Una mañana ventosa del 5 de marzo de 1996, la cotidianidad de Ciudad Juárez se vio interrumpida por un operativo silencioso y casi cinematográfico. Nadie lo notó en el momento, pero esa fecha quedó grabada como el día en que la frontera fue escenario del arresto de Huey Purvis Meaux, un productor musical caído en desgracia, que cruzó ilegalmente a México para esconderse de la justicia estadounidense.
El operativo no fue encabezado por la policía local ni por alguna corporación mexicana. Fueron, según versiones periodísticas, dos cazarrecompensas —posiblemente enviados por autoridades federales estadounidenses— quienes, sin avisar a las autoridades juarenses, capturaron a Meaux en el lobby del Hotel Holiday Inn. Tenía sus maletas listas para cambiar de hotel. Nadie en la administración municipal de Ramón Galindo fue informado. Como en una escena de película, lo subieron a una camioneta y lo sacaron del país sin resistencia, sin papeleo, sin protocolos.
Meaux, de 67 años entonces, no era un prófugo cualquiera. Apodado “El Cajún Loco”, fue una figura influyente en la industria musical tejana. Propietario de varios sellos discográficos —Crazy Cajun Records, Tribe Records, Tear Drop Records, Capri Records—, su estudio SugarHill Recording Studios fue semillero de talentos como Doug Sahm y The Sir Douglas Quintet. En los sesenta, supo apropiarse del furor de la Invasión Británica con un toque texano que encantó al público. Pero detrás del productor carismático se escondía un depredador.

Meaux había sido arrestado el 26 de enero de 1996 en Houston, a media cuadra de su mansión, a bordo de un Mercedes Benz. Lo acusaban de delitos graves: abuso sexual contra menores, posesión de drogas y pornografía infantil. Una semana después, pagó una fianza de 130 mil dólares y quedó en libertad condicional. Sin embargo, cuando debía comparecer ante la corte para que se le colocara un grillete electrónico, ya había huido. Se fue con Jim Davis, un exconvicto que conoció en prisión y que se convirtió en su socio y guardaespaldas.
Durante semanas, rastreadores analizaron movimientos bancarios y cargos con tarjetas de crédito, hasta descubrir que Meaux se alojaba en distintos hoteles de Ciudad Juárez. Cambiaban constantemente de ubicación, intentando no dejar huella. Pero un error los delató: Davis cruzó la frontera de regreso a Estados Unidos y fue detenido en un puente internacional. El FBI le advirtió que sería procesado por encubrimiento si no colaboraba. Davis, acorralado, habló.
La versión oficial jamás fue clara. Algunos medios aseguraron que fueron agentes federales quienes ejecutaron el arresto, otros que se trató de cazarrecompensas. Lo cierto es que Meaux fue llevado sin notificación ni trámite alguno ante el gobierno mexicano. Ya de regreso en Texas, fue recluido en la cárcel del condado de El Paso y luego trasladado a Houston, donde se enfrentó al juicio que pondría fin a su carrera y a su libertad.
El caso estremeció a la opinión pública. Las autoridades encontraron en su estudio la llamada «sala de juegos»: una habitación oculta detrás de su oficina, con una cama king size, espejos, una mesa ginecológica con estribos, cocaína, juguetes sexuales y dos cajas fuertes con más drogas. La escena de una pesadilla.
El 31 de mayo de 1996, Huey Meaux se declaró culpable de todos los cargos. El acuerdo fue tan turbio como su vida: aceptó 15 años y un día de prisión a cambio de que el estado no presentara nuevos cargos y destruyera toda la evidencia 75 días después del fallo. Su abogado declaró que con esto “se evitaba mayor vergüenza pública”.
El escándalo marcó el fin de su segunda oportunidad. Su primera condena por trata de blancas en los años sesenta ya lo había llevado a prisión, pero incluso entonces, logró un indulto presidencial otorgado por Jimmy Carter en 1977. En esta segunda caída, el perdón no fue una opción.
Meaux salió libre en 2007. Intentó regresar al mundo de la música fundando un nuevo sello, Freedom Express Records, y produjo un álbum más antes de morir en 2011, a los 82 años.

Pese a su historia con artistas, discos y éxitos, Huey Meaux no dejó un legado musical, sino una estela de crímenes, víctimas silenciadas y una captura fronteriza que todavía hoy parece sacada de un thriller. Ciudad Juárez solo fue un escenario más de su caída, una última parada en su huida, antes de que el peso de la justicia —aunque tarde— lo alcanzara.