José Eugenio Sánchez nació en 1965 y es el poeta más joven de México, el que escribe con frescura impar. Su lirismo es crítico, espontáneo, tiene humor, pero no es un poeta cínico. Su ironía, ni ácida ni corrosiva, va más allá del sarcasmo. José Eugenio Sánchez es cool y warm, ambos vocablos inevitablemente dichos en inglés para entender el concepto como acción gestual. Es el estibador de las palabras. Pero la noticia tiene más de treinta años entre nosotros. El poeta de los noventa ahora tiene 59 años, y es, no por condición biológica sino por la frescura del verso, el más joven, dicho sea, sin mayúsculas ni comas ni puntos. El tiempo-mundo visto por el niño de hace 55 años se despide de la adultez con la frescura del joven, como cuando asegura que todos comentan:
lo bien que te ves.
En “Noticias de la selva”, Gabriel Zaid anotó que el poeta más joven no lo era por condición biológica, sino por la radicalidad y riesgo de su obra. Señaló que el libro más joven en 1987 fue escrito por un poeta a sus 54 años: Picos pardos de Gerardo Deniz. Hago uso de ese argumento para afirmar que, treinta y siete años después de haber aparecido physical graffiti, el primer libro de José Eugenio Sánchez, estamos ante un hecho semejante. Curioso como soy de andar leyendo a cuantos poetas jóvenes aparecen, lejos de asustarme ante la abundancia, me siento fascinado, pero sin dejarme obnubilar, y pongo atención a la innovación original, a los prolegómenos de obras que se irán o que se han ido consolidando, llevando las posibilidades de la poesía en la era de internet a lugares inéditos, capaces de incidir en los gustos y exigencias de los públicos, que los hay de diversos tipos y cuños: lectores consumidores de poesía. un incesante caer de estrellas en la nada es el libro más joven de los que he leído últimamente.
le digo al tuc tuc driver que a cada quien le pueden gustar los poemas que quiera
al cabo sólo sirven para salvarse
y a veces eso ni sentido tiene
No es una complacencia, no se trata de un elogio a un miembro de mi generación. No soy cómplice de nadie. Mis lecturas, guiadas por la pasión crítica, me lo aseguran: es el más joven por su frescura, por su crítica frontal a un mundo delirante y sumergido en la avaricia de la información frívola, el culto ególatra a la fama efímera, sea esta dada por el éxito o el escándalo. Es el libro más joven por la capacidad de abordar cualquier tema sin partir de la actitud sobrada del sabihondo, del poeta altamente sublime, que muchas veces resulta aburrido y con un sonido bastante viejo.
En plena madurez de un oficio asumido con destreza, el poeta regiomontano ahonda en las múltiples realidades que nos sumergen en la actualidad acelerada de las urbes, en una complejidad donde el amor resulta ser una interfaz hecha de muchas trampas, autoengaños, limitaciones humanas, excesos. De ahí que la de José Eugenio Sánchez sea una poesía disruptiva. Pero también, nos recuerda, las cosas maravillosas que nos rodean y ocurren son humanamente demasiado humanas, que nos afectan de un modo u otro en la red de las conectividades en una cultura poética, que da cuenta del absurdo social y político, asumiendo tanto la consciencia existencial como la condición posmoderna de una mirada citadina.
un incesante caer de estrellas en la nada habla de una esperanza tensa. Para hacerlo, Sánchez no guiña el ojo ni hace muecas, sino imprime en sus versos su carácter para hablar de la verdad. Hablar con la verdad siendo honesto sobre uno u otro tema, no muchos, pero sí distintos y profundos. La claridad sencilla y simple con la que presenta esa verdad es desconcertante. Pero en su curva de esa claridad radica el espíritu que nos convoca a ser sinceros, a reconocer nuestras formas de ser y actuar, de asumir o ser indiferentes ante la verdad, sea esta o aquélla, general o particular, referida a los hechos o a la ficción literaria o poética y reírnos de nosotros mismos.
