Invariablemente…
quien saca agua de un pozo
lo imagina infinito
así también imagina
su propio gesto
mientras en silencio tira
de la vieja la cubeta
invariablemente
Paisaje
la pulpería
la iglesia
el campito de fútbol
y la niebla
Esquelas
la invasión de las aguas
qué vendrá a decirnos
qué odio nos traerá como castigo
a nuestra insaciable distracción
señala tal vez el paso
de los duendes
simiente alborozada
que de un mar a otro
cual resentida fragata
navega
el peso de lo dicho acarrea su desgracia
y el vacío llena catedrales
de carcajadas y abismos
y entre horrendas miniaturas
aquella antigua cadencia
de manidos símbolos
perece
será la guerra eterna
mudando su armatoste
o la industriosa piedad que nos llega
en decoradas esquelas
con membrete
Salitre
al escindir el agua en su reposo
con una pulsación imperceptible
como de arbusto raquítico
o lívido laurel avanza
bajel anacrónico
cornucopia entre las lianas diminutas
meridional su asta opone al viento
hundida la quilla en ese cieno ampuloso
que es la mar
oh temblor oh agitación
el enredado caracol asciende
mientras un girasol de sí se nutre
y nutre los ojos implorantes
de los espectadores
sobre las alfombrillas los alcalinos huesos
ondean sus banderas
un liquen silencioso
la miasma intemporal preside
estopa y fanal
alga quebrantada
comunión del estofado con el verdusco
tono de la espinaca
en continuado embate el sueño
invade lentamente la escena
y con absorto mimo labra
los campos quejumbrosos
sobre las tablas del suelo
jazmines o mariposas dispersan su salitre
su primordial alabanza
El inmolario
el sosegado se fue al bosque
en la mochila la hogaza
podrida de recelos
el nebuloso otea desde el cielo
la rueda quebrada del molino
el incrustado suelta voces
transversales a su entierro
manchones de humedad
impregnan su silencio
el herrumbroso alisa
lloriqueando sus despechos
abraza un poste de hormigón
rememora los antiguos
meandros rebosantes
el arbitrario arranca
de un tirón la puerta
sale al patio con su temible
descuaje de luz
el demacrado añora el hueco
siniestro del que todos huyen
el inmolario pide a gritos
más violáceos
La niebla
la niebla es una ola
de pájaros nevados
como un mendigo llega
sembrando su tristeza
flor de los atardeceres
la niebla es un canto sin canario
un dorado polvo de alas
declinando
oh escalofrío nubloso
manta que no arropa
ajustas tu reloj con la confianza
que te conceden tus enjambres
a niebla es una ola
de pájaros nevados
velo sobre la corona crepuscular
seda cayendo en la zona más pura
de la tarde
Visión
la visión que me ahoga no es más que el cínico
hueco de luz en la covacha
la mar canija de la aurora en la distancia
un pedazo de sol naciendo
——
Alexis Soto Ramírez (La Habana, Cuba, 1967). Recibió, en su ciudad natal, el Premio Luis Rogelio Nogueras de poesía con Estados de calma (Ediciones Extramuros, 1993). Ha publicado, además, Turbios celajes intrincados(Ediciones Lenguaraz, 2016), Oscuro impostergable o la circunstancia de la hormiga (Ediciones Lenguaraz, 2016), La moda albana (Ediciones Lenguaraz, 2019), Por los eneros sórdidos (Ediciones La Mirada, 2021), y El arte de enhebrar (Ediciones La Mirada, 2023). Sus poemas han aparecido en diversas revistas literarias y antologías de Estados Unidos, México, Francia, España y Costa Rica. En el 2018 obtuvo el segundo lugar de poesía en el XXVII concurso literario del Instituto de Cultura Peruana de Miami. Su poemario La moda albana resultó finalista en el Premio Literario Internacional Independiente Orizzonte Atlantico, 2019. Actualmente reside en Costa Rica.