Cuando la poeta mexicana Kyra Galván llegó a Tokio, Japón, donde vivió de 1987 a 1989, no sólo empezó a cambiar su perspectiva del mundo, sino inició de cero en muchos aspectos. Se supo una occidental a sus 31 años con todo lo que eso conlleva.
La experiencia geográfica, dice, le voló los sesos. Luego vino la magia de Londres, lugar donde aprendió lo que es vivir en un país civilizado, culto y con tanta tradición.
Galván es una de las autoras más importantes de México y en la entrevista que concedió a Poetripiados, recuerda cómo se abrió paso en la literatura, en tiempos cuando las puertas estaban casi cerradas para las mujeres, y lanza críticas contra la política de austeridad del actual Gobierno federal, que asegura, no estimula la creación, ni la cultura. También toca el tema de su nuevo libro de poesía y adelanta que tiene en puerta una novela de ciencia ficción.
Kyra, nacida en 1956 en la Ciudad de México, regresa en el tiempo hasta aquellos años en los que no existía lo que hoy se llama “literatura infantil”, por lo que iba directo a las grandes novelas, a los grandes autores.
“No recuerdo exactamente cuál fue el primero que leí o me leyeron, pero sí recuerdo que leí una colección de cuentos del mundo y luego el primero que me impresionó mucho fue: Oliver Twist de Charles Dickens, por la crudeza y la violencia del mundo que retrataba”, rememora la escritora.
La autora estudió Economía en la UNAM. Ha impartido cursos y talleres literarios en el Centro Cultural Elena Garro. Es colaboradora de Excélsior, La Regla Rota, Nexos, Punto de Partida, Siempre!, Tercera Imagen, Tierra Adentro, y Versus. Becaria INBA/FONAPAS, en poesía, 1976; y del CME, 1982. Premio Nacional de Poesía Joven de México Elías Nandino 1991 por Un pequeño moretón en la piel de nadie. Parte de su obra poética ha sido incluida en los libros colectivos El cuello de la botella, UNAM, Punto de Partida, 1977 y Un tren de luz, UNAM, Punto de Partida, 1982.
Varias de sus actividades profesionales como la fotografía, traducción y el periodismo van de la mano con la escritura, pero la economía no tanto, o al menos es lo que piensa un sector de la población, pero estudió la carrera porque quería saber cómo funcionaba el dinero, la oferta y la demanda, el marxismo, el socialismo.
¿Cómo elegiste estudiar Economía con un espíritu tan creativo?
“En ese momento que acababa de salir de preparatoria me interesaba mucho conocer el mundo. Vengo de una generación que vivió el 68 de niños, y las generaciones que me antecedieron vivieron ese momento crucial, me interesaba lo social, lo político. Quería saber qué podía hacerse para mejorar el país, para salir del subdesarrollo. Por eso en ese momento la economía era más importante que las letras, la filosofía. Y la economía me sirvió para tener una visión más amplia del mundo, que hoy y siempre me ha sido útil. Luego fuimos la generación desencantada porque nos tocó también ver la caída del muro de Berlín, los fracasos del socialismo, de la revolución social de Mao”.
-Las experiencias geográficas son importantes para los artistas, en tu caso, viviste varios años en Tokio y en Inglaterra, ¿cómo se modificó tu visión del mundo con la experiencia de dos culturas totalmente diferentes a la mexicana?
“Para mí fueron experiencias que cambian la vida, sobre todo la experiencia japonesa, que cambió mi perspectiva del mundo para siempre. Me volví analfabeta de un día para otro y eso fue profundamente doloroso, pero me dio una cucharada de humildad que nunca he olvidado. Me supe occidental, con todo lo que eso significa. Tuve que aprender de cero cosas que daba por sentado y no perderse en el metro era un triunfo. La estética de la cultura me voló los sesos y mi mente se abrió para siempre para darle la bienvenida a todo lo que no fuera conocido o familiar.
La experiencia en Inglaterra también fue de aprendizaje, llegué a admirar mucho a los ingleses—a pesar de sus contradicciones— y aprendí tanto de lo que es vivir en un país civilizado, culto, con tanta tradición. El valor que le dan al pasado y cómo lo cuidan, vivir en una ciudad tan bella como Londres, por la que el tiempo no transcurre.
Creo que esas experiencias han sido fundamentales en mi vida”.
-En tus años como escritora, ¿percibes algún tipo de evolución en la literatura mexicana?
“Sí, definitivamente. El cambio se nota en el lenguaje, los temas, las perspectivas. Y tanto en poesía como en narrativa, las que llevan la delantera son las mujeres. La escritura masculina está un poco anquilosada”.
–En una sociedad como la nuestra, que lleva pocos años abriendo espacios a las mujeres, ¿a qué te enfrentaste y cómo te abriste paso para ser la escritora que eres?
“Uy, me ha costado muchísimo trabajo, no te imaginas. Ir ganando espacios, reconocimiento, ha sido muy difícil porque todavía se nos ignora, se nos niega, se nos excluye. Me he abierto paso muy lentamente y con mucho esfuerzo. Ahora las jóvenes tienen la ventaja de las redes sociales que no existían en nuestro tiempo, estábamos aisladas, incomunicadas, imposibilitadas de hacer muchas cosas. Las mujeres han tomado las redes y los medios por asalto y eso ha sido muy positivo, formando grupos, conferencias, lecturas, ya no esperas que vengan los señores, el gobierno o quien sea a invitarte, ya puedes autogestionarte, pero esto es muy reciente”.
-¿En qué estado de salud se encuentra la traducción en México?
“Me parece que, a pesar de que hay muy buenos traductores, como todo en México, el mercado editorial está subdesarrollado y eso no ayuda”.
-¿Ha cambiado el apoyo del sistema oficial al desarrollo de la literatura?, ¿ha mejorado?
“No, no ha mejorado, ha empeorado y a este gobierno la cultura no le importa en lo más mínimo. La cultura de austeridad no funciona a ningún nivel, no estimula la creación, ni la cultura”.
–¿Qué recuerdos te trae, tu primer libro Un pequeño moretón en la piel de nadie (1982)?
“Muy buenos recuerdos, con el que gané el premio de poesía joven y el cuál yo tuve que autopublicar la primera vez, porque, aunque el premio prometía la publicación, nunca lo hicieron”.
–Tu última obra, La cuestión palpitante, fue terminada durante el enclaustramiento de la pandemia, ¿cómo viviste ese proceso y cuál es la principal diferencia con tus libros anteriores?
“La cuestión palpitante es un libro intimista, de emociones muy internas, a diferencia del anterior: La anatomía de la escritura.
Creo que el encerrón me dio la oportunidad de encontrarle cohesión al libro, en parte porque el enclaustramiento nos hizo mirar para adentro, enfrentarnos a nuestra “sombra”, entonces reúne una serie de poemas que son recuerdos, preocupaciones, desilusiones, intereses, pero que sobreviven gracias a la poesía. La poesía es la cuestión palpitante, lo que nos mantiene vivos, la que nos salva de la locura”.
-¿Tienes algún otro proyecto en puerta?
“Tengo dos libros de poesía en espera de dictamen. Una novela de ciencia ficción. Escribo una obra de teatro sobre la maternidad y tengo apenas el esbozo de una nueva novela”.