Para empezar a explicar esa verdad hay que decir que se parte del hecho de que José Eugenio Sánchez es así. Sus poemas y él son uno. De ahí que en sus recitales la performance poética sea tan efectiva: envuelve y conmueve, no busca cómplices, sino espectadores-lectores desengañados, anti solemnes, dispuestos a reírse de sí mismos. Ahora lo vuelve a hacer con un incesante caer de estrellas en la nada, como lo hizo con el primero y cada uno de sus títulos: physical graffiti, la felicidad es una pistola caliente, escenas sagradas de oriente, galaxy limited café, jack boner and the rebellion.
Radical, explora y explota un verso rápido y claro. No hay obsesión endecasílaba; en cambio, el haiku se da en series entrelazadas. Es rítmico. Hay un péndulo de felicidad que rige su conciencia acentual por la elocución desde la que habla, dice, expresando de la existencia su conciencia de la vida y la muerte como un sistema lúdico presente en la ciencia y la tecnología, el sexo, el arte, la música, las ideologías cacofónicas o renovadas presentando en todo momento una crisis en el relato poético.
está prohibido cantar kalinka en la ducha
está prohibido el enebro de kazachok el lago de los cisnes
Su poesía en cada uno de sus libros es una afirmación, no un lamento ni una queja, tampoco es moral ni manipuladora. Bromea. Nos interroga: ¿a poco no? Un mundo como es el mundo en sus poemas tiene lugar. Sin puntos ni comas, y sin mayúsculas, sus versos abordan más de un asunto complejo y difícil de tratar desde la poesía, donde todo se vale, pero no todo vale. En el límite.
El del poeta en el terreno del lenguaje es el de todos. La exactitud de su ritmo está en el sentido, en el significado de las palabras. Aun cuando parece una evidencia simple, la claridad es pasmosa:
no siempre vives con quien amas
ni siempre amas
pero anne amaba a joe: lo amaba mucho
y lo amaba más con la polla de erick en el culo
y cuando más adentro la tenía
más lo amaba:
y no le cabía más amor
cuando tenía en la boca el fierro de favio
y su cabello se convertía en una sedosa ola del mar
Esa forma directa del verso, como unidad de imagen, idea, acción, concepto, está hecha para que sea leída de esa manera que le confiere un tono único: el dialecto norteño de Monterrey, un español meridional, de contracciones particulares. Esa entonación lo da el poeta José Eugenio Sánchez, lo imprime en el poema a partir de hacer de la poética un habla que convierte las palabras en objetos: armonía y caos, lúdicos y dinámicos. En el caso de la lingüística en la poesía de José Eugenio Sánchez se entabla un diálogo idiomático con poetas del otro lado de la frontera. De ahí sus títulos en inglés o mezclados en su fusión bilingüe. Lo dicho es parte de la forma, y la forma desenfadada dice lo que piensa sintiendo, y lo que siente deja pensando. El poeta regiomontano habla de lo que en tal caso son las cosas del mundo.
El sexo es el caso. Con un caer incesante de estrellas en la nada, la última de sus piezas, José Eugenio Sánchez hace una apuesta de todo o nada. Y lo hace confirmando su capacidad de hacer del lenguaje poético una novedad performática, que se renueva en su decir desde la misma forma. Lo que permanece en cada libro es la frescura del estilo de un verso proyectivo como quería Charles Olson. Y José Eugenio Sánchez lo hace por partida doble: ha creado un personaje, un poeta del pueblo, un “trobar leu provenzal”. Atrae a un amplio público porque es claro, puntual, aparentemente ligero.
