¡Cuán poco se requiere para ser feliz! El sonido de una gaita.
Sin música, la vida sería un error. El alemán se imagina
incluso a Dios cantando canciones
F. Nietzsche
A menudo me pregunto: ¿qué puede esto significar? Así comienza otra gran obra musical del cantautor español Enrique Bunbury (2017), melodía que se presta para un análisis profundo, debido a su alto contenido crítico hacia una sociedad sumida no solo en rumores clandestinos, sino en un claro sentido capitalista, dormida, neoliberal y consumista. Es, pues, un buen pretexto para escribir un par de líneas que nos muestren un panorama más amplio de lo que, en poco más de cinco minutos, plasma de manera exquisita. El zaragozano ha logrado, a base de empecinamiento, lo anhelado por el reconocido filósofo alemán Friedrich Nietzsche, solo que inscrito en el ámbito de la lírica musical. El alemán decidió plasmar para la posteridad: “El aforismo y la sentencia son las formas de la eternidad; ambiciono decir en diez frases lo que todos los demás dicen en un libro” (2002, pág. 60).
Para este pequeño apartado, se organizarán las ideas a desarrollar conforme surgen en la melodía en cuestión, con el fin de darle un sustento teórico a lo que el autor aborda, y así poder ofrecer un punto de vista más fundamentado. Démosle, al menos en este pequeño apartado, un poco de gusto a los amantes de la academia y las formas que los seducen.
La creación de un ser activo
Dentro de todas las sociedades, independientemente de la forma de gobierno que cada una maneje, existen personas que se apartan de lo que podríamos denominar como normalidad, entendida en sentido estricto como lo común. Nos referimos con esto a aquellos individuos que no se someten a la lógica que vertebra el actuar de un cierto número de habitantes de un poblado, nación o continente.
Desde el inicio de los tiempos, se han manifestado de distintas maneras actitudes de personas que ponen en jaque lo estructurado por las legislaciones vigentes, situaciones que les han acarreado sanciones, desde una simple infracción administrativa hasta la muerte. Sin embargo, nada de ello les ha impedido actuar conforme a lo que les dicta su propio ser.
A menudo me pregunto
¿Qué puede todo esto significar?
Si creo que hay algo detrás
¿Qué lectura podemos hacer?
(Bunbury, 2017, Pista 4)
Esta es la primera estrofa de la canción en cuestión, que nos demuestra que, antes de cualquier acción, debe haber un análisis previo de las situaciones por acontecer o ya acontecidas. Con ello, podremos diseñar un plan de acción que nos conduzca, desde un simple repensar de las teorías, hasta la casi utópica acción concreta de la transformación del mundo.
Aun cuando Marx, en la tesis once sobre Feuerbach, afirme que los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras, pero que lo que se trata es de transformarlo (1845), es importante aclarar que ambas acciones deben darse de manera dialéctica. Tanto la teoría como la acción, al llevarse a la praxis, deben contener un fundamento y un motivo, lo cual nos permita entender lo que a cada uno de nosotros nos conviene hacer, por qué lo queremos hacer y cómo lo queremos hacer. Las acciones que se lleven a cabo no pueden surgir de los caprichos y ocurrencias de unos pocos, ni carecer de un fin específico, ya que son precisamente esas acciones las que con frecuencia nos hacen cuestionar las formas de dominación, gobernabilidad y poder a las que nos sometemos desde el momento de nuestro nacimiento, y ante las cuales, quizás, una mínima parte de nosotros busca cierta emancipación. Como ya lo expresó Lacan, somos sujetos antes de venir al mundo, dado que ya estamos ligados al discurso de los padres, desde qué religión habremos de profesar hasta dónde habremos de instruirnos, entre otras cosas.
La democracia: De una libertad ficticia a una oportunidad legítima
Nos han hecho creer, desde los medios de comunicación, la iglesia, los sindicatos, las instituciones educativas y todos y cada uno de los aparatos que Althusser denominaba ideológicos (1989), que la democracia es nuestra opción frente a los malos manejos de las políticas que rigen nuestro país. Nos han dicho que está en nuestras manos lograr el cambio que necesitamos como miembros del territorio nacional.
