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La nana, los ingenieros y el guardia hablador

El complejo de fraccionamientos donde vivo tiene una distribución en la que claramente se adivina quién es quién en cuestión de marmaja: en la primera sección hay residencias lujosas. Estas rodean un parque bien cuidado, lleno de árboles y con un césped que parece una gigantesca alfombra. Digamos que aquí vive gente pudiente y con […]

Hay hasta una que otra mansión medio sospechosa, desolada y fría, que podría ser una bodega “clandestina”

Por Miguel Ángel Chávez Díaz de León / 16 de junio de 2025

El complejo de fraccionamientos donde vivo tiene una distribución en la que claramente se adivina quién es quién en cuestión de marmaja: en la primera sección hay residencias lujosas. Estas rodean un parque bien cuidado, lleno de árboles y con un césped que parece una gigantesca alfombra. Digamos que aquí vive gente pudiente y con recursos de sobra.

Hay hasta una que otra mansión medio sospechosa, desolada y fría, que podría ser una bodega “clandestina” o una casa de seguridad. (En Ciudad Juárez nunca conoces al cien a tus vecinos).

Una callecita lateral te lleva al segundo fraccionamiento, constituido por casas de clase media y clase media alta (aquí es donde vivo yo); esta casa la adquirimos hace 21 años, cuando una buena casa no te costaba un ojo de la cara más un riñón.

Y, por último, un callejoncito del fraccionamiento donde habito te lleva a un conjunto de casas demasiado “chirris” (tipo departamentos); un espacio perfecto para unos recién casados.

Este complejo de tres fraccionamientos está bien ubicado, en medio de la maraña de la Zona Dorada y la Zona Comercial.

Estos fraccionamientos (que parecen uno solo) son “gobernados” por un guardia de seguridad que tiene más de veinte años trabajando y que, a la vez, es quien le da mantenimiento al parque. Este guardia fue quien convocó a la junta donde conocí a los vecinos que viven detrás de mi casa, y en esa junta me di cuenta de que, en la residencia trasera (que colinda con mi patio), sus residentes eran los ingenieros, una niña y la nana que cuidaba a la niña.

Y por el guardia (que es muy comunicativo) supe que la nana se quedaba de lunes a viernes en un departamentito que habían construido en el enorme patio de la residencia de los ingenieros.

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