No hay pornografía sino una crítica frontal a la moral sexual, no doble sino de triple capa en todos los niveles sociales y culturales. Al reírse de sí mismo, el sujeto poético elabora la complejidad de su poetización la cual consiste en hacer de la claridad comunicativa y comunal una voluntad poética crítica, social, polifónica, donde el amor, el sexo y su mercado, los juegos amorosos y los sexuales, son un erotismo transgresor, expuestos como parte de la vorágine del capitalismo y sus sistemas de mercado. Todo ello sintetizado en un hecho simple, despreocupado de convenciones y anti convenciones. Quiero decir que ese complejo crítico al que aludo puede ser elucidado de forma directa o indirecta:
te la metía
y olía las verduras que cocinábamos en la parrilla
te la sacaba
y llegaban a mi nariz los vapores del estofado
te la metía y me arrancabas los postres
los desayunos las meriendas que pasábamos juntos
te la sacaba
y adivinaba los deseos que le pediste a las estrellas
al ver el color de los malvaviscos que quemamos en la fogata
La interfaz es el lugar de la página en blanco, la pantalla en blanco de los pixeles que son signos que se transfiguran en palabras que son imágenes que son conceptos que… Un poeta profundiza llevando la poesía a la internet a través de las redes sociales, tiempo hecho de palabras, tiempo presente. Así como los poetas provenzales que, a través de sus cantos, incidían en los entramados sentimentales de la sociedad y cultura de su tiempo, el poeta nacido en Guadalajara, pero converso a Monterrey, se inserta e la realidad de la cultura poética de nuestro tiempo.
Ezra Pound observó que en las composiciones de los trovadores la música que las acompañaba jugaba un papel complementario. Pound escribió en “Los trovadores: sus rasgos y características” que el papel de esos poetas, que tenían influencias y mezclas orientales con espíritu sufista, formaba parte de las redes sociales e incidían en la transformación de su tejido. Como todos sabemos, el trovador regiomontano no ha rehusado compartir con sus diferentes públicos —en México, España, India, Estados Unidos y Alemania— haciendo de la poesía en voz alta una performance extensiva del texto impreso. Ir más allá del libro significa muchas cosas, pero especialmente, la manera en que lo ha hecho José Eugenio Sánchez implica un conocimiento y su consecuente explotación disruptiva de la poesía presentada ante sus públicos.
Tal es dicho conocimiento que, en 2014, a los diez años de haberse retomado el legendario festival de Poesía en Voz Alta en la Casa del Lago, JES llevó a cabo la curaduría del décimo festival “PVA.14: El sonido que delira” donde pudimos presenciar varias maneras de la poesía sonora, performática, teatral, cinemática. Poesía y teatro, el happening, presentes en México desde mediados del siglo XX. Se trata de una tradición, la tradición de la ruptura en la poesía análoga a las artes plásticas. La poesía performática se da como ruptura, para, en su particularidad teatral, hacer la diferencia, haciendo la convergencia de la voz de todos.
Lo diferente es signo y sello de aquello que rompe porque trasgrede las formas de hacer. Nuestras nuevas formas son rupturas. Buscamos en la forma única de decir la poesía del tiempo, el tiempo mismo, la poesía de todos. Octavio Paz aseguró en su poema Perpetuo presente que el “el presente es perpetuo” es el único tiempo en el que estamos y la poesía de José Eugenio Sánchez está escrita desde ahí, con desenfado, gracia, precisión.
Aquí sostengo que es uno de los libros más arriesgados, no por su apariencia formal como experimentación en la mancha tipográfica y el uso de otros géneros literarios y periodísticos en el poema o el traslado o la adaptación o cualquier otra transfiguración parafrástica. Lo suyo nunca ha sido la pureza de una expresión tribal ni en la experimentación del laboratorio lingüístico, sino una forma basada en los rasgos particulares de su personalidad que cultiva una expresión beat, desenfadada, con base —no de forma ortodoxa sino natural— en los seis valores estéticos y filosóficos que postuló Ítalo Calvino en las Seis propuestas para el próximo milenio: levedad y rapidez, exactitud y visibilidad, multiplicidad y concreción, esta última como el arte de comentar y concluir aquello que se ha propuesto decir en la obra, en este caso, un conjunto de poemas repartidos en cinco secciones.
