Para muchos teóricos, vivimos en una época posideológica. Freud, Marx y Nietzsche coincidieron en que la ideología apunta a los fundamentos ocultos de los discursos y de la pretendida racionalidad en la que estos se basan; fundamentos que no enmascaran una realidad fundante, sino que buscan solamente engañar a quienes siguen tal o cual ideología.
Es de resaltar cómo, incluso en lo micro, todo apunta a esta reproducción: desde la familia que predica tal o cual religión pero, en la praxis, actúa de forma contraria. No es el discurso lo que lleva a la acción, sino que este sirve de alguna manera para lavar la conciencia; es decir, en términos psicoanalíticos, para acallar el carácter punitivo del superyó.
Santiago Castro Gómez, refiriendo a Louis Althusser, apunta que lo que caracteriza a las ideologías, atendiendo a su función práctica, es que son estructuras asimiladas de manera inconsciente por los hombres y reproducidas constantemente en la praxis cotidiana. Y es con ello que, en la teoría de Lacan, este apunta que la realidad, o lo real, es aquello que no se practica porque resulta inconcebible para la conciencia, y es esta lógica la que lleva a la sociedad a una involución cada vez mayor.
Uno de los teóricos contemporáneos más agudos y crudos es, sin duda, el esloveno Slavoj Žižek. Él nos dice que la ideología no depende de que, en su praxis, los seres humanos no lo sepan (que actúan en beneficio de ciertos grupos de poder, de decisión o morales) pero lo hagan, sino que perfectamente pueden saberlo y, aun así, actúan como si no lo supieran. La ideología no radica en el saber, sino en el hacer; por ello, en las sociedades centrales contemporáneas, la ideología por excelencia sería el cinismo.
Žižek va más allá de lo referido por Althusser al afirmar que, si no siempre, sí muchas veces, la ideología se ejerce de forma consciente, y actuamos como si no lo supiéramos. Esto es cada vez más visible, ya que el acceso a la información es cada vez más sencillo: darnos cuenta de que actuamos en perjuicio de la otredad y seguirlo replicando no es sino una forma de actuar con un cinismo que, a la par, nos permite obtener ciertos beneficios. Y es en ello que se escudan las personas al actuar contrario a cosas ya no inconscientes.
Llevemos algunos ejemplos prácticos. El lema “La educación al servicio del pueblo” es, además de muy poético, un fin muy noble y loable; sin embargo, quienes deben llevar a cabo esta tarea saben que dicho fin es, básicamente, utópico, dada la actuación, el performance en que están envueltos cínicamente quienes deben llevar a la praxis este discurso.
Hay quienes afirman que, en Mi lucha, de Hitler, se encuentra una justificación del nazismo. ¿No es este un documento de carácter ideológico? ¿No es una justificación de un actuar? ¿No es un documento al servicio del Partido Nacionalsocialista?
Platicando hace tiempo con un sexagenario que dedicó su vida a operar campañas políticas —y que hoy ya no habita esta tierra—, siempre vestido de diferentes colores, me decía: “¿No todos los documentos básicos de los partidos políticos son loables? ¿No todos buscan un bien común? Sin embargo, la realidad es otra: nada de lo que está ahí aplica en nuestra realidad”. Sin duda, sabe más el diablo por viejo que por diablo.
No todo está perdido. Bunbury, en su último documental El camino más largo, termina diciendo que el fin es el camino, y en otra apuesta de hace unos años nos llama a “Despertar”. Bunbury nos invita a disfrutar y creer en lo que hacemos, pero no buscando un resultado al final, sino encontrando resultados en el camino y disfrutando cada trayecto.
Ya por nada Camus advertía que no es el fin lo que ha de justificar los medios, como se deduce de la aportación de Maquiavelo, sino que son los medios los que han de justificar el fin. Ciertamente, en el gobierno o en ciertas esferas de poder, la palabra de Maquiavelo y sus postulados tendrán mayor valor, pero en el carácter individual —de quienes no busquen una representación simbólica, sino un verdadero ser— sí han de ser los medios los que justifiquen los fines. Y de esta manera, poder revertir las lógicas tan arraigadas, al menos desde lo micro.