El PRIAN seguirá siendo el PRIAN, esa máquina casi industrial de reciclaje político permanente que insiste en disfrazarse de moderno. La crisis de coaliciones entre PRI y PAN es, en realidad, otro episodio de la misma telenovela de la “mafia del poder”, porque cambian los escenarios, cambian los actores, pero el libreto sigue igual, con el toque especial de “qué poco ha cambiado todo, pero hagámoslo ver distinto”.
Los priístas, fieles a su estilo, ya planean ir solos rumbo a 2027 y 2030. ¿Por qué? Porque lo importante no es ganar colectivamente ni construir proyectos, sino garantizar que Alejandro “Alito” Moreno siga siendo la estrella de la función, el Messi de la política de escritorio. Quieren desaparecer ya.
El PAN, por su parte, comienza a preguntarse si abrazar al PRI otra vez es como invitar a la suegra a vivir con uno: no necesariamente lo quieres, pero hay que mantener la cortesía electoral.
La lógica tricolor es tan simple como arrogante y ha fortalecido su discurso interno de que si va solo, “ganan más”. Claro, porque nada dice democracia interna como un partido que se autoelogia por su capacidad de autoafirmación y control absoluto. Las coaliciones restan votos y, de paso, la dignidad de sus cuadros políticos, pero Alito sigue firme como una estrella natural, candidato inevitable, dueño de la función.
Según sus cálculos internos, de haber tenido candidatos propios, podrían haber ganado 10% más y 50 diputados adicionales. Es decir, los priístas aseguran que cuando juegan en equipo, pierden; cuando juegan solos, brillan. Y todo esto con la humildad característica que siempre los distingue.
El PAN, por su lado, parece haber desarrollado una fobia post-coalición. El 2021 fue dulce, y 2024, un jarro de agua helada. Ahora evalúan nuevas opciones, incluso con Movimiento Ciudadano, y piensan en copiar a Morena. Sí, el PAN quiere aprender de los más jóvenes y exitosos. A nivel nacional se habla de elegir por encuesta a sus candidatos y acercarse a los vulnerables. Es como ver a un dinosaurio con gafas de hipster intentando jugar Fortnite, porque el esfuerzo es visible, pero la gracia es involuntaria.
Mientras tanto, los priístas mantienen la narrativa de que Alito es el candidato natural para toda la oposición, y solo se aliarían con el PAN si este acepta que el protagonismo sea de su elenco. Coalición no para sumar, sino para asegurarse de que el PRI tenga la batuta. Los comités estatales reciben carta abierta que no es más que una libertad supervisada, como en los reality shows donde todos creen competir, pero el productor decide quién gana.
Entre estrategias copiadas, egos inflados y cálculos electorales de manual, queda claro que el PRIAN sigue siendo un remake del mismo clásico: dinosaurio con piel de camaleón, intentando parecer moderno mientras hace exactamente lo mismo de siempre.
Ahora quieren imitar a Morena, el niño prodigio de la política actual, como quien copia la tarea del vecino y espera que nadie note la falta de creatividad. Enseñando a los chicos cómo hacer trampa sin que los atrapen, mientras todos aplauden porque “es la estrategia correcta”.
El espectáculo es digno de una ovación sarcástica: los mismos de siempre, jugando a innovar, y el electorado, intentando no reírse mientras los ve hacer piruetas de laboratorio político. Hagan lo que hagan, el PRIAN seguirá siendo el PRIAN, incluso si su alianza se rompe.
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Antonio Flores Schroeder nació en Chihuahua en 1975. Es escritor y periodista, autor de la novela Oriana (Conaculta-Ichicult, 2011), del libro de literatura hiperbreve Personajes de una ciudad sitiada (New Mexico State University, Center for Latin American Studies, 2014) y de la novela Cerdos (Ala Ediciones, 2025). Sus textos han sido publicados en revistas y antologías tanto nacionales como internacionales, y ha participado en encuentros y festivales literarios en México y España. De 2012 a 2016, fue uno de los organizadores del movimiento internacional Escritores por Ciudad Juárez. Actualmente, es director general del sitio de literatura y análisis político Poetripiados.