¿En qué consiste su concreción, multiplicidad, visibilidad, exactitud, rapidez y levedad sino en los rasgos y características de cada uno de los poemas? Primero, el título del primer poema de la primera sección, biblioteca de las nebulosas: “selfie”, nos coloca en una actualidad de las mass media, en la naturalidad al uso de los medios de expresión porque el poeta es dueño de su voluntad de practicar con una vocación underground en las redes sociales, donde millones de personas en distintas latitudes geopolíticas exhibimos un no sé qué de nuestras personalidades que se queda balbuceando en una totalidad inabarcable presente en la levedad. Somos, en esos medios de exhibición comunicativa, jarros que se rompen al caer y quedan hechos pedazos, y la cuestión es: ¿lo reparamos?
Ese jarro que somos, ¿lo sustituimos? Nuestra fragilidad vista con desenfado, porque todo es un presumir que se está bien en un mundo delirante, hecho pedazos. Sánchez ha escrito el poema de la posibilidad joven en las redes sociales, a partir de entender la importancia del trovador en el tejido social. Hacia los inicios de las redes sociales, FB y luego… la cuestión fue: ¿qué papel juega el poeta, y por ende la poesía, en las redes? Uno no muy claro, más confuso a veces que efectivo, otras veces muy en el rol del marketing a partir de la efectividad publicitaria. Pero José Eugenio Sánchez lo apostó todo y se propuso, él tan como Gonzalo Rojas, escribir el poema tan de repente, y colocó su obra poética en la red, sabiendo que tiene agujeritos. Se propuso decirlo todo, mostrar cómo piensa y cómo opera en el mundo un poeta en este mundo, tan cruel y extremo como maravilloso e inabarcable.
Quien lo haya visto actuar el poema, es decir, llevarlo a la acción, pudo constatar que es un poeta en su elemento: el lenguaje, el poema hecho de palabras, palabras conformadas de fonemas, y así hasta llegar a la sustancia del sustantivo que confirma la intención que, beatificante, asume su paz y calma y no se exilia del ajetreo diario ni le rehúye al bullicio, porque su felicidad es un arma caliente de palabras alegres sobre un mundo donde las tristezas son muchas.
Lo sustantivo: la acción del vocablo propio, las sílabas que lo componen, el acento que le otorga ritmo a lo dicho desde el principio de la actuación. El nudo como acento, o, como en un bordado, el hilo que va tejiendo la imagen, como partiendo de un supuesto, en el poema la verdad o algunas verdades es expuesta. La página en blanco convertida en pantalla eléctrica es el punto. JES expuso estos poemas en su muro, como de primera intención, aquello que lleva largos años perfeccionando. Un verso en el que la acción es el principio. Y dentro de la red es la acción de ese principio.
De ahí que el libro lo conciba su autor como una biblioteca; desmonta del muro los poemas y los coloca ahora en el primer tomo de un largo periodo creativo exhibido en un muro electrónico. Un muro en feis es un librero, una estantería cambiante.
¿Por qué escribir con mayúsculas las cosas de este mundo? ¿Como para qué?, parece preguntarse, interrogarnos, el poeta nacido en los años sesenta. ¿Por qué habríamos de utilizar mayúsculas en un mundo que tiende, o debería hacerlo, a ser horizontal? Pero no. Hay racismo y clasismo. Hay devastación. Hay migraciones masivas. Hay calentamiento global, y también hay esperanza, gente dispuesta a pasarlo bien. Y en esa dualidad, el mundo no es fatal, sino finito en su infinitud. Hay mucha indiferencia en el mundo. Así que publicar poemas en la red es un decir que es un hacer.
En los poemas de José Eugenio Sánchez no hay puntos, comas ni mayúsculas, porque en la red hay programación que implica una multiplicidad de signos que vistos en su programación sustitutiva trasfigura la gramática. Algunas veces, Sánchez concede los dos puntos, incluso al principio del renglón. Sin puntos, comas ni mayúsculas, por más que Dios o un nombre propio de persona o ciudad sean presentados en el terreno del verso como una horizontalidad antiutópica, el poema parte de un realismo atroz sobre el presente, pero lo hace desde el ritmo, concebido como dador de imágenes que son ritmo y felicidad igualitaria. Un ritmo que está en el mundo mismo. JES encuentra en el poema un espacio lúdico en su gestualidad.