Pero, ¿qué sucede a la hora de elegir?
Simplemente tenemos una libertad de elección minimizada a lo partidista, al menos así sucede en la mayoría de los países conocidos o llamados repúblicas. En México, incluso los ahora flamantemente llamados “independientes” terminan en el mismo costal, por el simple hecho de que sería ilógico que contendiera alguien que no haya hecho imagen pública a través de alguna encomienda gubernamental conferida. No podemos elegir a ningún otro ciudadano que no sea de los que el Instituto Nacional Electoral revisó y reunió los requisitos indispensables para poder contender a una posición privilegiada.
Para cambiar el régimen, entonces, se recurre a estos “mecanismos democráticos”, una simulación de la verdadera opción de participación de todos los ciudadanos. Solo serán elegibles aquellos sometidos a las reglas o directrices marcadas por un sistema cada vez más decadente, pero que, en aras de legitimarse o universalizarse, juega con la inteligencia de los ciudadanos, haciéndoles creer que son escuchados y parte activa de la esencia democrática.
Al parecer, lo difícil de comprender es que la política, en su más puro sentido, se da cuando el orden natural de la dominación es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte (Rancière, 1996). La verdadera esencia de la política se da cuando el ciudadano tiende a obstaculizar con acciones los malos manejos de los gobernantes, cuando hace saber que las estrategias pretendidas a aplicar están fuera de contexto, cuando el ciudadano se empodera y crea una ruptura con aquellos que se supone están para procurar el bien común.
De esto, se pudiera desprender el siguiente fragmento de la melodía, que dice:
Parece que si hay que elegir
Dejar en las manos responsabilidad
Pudiendo elegir entre dos o tres
Preferimos al más subnormal.
(Bunbury, 2017, Pista 4)
Convengamos en que resulta fácil adivinar, en cualquier país, que esto ocurre por el simple hecho de que, apegados al estricto derecho, como suelen decir los abogados en sus artilugios, el derecho de elección brindado al ciudadano trae consigo una carga de culpa. Esto ocurre al ver los hechos desastrosos que cualquier persona con un cargo de elección popular puede causar en el ejercicio de sus funciones. El ciudadano se siente comprometido con la opción que en su momento tuvo a bien, o mal, depositarle su confianza. Lo mismo le ocurrió a la virginal Isabel del Macbeth shakesperiano, al considerarse un «tronco seco» por no poder concebir descendencia (Freud, 1974).
Lejos de ver esto como una culpa del ciudadano por la mala elección de sus representantes, debería considerarse como una nueva forma de replantearse las cosas, como un despertar hacia nuevas organizaciones. Así lo menciona uno de los filósofos y analistas políticos más reconocidos de la actualidad, cuando se le cuestiona por quién votaría si fuera de EU A lo que responde que por Donald Trump, pues América (refiriéndose a EU y no al continente en general) aún no es un estado dictatorial, no va a introducir el fascismo, pero sería una especie de gran despertar que traería consigo nuevos procesos políticos (Žižek, 2016).
Las políticas internacionales del próximo gobierno de Trump pueden generar un vuelco en las formas de gobierno global. Es de conocimiento general que el país que gobernó y gobernará es uno de los que dictan las directrices mundiales, manipuladores de las organizaciones internacionales y la economía, con manejos que para algunos resultan interesantes, pero para otros son locuras de un hombre con ciertos desvaríos.
Lo que resta es analizar los alcances de si estas nuevas formas y procesos pudieran ser más benéficos para instaurar una sociedad más justa, acabando con la desigualdad entre el trabajo realizado y el salario devengado.
La cada vez más marcada diferencia entre los dueños de los medios de producción y los asalariados, día con día, con la ayuda de los legisladores, legitima el actuar voraz y hostil de la clase dominante hacia la clase subordinada, o, dicho de otra forma, de los comités de la burguesía (Marx & Engels, 2000).
