Mientras las miradas del mundo siguen puestas en la guerra abierta entre Hamás y Israel, se gesta un conflicto silencioso y probablemente aún más peligroso dentro de la Franja. Es una red cambiante de milicias, bandas, clanes e intereses especiales que operan con respaldo israelí y estadounidense, disputando territorio, autoridad e incluso la definición misma de orden en un lugar donde la paz parece siempre pospuesta.
Según recientes reportes de la BBC y organizaciones internacionales, desde mediados de 2024 han surgido al menos tres nuevas milicias anti-Hamás en Gaza. Entre ellas están las denominadas Fuerzas Populares, lideradas por Yasser Abu Shabab, y la Fuerza de Choque Antiterrorista, dirigida por Hossam al-Astal. Estas agrupaciones, según reconoció públicamente el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, han recibido armamento e instrucciones para combatir a Hamás.
Publicaciones de Newsweek y Al Jazeera señalan que desde Rafah hasta Khan Younis la Franja se ha convertido en un tablero fragmentado. En distintas zonas estos grupos distribuyen ayuda humanitaria, administran rutas de suministro, se apropian de centros de distribución y según denuncias saquean cargamentos destinados a la población civil. Es una nueva variante de guerra, una guerra interna que no aparece en los mapas de los medios, pero se siente en las calles, en la precariedad y en el temor.
Los analistas advierten que este mosaico armado genera un vacío institucional: con Hamás debilitado y sin un gobierno de Gaza consolidado, la población queda expuesta al arbitrio de quienes controlan la violencia. La pugna ya no es entre estados hostiles o ejércitos nacionales; ahora es entre facciones que claman ser “alternativas”.
Un ejemplo claro: las Fuerzas Populares afirmaron haber colaborado con el ejército israelí para “proteger los convoyes de ayuda” hacia el sur de Gaza. Pero trabajadores humanitarios denuncian que esos convoys fueron saqueados e incluso dispararon contra civiles hambrientos, incluidos mujeres y niños que esperaban su ración diaria.
La pregunta que hoy flota entre las ruinas y el polvo no es únicamente cuál será el plan de paz del gobierno de Donald Trump o si la próxima tregua resistirá, sino una mucho más urgente, quién garantiza que esas nuevas milicias, mezcla fangosa de clanes, crimen organizado y apoyos externos, no representen el nuevo rostro de la ocupación encubierta.