Estamos ante el ritmo de una identidad que conecta con el público, la de un poeta en su total particularidad, en sus poemas no exhibe su intimidad, sino su íntima relación con las cosas del mundo. La auténtica razón de su sentido radica en su naturaleza polisémica, sugestiva y acaso delirante. Aunque yo no llego a experimentar una pérdida de sentido en sus poemas, muy por el contrario, percibo una prosodia específica y multiespecífica en sus narrativas visuales del mundo objetivado en el poema.
el país parece un supermercado
entras por sus transparentes puertas automáticas
e inmediatamente divisas las cajas registradoras:
avanzas un poco y ahí están las latas los granos los frascos
y al fondo: los trozos de cadáver empaquetados
Va de una escena urbana a otra, donde la condición humana vuelca su sentido en medio de la dispersión que conduce al absurdo. Pero el absurdo, abismo de la repetición, es, a un mismo tiempo, lo inédito de las cosas. En su absurdidad, las cosas guardan un sentido inédito para José Eugenio Sánchez: el que sucedan para que alguien las viva. Y en el caso de los poemas, para que alguien los lea. De ahí surge el absurdo de arrojar al vasto mar de las redes sociales la poesía que contiene el poema.
¿Afectan o han afectado las nuevas tecnologías, a través de las redes sociales, la parte consustancial de la poesía? ¿Afectan a los poetas? Me refiero, desde luego, a todes, siguiendo los nuevos usos del lenguaje. ¿Qué ha ocurrido con la poesía en los nuevos medios de comunicación en este siglo? El nuevo libro de JES es una muestra de esa forma que adquiere la poesía en dichos medios, a los que llamamos redes sociales. El poeta toma en cuenta al hipotético lector. No hablamos de miles de “me gusta”. Más allá de una cuestión de popularidad (hay escritores que sí se ajustan a esos estándares de numerosos seguidores), se trata de los pocos que, en realidad, son muchos. Ante la naturaleza voluble de los públicos, las multitudes y la masa, el poeta no aspira a índices inconmensurables, sino a un público gustoso de sus elecciones selectivas.
Lo vemos a diario porque a diario nos asomamos a nuestros dispositivos electrónicos móviles o de escritorio: en los muros de FB, en las imágenes de Reels, en Instagram, en los mensajes por chat de la WA, en X: las y los poetas enfrentan la totalidad desde la fragilidad del olvido que supone la velocidad vertiginosa de la nada, donde caen las estrellas que llamamos poemas, experimentando el vacío del olvido y la indiferencia, la sinrazón del absurdo, y ahí, en ese mar de información lejos de naufragar (figura que les encanta a los espíritus fatalistas, catastrofistas que finalmente son autocomplacientes y frívolos, que reiteran un romanticismo acrítico, es decir, poco radical, y no buscan los nuevos puntos de convergencia sino se ven inmersos en ello de forma inconsciente) marca y sigue un rumbo, las coordenadas claras de una navegación las cuales no las dicta el azar en el neurótico acto del scroll sino una voluntad de búsqueda y encuentro de los símbolos y los signos que configuran la narrativa de nuestro ahora efímero.
Así, en cinco poemas extensos, divididos y subdivididos por títulos sin mayúsculas y al pie de página referidos a un libro hipotético, de ahí que se trata de una biblioteca inmersa en un universo llamado la red, el poeta José Eugenio Sánchez va enfrentando a los lectores a diversas realidades en las que somos vistos sin ser juzgados, sólo exhibidos en nuestros excesos, nuestra hipocresía, nuestras dobles y triples morales, nuestras burdas capas políticas, nuestra relación con la belleza y con la voracidad sexual que se reprime o se desata otra vez como exceso trastornado, y de todo ello el poema da cuenta encontrando la poesía en medio de la sobreabundancia.