La sobreexplotación de los recursos naturales para el bienestar de las empresas nacionales y extranjeras, la industrialización implacable que produce todos los gases y sustancias tóxicas sin las medidas adecuadas de manejo, la contaminación incesante por la vida ajetreada y el uso de utensilios no biodegradables, entre otros. En fin, todas esas dinámicas e imposiciones gubernamentales nos hacen pensar en un «ya basta», en un nuevo comienzo, en un porvenir más próspero y menos hostil.
De las oportunidades brindadas a las oportunidades tomadas
En la historia que conocemos, en cada acontecimiento suscitado, en cada fractura al orden establecido, los historiadores y estudiosos de diferentes campos se han encargado de narrarnos los hechos que siguieron a aquel suceso. Tal como ocurrió con la polémica en la filosofía de las ciencias sociales: positivismo decimonónico frente a hermenéutica, o el racionalismo crítico frente a la teoría crítica (Ursua, 1982). A cada acontecimiento le sigue otro que busca aclarar o nublar lo hasta entonces establecido, dependiendo de la perspectiva de quien lo analice.
En el caso de las decisiones tomadas por los gobernantes, de los sistemas electorales y de elección en los diferentes países del mundo, las oportunidades de obtener lo necesario para una vida digna, de acceder a todo aquello que el ser humano necesita para transitar plenamente por la vida, son cruciales.
Esas muestras de apatía de quienes ostentan cargos de poder son los argumentos indispensables que nos sugieren un cambio de timón hacia un horizonte de transformación. No sería plausible dejar pasar las oportunidades brindadas, las formas de manejo de lo que más nos interesa. No es reconocible la existencia de una sociedad donde cada vez se refleja más pobreza en el mundo y la riqueza se concentra en unos pocos. No es aceptable que como sociedad dependamos de lo que otros piensan que necesitamos. Tampoco es recomendable continuar sin hacer nada, en total inacción. Está claro que las oportunidades no deben dejarse pasar.
No tengo claro que hayamos perdido
Ninguna ocasión que viniera servida en bandeja de plata
No tengo claro que haya diferencias
Ninguna oportunidad, me ofrecieron en bandeja de plata
(Bunbury, 2017, Pista 4)
Todos aquellos postulantes a cargos de elección popular, todas aquellas personas decididas a interactuar en la vida pública, aquellos que, por azares de la vida, se posicionan en un cargo público; en fin, como lo denomina el derecho, quienes tienen facultades de decisión, toman una determinación con acuerdos previos para beneficiar a los magnates y empresarios, a aquellos que tanto daño le han hecho al país y al mundo, a los que tienen al mundo patas arriba, en aquella contraposición de la propuesta alegórica explícita en Alicia. Así, le dan la espalda a quienes juraron representar, todo a cambio de una raquítica migaja para su beneficio personal.
Del libre mercado al sinsentido y excesivo común
La producción de cosas no necesarias, el sobreuso del suelo, los contaminantes generados por las fábricas, etcétera, marcan el rumbo hacia una sociedad desorientada que categoriza a sus iguales según sus posesiones. Nos encontramos en una sociedad donde el ser humano está desvalorizado y los objetos son los encargados de complementar su valía.
Los países poderosos han convertido a la industria en general en un instrumento de manipulación de las sociedades. Establecen precios para sus productos, y estos determinan cuánto vale un individuo. Así, el hombre que posee un reloj de cuantioso valor será considerado más valioso que aquel cuyo único reloj de propiedad es el que se observa en el microondas de su hogar o algún otro de uso común, o de fabricación oriental. Quien tenga el automóvil más nuevo, ostentoso y, por supuesto, costoso, será quien más valga en comparación con el individuo que anda a pie o se traslada en un camión de uso colectivo para hacer las diligencias cotidianas.
