Pocos acontecimientos tan felices hay como descubrir a poetas tan honestas, casi diáfanas; mas no por ello simples, sino todo lo contrario: auténticos y fascinantes caleidoscopios, como es el caso de Hortensia Carrasco.
Tal felicidad es, en verdad, impactante e impresionante a la vista; o sensible a la mente, a través de la partitura interna a la que atiende el oído; o perceptible en las sinapsis que provoca el tacto; o en el asombro háptico y el desplazamiento espaciotemporal, incluso cuando se lee… y aún más disfrutable cuando, cierta y deleitosamente, al fin se escucha.
“Al aire voy” dijo Polifonema, “el aire lleva y trae ruidos del mundo,
podré inventar lo que no se ha dicho y el aire será mi cómplice” …
Pero ¿de dónde viene esa honestidad? Solo de la aparente simpleza. Porque dije “diafanidad”, lo cual no implica simplemente transparencia, sino corresponder al color, al tono, a la atmósfera y a la temperatura exactas. Luego, sin renunciar al melódico artificio, al galante acomodo o a la presunción de belleza, en ella —en su escritura— casi todo es lenguaje digerible: justo al punto y al acomodo preciso. Mientras tanto, el sentimiento es el que libremente se ensancha, se despliega y se echa a volar… para después, por supuesto, explorarse, recapturarse y brindarse —otra vez— generosamente potenciado.

Cansada, Polifonema paró en una cueva,
donde unos homínidos friccionaban dos leños;
la efe encontró entonces su mejor destino
y se quedó para siempre convertida en fuego…
El material que hoy nos ocupa es un poema proteico —un recomponerse, un volver a nacer, un regreso, por necesidad, al origen— al huevo, si no es que al protón, el neutrón y el electrón… amén de una arte poética consumadísima.
Plantea un génesis cuasibíblico, una piedra de toque (re)fundacional, y hasta un Primero Sueño sorjuanesco, si bien matizado o acotado por una poderosa, infaltable y refocilante enunciación que se resume en un Primero Despierto (y luego digo lo que digo, y/a… como quiero decirlo).
Antes de Priestley, antes de que Lavoisier jugara con los átomos,
antes de que el sonido de una respiración violenta se escuchara en la Tierra,
luego de la gran oxidación del oxígeno luego de las bacterias,
Polifonema hizo del aire una metáfora, más allá de la química y los alquimistas
la mudez de los dinosaurios se quedó incrustada en las piedras;
después se valió del viento para soltar los sonidos del mundo…
Las piezas de esta brevísima pero deleitosa composición son átomos y células (o pompas de jabón) de un universo en conjunto: microcosmos que reflejan una y otra vez (o una y mil veces) nimias, perceptibles y, a veces, innombrables complejidades.
El despertar al mundo, el despertar al lenguaje, el feliz nombramiento de las cosas y los sentimientos; la angustia ante no poder enunciar eso que finalmente llamamos “innombrable”; la fascinación ante las primeras bellezas; la introspección y la comunión; el duelo ante las desconocidas tristezas; el erizamiento o el repelús ante el horror; la dolorosa resignación ante lo irremediable.
Insectos irrumpen entre el silencio
se posan en las comisuras del alba en las uñas de la noche,
en los cabellos de la Tierra, en los ojos del crepúsculo.
La fauna hídrica satisface su apetito,
se escucha en el agua una tonada lepidóptera
que tal vez no escuchan los dolientes ni sus muertos…
Con tal nombre y estructura (y para bien), no podría resolverse de otra forma. Polifonema es un solo poema largo en el que cada unidad es, a la vez, todo el poema, si es que así se quiere leer. Aunque conviene (o también se disfruta) dejarse llevar por la fábula y recuperar la simple, aunque poderosa, anécdota que, schere(z)sádicamente, pero también con un artificio nada fatigoso, se reitera alegremente: ¿quieres que te lo cuente otra vez… o de otra forma? Y vuelta, bellamente, a comenzar.
…la sangre fue un latido de glóbulos, un parloteo de minerales.
En cada víscera un eco, y en los huesos, un crujir de calcio.
El corazón, fragmento de carne que retumba,
no superó los fonos que salen de la boca
y a los que Polifonema nombró como la palabra voz.
Por lo demás, cada cosa, cada sonido, cada onomatopeya, cada fonema, cada palabra, cada frase, cada oración, cada metáfora, cada tropo o artilugio de la expresión, encuentra su precisa presencia y significación en el poema (y en los poemas); si bien destacan poderosamente aquellos elementos que, con mayor potencia o asiduidad, son nombrados o renombrados: el fuego, el aire, el agua, la tierra, la naturaleza toda; pero también el cuerpo y sus límites inexactos; pero también el alma y sus inextricables e infinitamente expandibles confines… o lo que es lo mismo: la música y la palabra, la respiración, la vida: la poesía toda.
El caballo de mar, clave de sol en lo profundo;
el caballo de tierra bemol que trota.
Y la abeja que zumba y las ranas son orquesta y concierto.
De la boca sale el canto y de las flores la partitura del rocío,
y tú, Polifonema, hurgas el diafragma de los hombres
y encuentras que la vida es obertura y pauta
Luego de incontables e infinitos avatares (hemos de suponer), las búsquedas y los hallazgos de Hortensia son como los de un niño —o, mejor dicho, de una niña— que recién se asoma al espejo para mirarse, observarse, contemplarse, sonreírse. Pero no solo eso: también para hablarse, decirse, conocerse y reconocerse… para sentirse; para, simple pero plenamente, felizmente y en conformidad, al fin ser lo que, por necesidad y por placer —quizá desde siempre y para siempre, desde un inicio— debía Ser.
Cómo decir si el humo tiene sonido,
si la roca gimotea cansada del polvo […]
Hay algo, sí, dice Polifonema,
asible, profunda, huidiza,
que trae un cúmulo de palabras,
tropos al galope que llegan a sus manos
y que ella entrega gentil a los poetas.
Nuestra escritora es Premio Interamericano de Poesía Navachiste Jóvenes Creadores, Campeona de Poesía Adversario en el Cuadrilátero, Premio de Poesía La Maga, y primer lugar en el Certamen Nacional de Poesía María Elena Solórzano, y ahora también Premio Praxis de Poesía 2024.
Durante la recepción de este último galardón, el jurado argumentó muy acertadamente que: “Esta es una obra que logra sostenerse de principio a fin, con un fraseo propio, intenso, musical, que nos recuerda nuestra condición animal y de seres humanos incompletos […] un poema que tiene un estilo desnudo, alegórico. Polifonema es como una diosa que va creando el mundo, aunque luego tropieza con él, lo que hace pensar en lo absurdo del ser humano”.
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Hortensia Carrasco Santos (Acatlán, Puebla, 1971), licenciada en Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México, poeta y editora. Ha publicado libros de poesía, como Poemas del encierro, El libro del mal amor y En las heridas de los cactus nacen flores. Entre sus premios recibidos destacan el Certamen Nacional de Poesía María Elena Solórzano, el Interamericano de Poesía Navachiste Jóvenes Creadores, el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero, el de Poesía La Maga (Editorial Bruma) y el XVII Premio de Poesía Editorial Praxis.