Pienso que el tema más difícil que expone, que ha expuesto en su muro en feis, es el de la violencia en México, el de los asesinatos, pero su punto de vista, su sentir, no ese moral que se autoflagela para finalmente ni solidarizarse ni lograr empatía con las víctimas, sino llevando agua a su molino hacen del poema un lamento complaciente. No. José Eugenio se cuestiona y sabe que su intento será apenas una manera de romper por el punto más débil el espejismo de nuestra realidad: el de que nuestra fragilidad a las autoridades y a los dueños del capital no les importa. Las estadísticas no arrojan luz sino gráficas de porcentajes abstractos de vidas truncadas por generadores de violencia cuyo dios, en minúscula son el dinero y los excesos. Y es debido a esta explosión de multiplicidades que el poeta concibe como delirante la biblioteca misma que va conformando a partir de hechos, anécdotas, sueños, vivencias, noticias, lecturas y relaciones interpersonales.
Como Charles Baudelaire ante la modernidad asume un punto de vista crítico, certero, José Eugenio Sánchez ante la posmodernidad se sabe inmerso en un mar de prácticas decadentes, donde el fetiche revela la bien muerta e insustancial característica de la vanidad convertida en narcisismo elocuente, y como Gerardo Deniz en Picos pardos hace del erotismo un instrumento argumental sensible e irónico, capaz de reír en medio de un mundo cayéndose perpetuamente a pedazos, como el jarrón de la selfie del primer poema de la primera sección.
“¿Hacia dónde es aquí?” se preguntaba en el título de su segundo libro Antonio Deltoro, un lugar que es un no lugar, que está y puede ser en el todo que contiene tanto a la vida como a la muerte. Acaso la respuesta es el poema como levedad, en el mundo de la rapidez y la multiplicidad, donde las tradiciones confluyen en la visibilidad de sus tejidos que requieren de exactitud para ser concretos.
ver mover tu boca
es parecido a alguien que pudiera llamar pero sin existir
o un existir en el vacío donde la vida es lo que guardas en el bolso
y lo llevas de allá para acá y bla bla bla
Reír en poesía no es fácil, ser sublime tampoco, aunque esta última es la tendencia más común en este y otros muchos tiempos con sus modas y tendencias, para supuestamente alcanzar los tonos elevados. Saber reír consiste en saber leer la historia que se cuenta sola, sólo es cuestión de saber cómo, cuándo y dónde insertarse, con ese punto de vista del poeta que es el tiempo que vive y asume como los rasgos particulares de su personalidad. En ese sentido José Eugenio Sánchez se debe a una tradición conformada de poetas diferentes, como Lawrence Ferlinghetti y Joseph Brodsky, Ricardo Castillo y José de Jesús Sampedro.
La tensa esperanza del poeta consciente de ser testamentario de su tiempo, el nuestro, hace de la risa la levedad en el decir, en la expresión directa, clara y transparente. Esa forma donde el mundo interior del poeta y lo que está afuera, se tejen como una compleja realidad en el terreno del poema como un justo equilibrio.
De modo que, siguiendo sin seguir las enseñanzas de Charles Bukowski, su carcajada rocosa, su brutalidad simpática, la brusquedad estimulante de sus observaciones humanas, el poeta José Eugenio Sánchez, que pinta canas y la calva lo pone en evidencia la parte en la que la convicción de la juventud de un poema radica en la radicalidad de su expresión, en la precisión de su decir, sin dudar de que aun en esta inmensidad que tiene muchas zonas oscuras, la red, la poesía, esa misión que asume el poeta al escribir una obra hecha de poemas, no es una labor perdida sino un hallazgo vital y renovado, robustecido por la pluralidad enardecida y exacerbada de una comunidad que ha ido encontrando sus derroteros electrónicos, electrizantes, generadores de una dinámica poética en la interfaz de todos los días.
José Eugenio Sánchez, un incesante caer de estrellas en la nada. Vaso Roto, Poesía, España, 2024.