Se ha llegado al límite, utilizando el pretexto de que, por el simple hecho de ser la salud de las personas lo más importante, las empresas farmacéuticas inventan enfermedades relacionadas con los trastornos naturales del cuerpo. Estas empresas hacen acuerdos con las secretarías de salud para recetar sus medicamentos, sin que estos sean realmente efectivos para tal o cual padecimiento, invirtiendo millones en pastillas que no curan a nadie. Se hacen consultas por médicos particulares a bajo costo con el propósito inmediato de recetar placebos o medicamentos cuya efectividad en realidad no cura nada, solo prolonga la agonía de las personas.
Cada día surgen nuevas enfermedades, y con ello, la compra de conejillos de indias para probar la eficacia de los medicamentos necesarios para “curar” o mitigar las repercusiones causadas al cuerpo humano.
Será una suave brisa nuclear que nos dejará en los huesos
O una bacteria que se expandirá y contagiará sin darnos cuenta
Perderemos el tiempo intentando curar
Invirtiendo millones en pastillas que no salven a nadie
(Bunbury, 2017, Pista 4)
Por esta razón, el autor de la melodía en cuestión plasma de manera excelsa lo anteriormente escrito: ¿Acaso necesitamos un suceso catastrófico para que todos tomemos consciencia del daño que estamos causando a la humanidad con nuestras acciones o por omisión? Ya como prueba de ello, llegó un virus que nos obligó a refugiarnos y guarecernos dentro de nuestros propios hogares, alejándonos, sin quererlo, de un mundo que ya requería un respiro.
El abandono del individualismo
El día del lazo saldremos a la calle por una buena causa
Que no depende en absoluto de nosotros
(Bunbury, 2017, Pista 4)
Los movimientos sociales siempre se gestan en busca del bien común. Las flagrantes violaciones a los derechos más elementales y las muestras de desprecio de los gobernantes hacia los gobernados nos llevan al crisol de una identidad. En palabras de un muy apreciado colega, el Doctor Sigifredo Esquivel Marín, nos conducen a la praxis transformadora y el proceso emancipatorio (2017), a pensar en un devenir equitativo, igualitario y justo, en una sociedad donde la gente solo se preocupe por buscar lo más parecido a la felicidad.
Ese día llegará cuando dejemos de pensar solo en nosotros, pensamiento inculcado paulatina y sistemáticamente desde nuestra etapa de escolapios en la edad preescolar, acentuado cada vez más por los programas en la televisión, en los trabajos, en la economía mundial, en fin, en todos los ámbitos por los que transitamos y con las personas de nuestro diario convivir: ese beneficio personal por encima del comunitario, ese mérito individual que aniquila los méritos gremiales, ese vivir rodeado de multitud (Txus, 2000), como el célebre personaje emanado de la pluma de Edgar Allan Poe: el hombre de la multitud.
Cuando las causas y sus consecuencias sean compartidas, será precisamente cuando podremos salir a manifestar nuestra inconformidad. Entonces, solo entonces, seremos escuchados e instauraremos un nuevo régimen mundial, uno donde las carencias no sean tan marcadas, donde las posibilidades no dependan de los poderes hegemónicos, donde todos seamos iguales y vivamos de manera libre, donde se acaben los prejuicios y la falta de oportunidades, y donde todos valamos por lo que somos y no por lo que poseemos. Transitar de lo distópico que parece haber llegado hacia la utopía tantas veces anhelada.
Es en ese día cuando estrechemos las manos de manera fraterna y persigamos un bien común real. Entonces, los llamados de izquierda quedarán en paz, o refrendaremos la arraigada tradición de nunca estar satisfechos y encontrar el conocido “negrito en el arroz”.
Lo expresado por el autor en la canción analizada es la invitación que muchos de nosotros necesitábamos para adentrarnos en las acciones propias del ciudadano, para no amordazarnos, no cegarnos ni ensordecernos por los discursos, esperando a un superhéroe de Marvel o DC Comics para salvarnos de la inmundicia en la que nos tienen metidos los poderes fácticos y establecidos. Es, pues, el pretexto perfecto para el análisis y la reivindicación de nuestros actos.
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