En 1907, Alberto Terrazas y varios inversionistas estadounidenses se acercaron al Ayuntamiento de Ciudad Juárez para promover el establecimiento de una pista de carreras para caballos donde se pudiera apostar, y que fuera la atracción principal de una urbe en exponencial crecimiento.
También esperaban recibir a entusiastas y apostadores de otras ciudades cercanas, sobre todo de Estados Unidos. El mismo Alberto Terrazas, debido a la influencia de su familia, tenía el beneplácito del gobierno de Porfirio Díaz, así que no le fue difícil conseguir los permisos necesarios para comenzar las obras.
En Barrios Antiguos de Ciudad Juárez (UACJ, 2020), Ricardo León García y Samuel Josué Palacios Hernández nos comentan que lo primero que realizaron los inversionistas fue comunicar el Puente Internacional Santa Fe con la pista de caballos.


En 1909, trazaron una avenida a la que llamaron Hipódromo, y que hoy en día es la calle Insurgentes, desde su intersección con la calle Constitución hasta la pequeña curva que realiza con la calle Colombia, y extendieron las vías para el tranvía eléctrico que recorría esa misma avenida.
El edificio, como todo lo construido durante el porfiriato, era de arquitectura afrancesada, con techos de teja y dos torres en los extremos, una gradería con una vista espectacular e incluso un estacionamiento para vehículos de motor.

En diciembre de ese mismo año, 1909, comenzó a operar el Hipódromo Jockey Club de Ciudad Juárez. Llegaron jinetes y apostadores de todo el país, y causó un gran revuelo entre aquellos optimistas que querían duplicar sus fortunas en un buen día.
Debido al lujo y a la novedad que representaba, el hipódromo se convirtió en el sitio favorito para los círculos más aristocráticos de la frontera. La mayoría provenía de El Paso y de ciudades cercanas del sur de Estados Unidos, donde despilfarraban cantidades insanas de dólares en cada carrera y en las amenidades que se ofrecían en la ciudad.

Aunque la fiesta duró poco: la Revolución Mexicana comenzó sólo unos meses después, ensombreciendo el panorama para los inversionistas, ya que muchos estadounidenses dejaron de cruzar a Ciudad Juárez.

No obstante, el hipódromo continuó sus funciones durante todo el conflicto armado. Incluso el mismo Venustiano Carranza llegó a asistir a una carrera de caballos en 1914, cuando hizo de Ciudad Juárez su cuartel general antes de asaltar la capital del país.

En 1935, Lázaro Cárdenas del Río, presidente de la República, por disposición federal prohibió los centros de apuestas en todo el país, acabando de manera abrupta con los días del hipódromo.
A este infortunio le siguió un largo proceso judicial por los terrenos e instalaciones entre la Compañía Juárez Jockey Club y el Ayuntamiento. También hubo muchas propuestas ciudadanas sobre qué hacer con el lugar o el uso del suelo.

Finalmente, en 1937, el Ayuntamiento decidió demoler el edificio y seccionar los terrenos que lo conformaban para darle forma a las colonias Exhipódromo y Melchor Ocampo.
Algunas hectáreas fueron otorgadas a la Comisión Federal de Electricidad, justo donde hoy en día se encuentran las oficinas de la CFE, allí sobre la Avenida Reforma.