Fundada en 1967 y reubicada en 1973 a su lugar actual, allí, en el río Bravo y el Boulevard Bernardo Norzagaray, la Preparatoria Altavista se erige como un símbolo de esperanza en una de las zonas más vulnerables de esta frontera.
Son ya dos décadas de una lucha activa y sin tregua contra gobiernos que, a través de sus distintas dependencias y niveles, han buscado borrar su identidad, convirtiéndola en un Colegio de Bachilleres.

En 2004, la administración de Vicente Fox les retiró el subsidio de luz eléctrica; en 2008, ya con Felipe Calderón, se les retiró el presupuesto federal para suministros y materiales; y con Peña Nieto no se les entregó el dinero de la póliza de seguro después de que el río Bravo se desbordara en 2006, provocando severos daños en el inmueble, en sus escritorios y bancas, archiveros, libros y computadoras.

Durante el gobierno de César Duarte hubo una fuerte presión para que la preparatoria se convirtiera en Bachilleres o Escuela Técnica, y en la administración de Javier Corral se retiraron plazas federales que pertenecían al plantel desde 1978. Todo esto se refleja claramente en el deterioro de sus edificios y en una infraestructura que parece detenida en el tiempo.
El conflicto comenzó cuando el sistema de escuelas cooperativas, a través del cual se fundaron muchas instituciones posteriores a la Revolución Mexicana, desapareció, y la Prepa Altavista pasó a ser un colegio privado que debe sustentarse por sí solo. Es el mismo problema que enfrentó la Preparatoria Chamizal y que la convirtió en el Colegio de Bachilleres número 19.

Pero acá es otra historia, acá se piensa diferente, y la Altavista es la última preparatoria por cooperación que continúa operando en la comunidad fronteriza, con las cuotas de padres de familia y la vocación inquebrantable de sus maestros, que, sin importar la reducción de sus ingresos, imparten una educación humanista, de calidad y de libre pensamiento.

Ya son dos décadas de sus alumnos y profesores resistiendo el acoso gubernamental, y la preparatoria continúa ofreciendo sus servicios a adolescentes de colonias del norponiente de la ciudad, como un faro de esperanza ante la falta de empatía, ante la imparable violencia y el narcomenudeo.

Son los mismos profesores y su alumnado quienes muchas veces se encargan de pintar y reparar todo aquello que pueda ser utilizado para sacar adelante las clases. Es alentador ver a sus estudiantes conversando, riendo y resguardándose del intenso sol bajo los frondosos árboles que se sostienen en pie, al igual que sus ideas.


