, ya que aún se resistía a aceptar que el viaje no tenía retorno.
Que el hombre la despida con un beso y una sonrisa se debe al deseo manifiesto de querer ya terminar con esta relación de forma definitiva. Es este el cumplimiento del deseo y engloba el núcleo del sueño. Por otro lado, ella ha decidido ya bajar, terminar el viaje. Nada mejor que regresar a casa, donde siempre se sintió protegida; volver para tener la esperanza de salir de nuevo en busca de aventuras nuevas.
El recuerdo del sentimiento reviste vital importancia. Ella sabe que, en el momento en que —como diría Bunbury— el tiempo cure lo que no importa ya, podrá sentirse en paz, alejar el sentimiento de culpa inconsciente de que quizá fue ella la causante de que todo se derrumbara. Lo importante ya se manifiesta: este deseo de lograrlo. Interpretar este anhelo podrá sugerirle un camino menos escabroso y ya necesario.
Que el hombre se aleje en el mismo autobús puede interpretarse también como aquello que no está en el contenido manifiesto: ella no hizo por retenerlo, por correr detrás del autobús. Quiere fervientemente continuar el viaje, y quizá en otra estación él siga su camino con otra pasajera. El destino ya no es paralelo: caminaron y regresaron. Ahora él emprende un viaje distinto y por senderos bifurcados.